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Lugares y no lugares para caer muerto en Richard Brautigan

Ismael Velázquez Juérez
Herring Publishers
México, 2014

 

Siempre me ha sorprendido como la poesía salta por lugares inesperados. En México, al menos, ha sido así. Apareció en la narrativa de Juan Rulfo y de Jesús Gardea, como también en la obra breve de Jorge Hernández Campos y en el largo poema solitario Migraciones de Gloria Gervitz. Esto es así, porque la poesía es difícil y no responde a nombres, grupos culturales, ni cualquier otra cosa que no sea el trabajo concentrado, la espera y el riesgo. En algún lugar Haroldo de Campos dijo que “la poesía no se vende, porque la poesía no se vende”. Lo que implica entre otras cosas que más allá de los medios establecidos de circulación, los premios y las relaciones públicas, los buenos poemas se abren paso como sea, sin pedir nada a nadie.

Ismael Velázquez Juárez nació en Iztapalapa, en 1960. Ha publicado apenas dos libros de poemas, Polvo de billar y Producto interno bruto, además del libro de aforismos, Arte de beber. A pesar de la poca circulación de sus libros, su obra poética se ha abierto camino a través de la redes sociales y la publicación en revistas. Como casi nadie, Velázquez Juárez ha sabido encontrar en blogs y redes sociales, la posibilidad de compartir su trabajo. Paralelamente a su obra escrita, ha desarrollado una interesante obra de poesía visual. Lugares y no lugares para caer muerto en Richard Brautigan es un libro deslumbrante y fresco. Toma por supuesto al poeta norteamericano como referencia. Al inicio del libro, aparece la siguiente breve introducción: “Richard Brautigan murió un viernes 14 de septiembre de 1984, alrededor de las 11 de la noche. Después de pasar toda la tarde en el Cho-Cho Tempura Bar y regresar a su casa en Bolinas, California, se dio un balazo en la cabeza. Su cuerpo fue encontrado 11 días más tarde”.

the king of infinity space

Este pequeño párrafo, es la antesala a 37 poemas en donde Brautigan circula vivo, pero desde la muerte. El libro tiene apenas cincuenta páginas, y sin embargo, posee un carácter expansivo que al cerrarlo, se tiene la sensación de haber atravesado una vida. En los poemas, Velázquez Juárez recorre momentos imaginados de la vida Brautigan. Es él mismo quien habla : “Hacia dónde huía el venado / que cruzó / fugazmente frente a mis ojos / en el invierno del ’82: / creo que iba en la dirección correcta: / fuera del mundo: / lo seguí.”

Como puede notarse el lenguaje de Velázquez Juárez es llano y directo. Es un lenguaje localizado y carente de adornos fortuitos. Esto otorga al libro un tono general de franqueza que resulta muy conmovedor. Lo que el libro cuenta en un plano como ya he dicho, es la vida imaginada de Brautigan, pero en otro nivel, uno más hondo, lo que desmenuza es la precariedad de la existencia. El efecto de que los muertos nos observen a los vivos, en este sentido, es muy efectivo: “tomamos cerveza muerta / y escuchamos música muerta / no sentamos a mirar la vida /igual que los vivos /miran la televisión”, dice, por ejemplo, uno de los poemas.

Lugares y no lugares para caer muerto en Richard Brautigan es un libro donde la poesía está lista para afinar y afilar la mente y el corazón de quien se acerque. Pero, mejor que hablen los poemas:

 

XXIII

 

Vas conduciendo

por una calle tranquila

sin mucho tráfico

es sábado por la tarde

y te diriges al cine

donde te sentirás sólo y acurrucado

a reír a tus anchas en medio de la oscuridad

de pronto no recuerdas la dirección

adonde vas

cada calle parece desconocida

y no te queda más que seguir conduciendo

tampoco puedes ni quieres detenerte

 

la muerte es eso

 

una tarde de sábado perdida

sin saber ya nunca a dónde vas.

Imagen por: Ismael Velazquez F.

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