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To Be Kind, de Swans

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Existe algo extraño en la portada (imágenes de bebes de publicidad Gerber) y el título del décimo tercer disco de Swans, To Be Kind. ¿Cómo puede el ruido ser amable? Hace un par de años Michael Gira involuntariamente dio una descripción inmejorable sobre Swans. Sentado, con su actitud de vaquero punk, narró a un periodista las dificultades de componer o ensayar en casa: «Mi hija no soporta mi música». La obra de Gira, inmersa en los territorios inestables, es una mezcla de música de concierto, ruidos industriales, grabaciones lo-fi, armonías crípticas y folk gótico que intimida a la primera escucha. Música apocalíptica la han llamado algunos.

Desde su aparición en la escena neoyoquina en 1982, Swans ha resultado una propuesta incómoda frente al zeit geist musical reinante: no pertenecían a la onda new wave, new romantic, synth pop; tampoco decidieron ubicarse en la onda de Sonic Youth. Así, en cada disco (de su debut Filth, de 1982, hasta el ominoso The Seer, de 2012) hemos presenciado encarnaciones diversas, todas siempre en búsqueda un sonido vivo, vital. Esta actitud tiene mucho que ver con las diferentes configuraciones que ha sufrido Swans, en las que pese a algunos hiatos, se ha convertido en referente de la música experimental contemporánea. Conocidos por su equipo poco usual para una banda de rock (campanas, dulcimers, gongs, mandolinas, arreglos orquestales), la banda ha llevado las estructuras del post-punk a territorios peculiares, que van de las atmósferas circulares del post-rock tipo Mogwai o Sigur Ròs al folk de tintes oscuros, todo bajo una actitud DIY.

Desde entonces su música ha intrigado a muchos, al tiempo que gana nuevos adeptos. Con su reestructuración de 2010 y la publicación del monolítico The Seer, Michael Gira y compañía parecen no dar paso a líneas melódicas suaves, al contrario. En To Be Kind todo es abrasivo. Las caóticas “A Little God In My Hands” y “Oxygen”, la esotérica “She Loves Us” y la épica y maldita “Bring The Sun/Toussaint L’Overture” advierten en tres o cuatro acordes repetitivos y tensos (abundan los dominantes y los disminuidos) que este no es un disco para descansar. Hay otros temas más reflexivos, como “Kirsten Surpine”, inspirado por el filme Melancolía de Lars Von Trier (hablando de mentes perturbadas), en el que podemos apreciar la hermosa voz de barítono de Gira. En medio de stacattos envolventes y un bajo en contrapunto la pieza evoluciona. El bajo emula las pisadas de un gigante, el drone insistente aparece y los arpegios dan una sensación de desesperación. Sin embargo, es uno de los temas más bellos de toda la carrera de Swans.

Durante casi dos horas vemos el talento de los músicos para orquestar sonidos como si fueran animales salvajes para, finalmente regresar al orden. En ese collage infernal encontramos varios invitados de primer nivel, desde la talentosa Annie Clark (alias St. Vincent) hasta Cold Specks y Little Annie. En suma, Swans nunca ha sonado tan subversivo y a la vez tan personal. Sin temor a errar, nos encontramos ante uno de los dos o tres mejores discos que dará 2014.

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¿El declive de la edad creativa es acaso una mentira? A lo largo de la historia de la música popular vemos cientos, miles de casos, en los que los músicos viven un momento crepuscular. Pero siempre hay exponentes que desmienten esa imagen del autor decrépito viviendo de sus glorias pasadas. El caso de Gira es similar al de Robert Fripp y Scott Walker, músicos que pasan de los 60 años, continúan experimentando y llevando sus sonidos al límite. El primero reclutó (vaya coincidencia) a Bill Rieflin, integrante de Swans desde 2009, como uno de los tres bateristas del renovado King Crimson; en tanto, el segundo dio un giro inhóspito a su carrera en los 90 hacia atmósferas más inquietantes y terroríficas. Tilt, The Drift y Bisch Bosch documentan esos riesgos.

Los trabajos de Gira también han endurecido su pellejo en el nuevo siglo. Pongamos como ejemplo a la mencionada “Oxygen”, una pieza de dos acordes en constante tensión tocada con una vitalidad punk que la convierte en un madrazo al oído. Los metales, los coros marciales y las vocalizaciones maniáticas de Gira aderezan la composición, dando como resultado un brebaje sonoro irresistible.

¿Cuál será el nuevo el nuevo límite de Swans? Hasta ahora este álbum representa un nuevo pico en su insólita carrera. Gira sabe en donde está parado: «Supongo que todos nos encontramos en una cierta edad donde estamos aferrados a la roca de un acantilado; está desmoronándose y estamos a punto de caer en el abismo, pero nos mantenemos y esperamos no caer demasiado pronto.» Ese, el abismo, es un gran impulso para crear.

 

 

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