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Poesía completa, de Jorge Leonidas Escudero

Dentro del horizonte de la poesía latinoamericana los poetas argentinos constituyen uno de los grupos más importantes por su diversidad y la calidad de sus propuestas. En Argentina —ya se ha convertido en un elemento de la tradición de esa literatura—, cada tanto aparece una figura que desde una marginalidad siempre relativa, edifica una obra que desbordándose, se coloca en el centro por su carácter de renovación y transgresión como le sucedió a la caudalosa poesía de Juan L. Ortiz, hoy una referencia ineludible. También sucede que obras ocultas por un tiempo son activadas por miradas curiosas que las rescatan de cierto olvido y las ponen con nuevo brío en circulación como le ha sucedido a los poemas de Jacobo Fijman.

leonidas

Un caso entre estas dos posibilidades es el de Jorge Leonidas Escudero, de quien el año pasado se publicó un tomo de más de setecientas páginas con lo que es hasta ahora la suma completa de sus poemas. Escudero nació en 1920 en la provincia de San Juan dónde a la fecha reside. Ahí realizó estudios de agronomía y dedicó su vida al trabajo en las minas de la región. Publicó por primera vez a sus cincuenta años —la poesía posee un tiempo de maduración caprichoso—, y desde entonces ha merecido premios y distinciones nacionales e internacionales. Tiene más de veinte libros publicados, y hay que decir sin embargo, que no fue hasta hace muy pocos años que su poesía comenzó a despejar los obstáculos de su origen provinciano, la escasa circulación, la resistencia intrínseca de su construcción.

Los poemas de Jorge Leonidas Escudero ofrecen cierta resistencia por su afiliación a los usos del habla local, lo que desestabiliza en este caso la sintaxis regular del español. También se vuelven exigentes por su restringido apego autobiográfico, por su actualmente infrecuente acento existencial, y además, por sus despliegues muchas veces narrativos, y no por ello difusores de una vibrante energía. Es una poesía con una inmediatez, un humor, una inocencia y una ternura, que resultan francamente gozosas. Donde pocos se atreven, aproximándose a una fácil cursilería, Escudero se levanta airoso. Sus poemas más bien breves en su mayoría, son fragmentos de la conquista de una vida atenta a las conexiones de un mundo interior que ha quedado fracturado de otro exterior, pero que busca tender hilillos entre éstos.

La Poesía completa de Ediciones en Danza (Buenos Aires, 2011) viene acompañada por cuatro notas introductorias. La primera de Javier Cófreces, editor del libro, otras de Rogelio Ramos y de Ricardo Luis Trombino, y una más de Osvaldo Aguirre. Éstas son breves y necesarias, y hacen justo lo que un libro de poesía merece: lo saludan y lo dejan simplemente decir sus cosas. Antes de finalizar quisiera decir que la portada del libro es particularmente desorientadora. Proyecta una imagen naif que la poesía de Escudero no tiene. Es de cualquier modo un detalle insignificante para la difusión de un trabajo ejemplar. El poema a continuación es uno entre muchos, y si está aquí, se debe a un gusto personal, arbitrario como siempre, pero que busca servir como prueba de una visón de la poesía largamente desbrozada:

Hubo

¿Hubo? Hubo

pero nadie ha visto nada.
Sin testigos hallables,
sin que nadie señale algún vestigio, hubo.
Sin que siquiera yo tenga conciencia plena,
la caricia era, venía o paloma
que se extravío en el aire o pañuelo
perdido.

Quiere decir que un poco, algo de suerte tuve
desde que venía a asentarse en mí aunque
cayó en nunca.

Ayudo a mi memoria para que me comprenda
ese algo y edifique
esta sutilísima historia de amor.

Porque el tiempo me arruga y estruja
con necesarios olvidos,
pero no me aquella quita,
la que venía a mí
y cuando yo la mano a recibirla ¡oh!,
vino la soledad muy comedida
y efusivamente me presentó sus saludos.

Imagen por: Jorge Leonidas Escudero

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