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Conversaciones en Giverny

Monet_MulaBlanca
Claude Monet y François Thiébault-Sisson
Editorial Confluencias
España, 2014

Más dignidad y menos miedo. Más trabajo y menos ruido. Con esto podría resumirse la poética y la vida de Claude Monet. Siendo muy joven, con tan sólo 13 años sale de casa de sus padres defendiendo su deseo de pintar. Algunos años más tarde, los mismos convencidos por la testarudez de su hijo, deciden apoyarlo. Entonces es remitido a Eugène Boudin. Con el viejo pintor descubre que es posible pintar la naturaleza de un modo nuevo, registrando los matices más sutiles de la luz. Entonces empieza a reconocer que ningún hombre puede capturar con certeza más allá de unos minutos sin que la luz se modifique.

Entonces Monet empieza a ser Monet, el mismo que terminará su vida en Giverny, entre estampas japoneses y cuadros de Renoir, Pissarro y Cezáne, compañeros de viaje, pintando minuciosamente sus inolvidables y asombrosos nenúfares: “Los planté por placer, los cultivé sin soñar con pintarlos… Un paisaje no te conquista en un día… Y después, de golpe, tuve la revelación de las hadas de mi estanque. Cogí mi paleta… Desde ese momento, apenas he tenido otro modelo.”

Y con esa sencillez se expresa el pintor francés en sus Conversaciones en Giverny con François Thiébault-Sisson, aparecidas en el diario Les Temps en 1900 y hoy recopiladas en un pequeño libro que se acompaña además de dos textos de apoyo, un ensayo de crítico de arte norteamericano Walter Pach, además de unos breves apuntes biográficos de la pintora, también norteamericana, Lilla Cabot Perry, a quien Monet alguna vez le refirió tras deshacerse de más de 30 pinturas, ya al final de su vida: “Debo velar por mi reputación artística —dijo—. Cuando haya muerto nadie volverá a destruir ninguna de mis pinturas, por mala que sea.”

De donde podemos inferir su enorme capacidad crítica, su ironía, la verdad con que un hombre ha decidido encarar un objetivo, centrarse en éste, para así llevar las cosas hasta sus últimas consecuencias.

Conversaciones en Giverny contiene además algunas reproducciones a color de piezas de Monet, y fotografías del pintor, su entorno y su familia.

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