Tinnitus
Haz un comentario

Oigo un estertor: ¿qué fue del grindcore?

scum-feature

 You suffer…
But why?
Napalm Death

1.

¿Qué reverbera después del estruendo, qué hay alrededor de una tema de grindcore? ¿Qué hay antes y después de ese ataque ultra-veloz? Primero: la inminencia del horror, de la desesperación o de la furia. Luego, la desolación, el espacio mudo posterior a la tortura o a la refriega. Ahora bien: ¿qué es lo que contiene un disco seminal del grindcore como Scum de Napalm Death, publicado en 1984? ¿Son “rolas”, “temas musicales” o “piezas”? Tal vez sea más apropiado llamarles canciones, puesto que tienen letra, las ensayan, se pueden repetir y grabarse y tocarse una y otra vez más o menos igual, incluso se cantan, se graban discos. Pero lo que hoy tenemos en realidad son tracks sueltos en el reproductor digital. Y me interesa empezar este comentario así, preguntándome por la manera en la que nos referimos a lo que oímos hoy en ese espacio indeterminado del disco, del álbum, y del supuesto de un oído, de un sujeto que igualmente correspondería al universo unitario y autocontenido de lo que el álbum como entidad nos propone; álbum que en realidad sirve como un pretexto o un meta-texto (incluso se ha reducido a ser un elemento de la metadata del clip), del que saltan como astillas las afrentas del grind en eso llamado Scum y que efectivamente no es un álbum, sino un catálogo de fragmentos de una banda inglesa en los años 80. Esta tentativa de género —o de hiper-género— se ve hoy como una llamarada rápidamente sofocada en el culto de sus seguidores, disuelta en otros subgéneros (speedmetal, deathmetal) o retomada por otros artistas para intentar con este fuego hacer otras experiencias de la velocidad y el ruido, ensayar otras posibilidades de la combustión sonora (Massona, John Zorn). Escoger este disco, esta banda, para darle perspectiva a las nociones sobreentendidas y asumidas del noise y de todo lo que proviene de ese hoyo negro que nunca pudo aglutinarse en un cuerpo consistente de forma genérica y que alimenta las artes musicales de la improvisación, la experimentación y el ruido, como podemos constatarlo hoy en día (20 años después) en los catálogos, repertorios de tiendas especializadas y de festivales y microfestivales y curadurías de toda índole ligadas a las periferias del arte o al circuito de galerías. El discurso de lo experimental, en algunos flancos también lo hallamos insuflado de esta imaginería exacerbada, vacua, repetitiva, predecible pero sobre todo agotada que proviene del grind cuando uno se detiene a pensar en él. Poco se encuentra más allá del panfletarismo infantil o de la autoreferencialidad de la retórica metalera y sus publicaciones y fanáticos, acerca de ese momento explosivamente rico, desfigurado y ambicioso del grindcore. Aunque se acude a él indiscriminadamente como a una fuente segura de recursos cosméticos para toda clase de proyectos sonoros, artísticos y pretendidamente contestatarios.

EPSON scanner image

2.

Me atrevería a decir en principio que el grindcore es básicamente un repertorio de gestos, de técnicas, de obsesiones estéticas e ideológicas que pretendían abrir un territorio de expresión dentro de su época. Muchos se apresuran en buscar en la década de los años 80 lo que no pueden encontrar o generar en ésta en la que viven: retoman y reeditan el postpunk, el electropop, el no disco, el no wave. La alternativa, nada esforzada a esta n(e)ostalgia (¿nueva nostalgia, nostalgia por lo nuevo?) es instalarse en las catacumbas del drone. ¿Pero qué hay del grindcore? Cierto que, al menos en este disco de 1984 al que me circunscribo (Scum de Napalm Death), hay motiffs recurrentes, riffs y coros, hasta temas y formas binarias de pregunta-respuesta totalmente clásicas dentro de estas tradiciones del rock tan bien elaboradas por los ingleses. Oímos fragilidad, algo de arquitectura a punto de colapsar; aunque el grind ofrece también algo de control, de esquematización, de plano trazado, algo de táctico, de plan bélico, ataques, interrupciones, repliegues, embates suicidas. En eso se parece a la guerra y a la guerrilla. Siempre somos objeto de un ataque frontal o de una emboscada. También tiene algo de teatro, de libreto actuado y ensayado, de guiñolesco, de teatro grotesco, de caricatura. En eso me hace pensar en el expresionismo: Apocalipsis en miniatura, perspectivas fracturadas, alaridos que forman líneas haciendo ángulos agudos, abigarramientos de puntos y rayas que aluden a la modernidad como acumulación de suciedad, sombras y desequilibrios; concreto percudido, vigas y alambres amontonados, la urbe sacudida. Pero subrayo: “me hace pensar… me parece”, pero no es nada de esto propiamente. Es grindcore, el grupo Napalm Death y estamos en Inglaterra en plena década de los años 80. Margaret Tatcher y Ronald Reagan juegan con el mundo, son los titiriteros diabólicos, imagen favorita y recurrente en el imaginario de izquierdas del metal en los 80: Master of Puppets, apoteosis del maniqueismo metalero. Pero eso es thrashmetal, Estados Unidos, California, y nosotros estamos hablando del grind.

