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La fotografía como encuadre de la modernidad y escudo que esconde la verdad

©The Robert Mapplethorpe Foundation Inc.

El siglo XIX abre paso a la modernidad al establecer una nueva forma de mirar. La fotografía se convirtió en un mecanismo que permitió dar cuenta de la “verdad”, para registrarla, captarla y con ello, ofrecer un testimonio disfrazado de objetividad. El trauma de la Segunda Guerra Mundial abrió paso para que el hombre buscara dar evidencia del mal. Se pensó que la cámara podría ser un aparato que se transformaría en la ventana más fidedigna al mundo, que no habría forma de engañarnos con ella. Sin embargo, con todo lo bueno que trajo, le fue imposible evadir las fuerzas de poder.

La fotografía hay que pensarla, no sólo desde el sujeto que intenta revelar, sino también desde los mecanismos de administración y distribución que norman lo que ve la sociedad. Las imágenes, como producciones culturales, son controladas finalmente, por los sistemas de poder. Pienso por ejemplo, en aquel caso muy sonado en los medios de comunicación, donde al iniciada la guerra de Afganistán, Bill Gates decidió comprar los derechos de todas las imágenes que había producido este conflicto, con el fin de guardarlas en un cofre bajo la consigna de no ser abiertas, sino hasta dentro de cuatrocientos años. Hablamos de un hecho que, más que ser absurdo, resulta perverso, y tan sólo evidencia la capacidad de control sobre lo que el hombre debe tener acceso.

La utopía de la fotografía fue pensar que sería capaz de llenar vacíos, al presenciar aquello a lo que no todos los hombres tenían acceso. Qué maravilloso fue pensar la posibilidad de congelar el mundo en un instante que perdurara y resultara fiel a la realidad. Sin embargo, nos damos cuenta de la falacia, porque las imágenes también ocultan y engañan, así que su función de verdad queda cuestionada debido al poder que la manipula. Intentamos llenar al mundo con esta nueva forma de representación, pero lo único que logramos fue dar cuenta de la incapacidad para mostrar lo real a través de este mecanismo.

©The Robert Mapplethorpe Foundation Inc.

La fotografía, en vez de abrir la mirada al mundo, cierra toda posibilidad a un encuadre estipulado por alguien. Bajo esta afirmación, ¿podemos pensar a la fotografía como una forma que realmente escape de estas fuerzas de poder? El artista defendería su propia autonomía, como libre capacidad de acción y producción sobre su obra. Y es cierto, que no toda imagen debemos pensarla como una producción perversa, existen quienes realmente buscan cumplir con esa función de denuncia o de simple expresión de belleza y técnica artística. La intención es sólo hacer presente el mecanismo detrás de la creación fotográfica.

Slavoj Zizek reflexiona la fotografía desde la concepción de que, se trata de una representación insuficiente, que se ve sobrepasada y excedida por la realidad. Además reafirma al mundo como un entramado de fantasías que nos da esa construcción ficcional en la que hemos envuelto nuestra percepción. En palabras de Baudrillard, estaríamos rodeados de simulaciones, de construcciones, de imágenes que intentan evocar lo que llamamos realidad, pero que resulta imposible encerrar su sustancia o esencia.

Finalmente, considero que con la fotografía, nos enfrentamos a este doble juego donde tratamos de sobrellevar la decepción de un mundo donde puede haber bellos paisajes que no deseamos que queden en el olvido. Pero también vivimos guerras, muerte, destrucción, experiencias que más que buscar retratarlas, son situaciones que no debemos enterrar bajo tierra. La fotografía se puede convertir en cómplice, pero también en testigo de todo aquello a lo que se enfrenta el hombre. Dice Jesús Carrillo en su ensayo Frente a lo real, “asumir la transparencia de la representación significa estar ciegos a los mecanismos de poder que generan la ilusión de referencialidad”.

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