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Lo que me dice otra vez un poema de Vallejo

 

Cada tanto vuelvo a las páginas de la sucinta y maravillosa obra de César Vallejo y vuelvo a sorprenderme. Me he aprendido a lo largo de los años algunos de sus poemas y de repente me los digo en voz alta para acompañarme de esas palabras sabias y precisas que siempre me dicen algo nuevo. Los poemas nos ayudan a seguir en este sin sentido que vivimos día a día. Dicen cosas que podrían no ser necesarias pero que son indispensables.

“En el rincón aquel donde dormimos juntos
tantas noches, ahora me he sentado
a caminar.”

Podría ser tan absurdo como decir que ayer voló un pingüino, pero sentarse a caminar resulta un hecho cierto, indispensable, y que nos sucede todo el tiempo. Sentarse a caminar porque hace falta encerrarnos con nosotros mismos y revisar lo que ha pasado, lo que nos ha pasado.

“Has venido temprano a otros asuntos
y ya no estás. Es el rincón donde a tu lado
leí una noche, entre tus tiernos puntos
un cuento de Daudet. Es el rincón amado.”

“Entre tus tiernos puntos”. ¿Cuáles? Pero ahí está el calor, la reminiscencia de todo aquello que pasó y que nos hace lo que somos, y que nos llena de todo aquello que podremos dar.

César Vallejo fue un peruano del Perú que murió en Francia, solo, incomprendido, consternado por todo eso en lo que creyó y que no se cumplió. Escribió sus poemas, los mejores sin duda del siglo XX en español. A eso al vino al mundo y nos cumplió. Desde cierta perspectiva resarció dos guerras mundiales, murió en 1938, pero sus poemas nos siguen meciendo hasta hoy. Yo quisiera darle las gracias. Me gustaría darle un buen abrazo y tomarme una buena copa de vino.

Sus poemas son asideros. Son “el rincón amado”. Los suyos y los de tantos otros que se siguen escribiendo y estoy seguro se seguirán escribiendo. Porque lo cierto es que no hay capitalismo, poder político o cultural que pueda aplastar lo único valioso que nos queda, el amor, la amistad que no cuesta. Hoy no existe nada que no pueda cuestionarse.

Hay niños sentados a la mesa que no dejan de mirar sus tabletas, sus celulares. Lo mismo pasa con los padres. Ese es nuestro mundo, pero “esta noche, ya lejos de ambos”, es posible saltar de pronto y ver que, como nos dijo Rainer Maria Rilke , “las noches de los amantes derraman dulzura a la humanidad”, y en ese esfuerzo colosal, gustoso, un beso nos salva de la rabia, el dolor y nos permite nuevamente tomar un lápiz, abrir un documento de Word, y volver a empezar. “No lo olvides”, nos dice nuevamente, Vallejo.

 

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