Napalm-Death

3.

Veamos rápidamente de dónde proviene su lenguaje musical, los métodos del grind para ser tocado. Oímos introducciones de punk, un estilo que se planteaba a sí mismo como un rock desordenado y básico y sucio, rebelde contra el estilo del rock, contra toda estilización. Luego oímos pasajes y rutinas de hardcore, que fue más bien esta misma rebeldía musical pero reflexionada en su inmediatez, mucho más suspicaz, estricta, incluso marcial. También hay letanías y acordes de quinta elegiacos o provenientes a los ancestrales himnos bélicos o de los ritos religiosos que han llegado a través del heavy metal, de la influencia del rock pesado satanista con su sonido motorizado y tono épico, lento, litúrgico, engolado. Sabemos que el grindcore no es la suma de estos elementos, pero entonces ¿qué fue de él, qué parte de las mencionadas estéticas usurparon finalmente su gloria acallada y que alguien usufructuó llevándolo incluso a las galerías de arte y a los festivales corporativos? ¿Cómo y por qué llegó ahí, es el destino de toda vanguardia? ¿Es ahí dónde habita la descarga estridente y el grito que una vez se levantaron para revolucionar la afrenta pedestre del hardcore?

4.

En plenos años 80, muerto el punk, el hardcore canibalizado por las huestes metaleras (el crossover y el thrashmetal, léase D.RI), el grindcore es un intento de radicalización que se nutría del cuerpo y del alma de estos cadáveres —el hardcore y el punk, por supuesto— dando lugar a un monstruoso disco y a unos gestos musicales que serían posteriormente adoptados y profundizados por otros músicos, proyectos y excursiones sónicas (Godflesh, Pain Killer, Boredoms, Techno Animal, Naked City). Alimentado así de los órdenes estéticos e ideológicos de las tradiciones del metal y el punk británicos, y del hardcore americano (¿acaso hay otro?), el grindcore, Napalm Death y Scum, nacen en el contexto del triunfo del capitalismo espectacular y su economía supuestamente descorporeizada. Dinero líquido, multinacionales que chupan la sangre y los recursos de las naciones, de los trabajadores del sector primario de la industria, el trabajo vivo que se evapora en las nubes de datos bancarios. La economía se basará en los servicios y los estilos de vida, formas diabólicas de la mercancía y de la explotación a los que se alude hasta el cansancio en portadas, títulos de rolas y de discos. A esta cosmética que se mueve encima de una complejo militar industrial paranoico, se supone interpela el grindcore de manera más apta que el punk o el hardcore bajo la égida del metal, pues aún la tensión instaurada por la guerra fría contribuye a hacernos creer en conflagraciones monolíticas, en epopeyas, en guerras entre buenos y malos a escala planetaria. Se va imponiendo la totalización comunicativa de la sociedad virtual, la guerra como espectáculo televisivo que advendría en los años 90. Sin embargo, había cuerpo: un cuerpo en descomposición, todavía no el cuerpo Cyborg de los movimientos de contestación actuales. El que pedía la palabra era un cuerpo hecho jirones, tema favorito de la cultura popular de masas. El cuerpo muerto que regresa a recordarnos algo, a reclamarnos, a ponernos en shock.

5.

Aunque finalmente Napalm Death no lo consiguió a lo largo de su trayectoria, quiero interpretar que en la estilización del grito de estridencia histérica que se intercala con la voz gutural que surge de las entrañas de lo inmundo, se sugiere un cuerpo aniquilado pero reconstituido y sufriente, borrado por la cosmética del new wave y el tecno-pop. Voz desaparecida en el palimpsesto demagógico del info-entretenimiento, o en la impersonalidad publicitaria de la sociedad de consumo. Muerte por Napalm. La razón del cuerpo putrefacto que con su furia hedionda increpa la sonrisa zombi de la felicidad de los yuppies. Muerte por Napalm por favor. ¿Pero es el grindcore un subgénero inmovilizado en un culto extemporáneo, confinado a unos discos, a unos años, a unos grupos, tal vez a uno solo? Una concentración provisional de fuerzas cantada con el vocabulario del punk y el metal, con los ritmos del hardcore (sus velocidades llevadas exponencialmente al límite), nunca verdaderamente establecido o consolidado como ellos, o como los posteriores géneros obedientes al dios del mal del heavy (por ejemplo el blackmetal), o dispersado en estéticas que lograron finalmente constituir sus audiencias, sus modas, sus nichos. Desde el crust, las religiones de la velocidad del speedmetal (Rawpower), a las de la desaceleración sublunar del doom o el coma mineral del drone-metal, la vertiginosa manifestación del grind tiene un claro momento de exposición y auto-problematización en el disco Scum, del que se entra y se sale de esta experiencia que reunió en una tensión estéticamente muy fructífera para la posteridad (por la colisión de vocabularios y por la condensada contestación política desde un cierto pop), una forma de rechazo encarnada y áspera, específica y coherente. Forma que sugiere una posibilidad musical de resistir o desbordar la idea (aceptada) de una descomposición del cuerpo social e individual, consentida y contemplada como signo inevitable de los tiempos en que vivimos con ironía fría y deshumanizante. No cabe duda de que seguimos sufriendo… ¿pero por qué?

 

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *