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Rafael Cadenas

Rafael-Cardenas-Mula-Blanca

Con ese texto Mula Blanca quiere brindarle una felicitación a uno de los más grandes poetas de nuestro continente por resultar ganador de la duodécima edición del Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca.

Rafael Cadenas recibió en México en el año 2009 un importante premio que lo reconocía como una de las voces más destacadas de la poesía escrita en nuestra lengua. Ahora en 2015 recibe el prestigioso Premio García Lorca. En México, como consecuencia de este reconocimiento, apareció publicado por el Fondo de Cultura Económica una nueva edición de su poesía completa. A la edición anterior se agregaba solamente una breve sección con algunos poemas nuevos. Había leído a Cadenas con provecho y con gusto hace años y ante la aparición frecuente en los medios de nuestro país de su figura y sus comentarios sentí el impulso de volver a leerlo. Tras la lectura de sus libros lo primero que puede distinguirse es su interés compartido por lo que llamaré un registro amplio del fenómeno de la poesía. Para Rafael Cadenas la escritura abarca dos planos fundamentales que podrían denominarse: poesía y poética. Por un lado, Cadenas se ha dedicado a escribir poemas de extensiones y formas diversas, pero al mismo tiempo, ha publicado libros de notas o propiamente de ensayo, en donde ha reflexionado sobre el trabajo de quien escribe poemas, lo que en el entorno de la poesía latinoamericana no suele ser un ejercicio frecuente y por lo cual hace del poeta de Barquisamento, un caso destacado y sobre el cual es pertinente indagar. Otros ejemplos de este despliegue paralelo, en realidad muy escasos dentro del panorama del español, sólo podemos encontrarlo en poetas como Vicente Huidobro, Emilio Adolfo Westphalen, o el extraño caso —por la lucidez de sus trabajos de poética—, en el poeta argentino Edgar Bayley. Más recientemente recuerdo solamente a Eduardo Milán y a Mario Montalbetti. Considero importante evidenciar este asunto por ser un elemento que se ha venido enfatizando desde el romanticismo y que constituye uno de los esqueletos de la poesía moderna. A estas alturas, es reiterativo por la cantidad de trabajos al respecto, demostrar la relevancia del proceso de la escritura, incluso por encima del resultado. Sin embargo, en el caso de Cadenas, habría que agregar que no es sólo la reflexión sobre el proceso de los poemas, sino además, una tentativa mayor o zona más abierta de intereses, lo que ha motivado sus investigaciones.

En En torno al lenguaje las preocupaciones de sus ensayos se centran en las posibilidades y limitaciones del lenguaje, más allá, incluso, de su capacidad poética. La particularidad del libro consiste en que las consideraciones expuestas entienden el lenguaje como estructura fundamental humana. Cadenas de algún modo establece que el lenguaje es una piedra de toque desde un punto de vista ontológico. La idea nada despreciable de la palabra como herramienta para el conocimiento interior, y por tanto, de los vínculos para nuestras relaciones con el mundo y nuestros semejantes, es tratada de un modo obsesivo y desde mi parecer un tanto imparcial. Digo esto en función de sus planteamientos sobre la pobreza expresiva con que se habla en la actualidad —ya Deleuze y Guattari nos demostraron como Kafka empobreciendo el alemán con que escribió, hizo lo que hizo—; algunos de sus comentarios resultan “puristas” —que si las groserías simplifican, o si el vocabulario promedio que se utiliza en la actualidad es escaso—; tampoco veo que la lectura sea únicamente la solución para el mejoramiento de la educación y el desarrollo humano. Comparto en cambio sus puntos de vista sobre lo que tendría que ser la enseñanza de la literatura por sobre la cortina de aburrimiento que la crítica despliega. Sí, el ejercicio simple y gozoso, no por esto ingenuo, de leer un libro, o la visión del lenguaje como uno de los últimos bastiones reales para el ejercicio individual de la libertad. Desde luego se puede o no estar de acuerdo con sus ideas. Sin embargo, lo que queda claro, es su preocupación real, su “verdad”, por el acceso a una expresión simple y llana de la expresión poética. Esto también puede notarse en sus notas de Literatura y realidad: “¿Qué se espera de la poesía sino que haga más vivo el vivir?”; en sus Anotaciones o en su hermoso libro Apuntes sobre San Juan de la cruz y la mística.

