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La música en el entorno

¿Existe una preparación para escuchar a Bach, un tipo de ejercitación del oído? Yo me topé con él muy tarde, a los catorce o quince años, de la manera más accidental, mientras trabajaba como ayudante electricista en un área residencial privilegiada, y donde había, entre otras cosas, una pequeña sala de teatro y conciertos. Ni siquiera tenía ―como tampoco tengo ahora― una conciencia de lo que llaman música clásica, mucho menos de la música barroca. De modo que no sabía qué tipo de música era ésa qué venía desde tan lejos y desde el interior de la sala de conciertos, porque nunca antes la había escuchado, pero sí, en cambio, me emocionaba mucho; esa música, de algún modo, se incorporaba ―con bastante delicadeza― al aire que respiraba, y lo que es mejor, me hacía sentir en comunión con todas las cosas, como si esa luz, ese sol, fueran, sólo por ese instante que duró la música, sagrados.

Y si también me emocionó fue porque esa música tenía una relación inmediata con el silencio al que me subordinaban mis abuelos campesinos. Es decir, mis abuelos ―quienes trabajaban día y noche, la mayor parte del tiempo en el cultivo del campo― no conversaban mucho entre ellos, todavía menos conmigo, cosa natural de mi pueblo, donde mis paisanos son, por lo general, ya desde adolescentes, de carácter grave y silencioso. Nadie habla mucho con nadie. Uno entiende, desde chamaco, la importancia del silencio, porque ello incide, por decirlo así, en una relación respetuosa con las personas y el entorno.

Además, en mi pueblo no había luz eléctrica, tampoco ningún tipo de distracción ―salvo nadar en el arroyo―, lo cual me obligaba a estar atento a los sonidos que ocurrían alrededor; y por encima de los sonidos habituales de la zona, el que generaban reses, mulas, caballos y burros, o los perros con sus ladridos, surgían otros sonidos que no atendía hasta caer la tarde, momento en el que, callados, nos sentábamos a descansar bajo la sombra de los tamarindos, ya sin el ruido que provocábamos con nuestro trabajo. Entonces surgían otros sonidos: la vibración del árbol y su inclinación a subordinarse, desde las ramas, a la jerarquía del aire, a su vaivén impredecible, provocando un sonido que se repetía siempre y que sin embargo no era el mismo. También, en época de lluvia, se escuchaba, sutil, el golpeteo de lluvia en las tejas, en la flor abierta, en la hojas del almendro y el plátano, lo cual me significaba un modo de asistir al canto de las cosas.

Imagen por: Joe Wroten

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