Reseñas
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Vacío perfecto, de Stanislaw Lem

Andrés Ibáñez menciona en la introducción a Vacío perfecto (Editorial Impedimenta, 2010, segunda edición) la palabra “libromundo”, un concepto interesante que define una obra que sintetiza, concentra y expande sus temas tratando de abarcar cualquier posibilidad. Siguiendo la tradición borgeana de los libros imaginarios, vueltos realidad en los estantes de una biblioteca imposible, Stanislaw Lem entrega 16 reseñas de libros inexistentes, todos ellos libromundos que, desde su trinchera, construyen y definen las reglas de un escenario que explora todas sus posibilidades, por más descabelladas que sean. Como es habitual en el autor polaco, el formato es sólo un pretexto, un punto de inicio, para un asombroso despliegue de inventiva, fábula y reflexión. Siguiendo la pista de otras obras suyas como Ciberiada o –la más conocida- Solaris, asistimos a mundos en los que los límites se pierden y en los que se olvidan las etiquetas de literatura fantástica o de ciencia ficción. La fantasía desbordada puede generar incredulidad al relativizar sus mecanismos: de pronto parece que cualquier cosa es posible siempre y cuando rompa los parámetros de la realidad o de la lógica. Sin embargo, la apuesta de Lem va en el sentido contrario pues los mundos que construye utilizan la filosofía o la ciencia y los lleva por caminos que evidencian las paradojas de la existencia humana.

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Una de las reseñas más interesantes es la de Gigamesh de Patrick Hannahan. Siguiendo la poética de James Joyce, sobre todo su obra más ambiciosa, Finnegans Wake, Gigamesh se propone llevar al extremo la interpretación de un texto literario. La anécdota de este libro imaginario es bastante convencional: un gángster profesional es delatado y castigado con la pena de muerte por un tribunal militar. La acción, según el reseñista, transcurre en 36 minutos, tiempo suficiente para el traslado del reo al lugar de la ejecución. Este sustrato basta para que el lector encuentre una infinidad de posibilidades, de simbologías y representaciones, que pretenden abarcar todo el conocimiento del mundo. Cada paso, cada nombre o cada palabra, es un cúmulo de significados que trasciende el mero plano informativo o retórico. Además de la imaginación exhaustiva Gigamesh es una mordaz parodia de la crítica posmoderna, que tiende a interpretar de más, a encontrar significados que pueden ir a cualquier lado.

En otra reseña se habla de Rien de tout, ou la conséquence, una novela que juega de forma interesante con la “honestidad literaria”. El experimento es el siguiente: puesto que la ficción es una mentira elaborada esta obra cuenta que una historia no sucede. Un tren no llega, un diálogo no se consuma, un encuentro nunca ocurre. El juego sigue hasta poner en jaque el mismo lenguaje que, al ser también una construcción abstracta, se da cuenta que tampoco es real. Entonces, en la parte final de la novela la voz que narra duda de sí misma y se dirige a “una autonegación suicida”.

Cada uno de los libros comentados por el autor plantea un dilema, una paradoja, una exageración que trasciende lo gratuito. Como afirma la parte final de la introducción el lector se enfrenta a mundos concentrados, breves, construidos con tal prolijidad que ameritan varias visitas para extraer a plenitud todos sus guiños.

Imagen por: Universität Bielefeld

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