Este último libro, me parece, debe merecer una atención especial, pues Cadenas elabora con sutiliza e inteligencia extrema, sus ideas y tentativas, mediante la escritura de fragmentos y anotaciones que permiten una precisión que desde un modo aparentemente disperso, construyen un concepto de lo que es la poesía mística, la mística y el armado de una poética:

Me cautiva el lenguaje de los místicos, especialmente, desde luego, el de los españoles. Tienen el don de acuñar expresiones indelebles para comunicarnos un saber, que más bien, en última instancia, es un no saber. La prosa de San Juan de la Cruz, más poeta que Santa Teresa, no tan buen prosista como ella, está llena de frases insustituibles. De ambos y hasta del escueto Molinos suelo copiar las que más me gustan, aunque ellos no escribieron para deleitarnos lingüísticamente. ¿Es ésta una deformación de alguien que degusta el idioma, lo bien dicho, la expresión como troquelada para siempre? Tal vez; ellos se prohibían tanto que no sé si disfrutaban del inofensivo placer de sus prodigios verbales. Los lectores sí lo gozan, y saben que los decires de los místicos, no sólo por su belleza formal, sino por hondos los acompañaran siempre.

No incluido en su obra completa, el libro titulado Walt Whitman. Conversaciones, básicamente una recopilación de fragmentos de diversos diálogos que sostuvo el poeta norteamericano, Rafael Cadenas realiza igualmente una labor curiosa y significativa. El libro es una selección breve, notable. Es un ejercicio de traducción en donde el material seleccionado de escasa difusión, permite también la posibilidad de ampliar nuestras ideas sobre la escritura poética. En momentos de incertidumbre y reciclaje de conceptos como en el que actualmente vivimos, las ideas de Whitman pueden incitarnos la discusión y el interés sobre algunas cosas que de pronto perdemos de vista. El libro es tan interesante que invita al lector a repasar los célebres versos de Las hojas de hierba, bajo una perspectiva más abierta. El hombre bárbaro que Whitman hizo de sí mismo, en la selección de Cadenas, aparece como un hombre de gran vida interior: “Otros poetas han formado para sí una idea que no tiene que ver con la vida positiva y son desdeñosos hacia ella, pero en cuánto a mí no pido nada mejor o más divino que la vida real, aquí, ahora, uno mismo, su trabajo, la construcción de casas, remar en un bote, cualquier fábrica, y digo de todo hombre y de toda mujer que él o ella pueden recibir de todo eso divinos crecimientos, frutos”.

También puede entenderse a partir de la lectura de Conversaciones, como los gérmenes característicos de la gran poesía norteamericana, están presentes y fluyen con vigor desde el trabajo de Walt Whitman. Ezra Pound, William Carlos Williams, y las generaciones posteriores —Zukofsky, Oppen, Rakosi / Olson / Creeley, Snyder, Ginsberg, entre muchos otros—, resultan una continuación de los elementos de libertad formal y temática que Whitman desarrolló.

El ejemplo de un poeta como Rafael Cadenas puede evidenciar una solución diferente con respecto a cierta poesía neoclásica imperante en el mundo de este momento, pues la utilización de las formas breves y el verso libre han constituido el desarrollo de sus poemas. Cadenas, por cierto, no desprecia a los clásicos castellanos, pero los utiliza de una manera que considero la más viable, que es también la que Ezra Pound promovió: tomando lo mejor de su expresión: tratar directamente la cosa ya sea de un modo subjetivo u objetivo; prescindir de cualquier palabra que no contribuya a la presentación; y la composición mediante la secuencia análoga a la frase musical. Además, habría que agregar que en la poesía de Cadenas coexisten otras tradiciones, como la del haiku japonés, de la cual, por cierto, pienso que provienen algunos de sus textos más logrados:

Hundo mis manos
en el agua
de un arroyo;
busco lo que perdí,
esto es:
nada.

(De Memorial, 1977)

Curiosamente es en el empleo de estas características que Pound enunció, que los que me parecen los mejores poemas de Rafael Cadenas, utilizan. Esto es muy notorio si se piensa sobre todo en una poesía tan exuberante e influyente como la de Pablo Neruda, que tantos epígonos ha tenido, o en todos los movimientos “barrocos” que han surgido y siguen apareciendo en nuestro continente (Lezama Lima, Carpentier, los “neobarrosos argentinos”).

Los poemas de Cadenas por el contrario, se articulan con lo menos. Carecen de adornos, y cuando el poeta se apoya en la realidad concreta para decir sus emociones o pensamientos, creo que consigue sus mejores efectos expresivos:

Al despertar

¿Qué sé yo de razones?
Mi pensamiento es esta mañana que se eleva
sobre la ondulación del cerro,
la niebla que envuelve
algunos pájaros,
la bulla
del mercado, los gavilanes que todavía
se acercan a esta orilla de la ciudad,
la taza de café
antes de salir a la calle
cuando todavía no estoy conmigo.

(De Memorial, 1977)

Existen, sin embargo, otras inquietudes del poeta que vuelven menos efectivos sus poemas. Creo que en algunos casos, Rafael Cadenas es habitado de pronto por el deseo de enunciar ciertas ideas sobre distintos temas:

Matrimonio

Todo, habitual
sin magia,
sin los aderezos que usa la retórica,
sin esos atavíos con que se suele recargar el misterio.

Líneas puras, sin más, de cuadro clásico.
Un transcurrir lleno de antigüedad,
de médula cotidiana,
de cumplimiento.
Como de gente que abre a la hora de siempre.

(De Gestiones, 1992)

De nuevo encontramos una llaneza ejemplar y un trato directo en la presentación de lo que quiere describirse, en este caso, el matrimonio. La “ineficacia” del texto, en este ejemplo, se localiza me parece, en que la idea que articula al texto, carece de algún tipo de revelación poética o emoción específica. La organización de las palabras y las imágenes que representan, no alcanzan a cifrar la monotonía que busca enunciarse. Como en este poema, existen otros, que también permiten observar un afán que enturbia de algún modo los desarrollos o búsquedas de su poesía. Este afán que podría calificarse como una tentativa de transmisión de sus ideas, o de ciertos conocimientos o inquietudes, no aparecen del modo en que Williams planteó que podrían presentarse: “no ideas salvo en las cosas”. Por lo tanto, la aparición de ciertos rasgos didácticos, nublan lo mejor de sus facultades. Quizá exagero, pero existe en Cadenas cierta ingenuidad rebelde por transformar el mundo mediante sus poemas.

Empecé a leer a Rafael Cadenas cuando me encontré una pequeña antología publicada por la UNAM. Cuando la vi, recordé las notas y los poemas que había leído con entusiasmo en la revista Poesía y Poética y que me dieron, sobre todo las notas, el empujón para atreverme a escribir algunas inquietudes sobre lo que significa el intento de la escritura de poemas. He descubierto con gusto que muchos de los recursos de la poesía que Rafael Cadenas practica, es cercana a mis búsquedas, lo cual me ha dado cierta sensación de compañía que he disfrutado intensamente al repasar sus páginas. Quizá por esto mismo mi relación con la poesía de Cadenas oscila entre el amor y el desencuentro.

Con el tiempo logré leer muchos otros de sus libros. Apuntes sobre San Juan de la Cruz y la mística, es un libro que quiero. De sus libros de poemas, me quedo con Amante, del que cualquier ejemplo, basta:

***

Cuanto hiciste
fue para propiciar
el encuentro.

Aparta pues de ti
la espera.

Ahora.

Sólo hay

aquí,

ya,

un aquí embriagado
en un ya de oro.

Te encontrarás de bruces
ante ella.

La vida a quemarropa.
Por fin.

En tu cuerpo.

La flor inmediata,
la única,
te esperó siempre.

(De Amante, 1983)

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