Reseñas
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Hunger makes me a modern girl: A Memoir

Hunger makes me a modern girl: A Memoir
Carrie Brownstein
Penguin Group
Estados Unidos
2015

 

¿Qué es lo que buscamos al leer algún libro dedicado al universo del rock? La primera respuesta es la recolección de un anecdotario en torno a los dichos y hechos de los músicos. Pareciera que la música que presenta ante nosotros invisible, permaneciera inhóspita sin la aparición de tales historias sobre las faenas y temperamentos puestos en juego durante la producción de tal canción o disco. Se busca pues, el drama. Resulta aún mejor si los personajes padecen de la incomprensión del medio, entonces la crónica que recoge la producción del álbum se lee como un triunfo ante la adversidad  narrada a posteriori de manera convincente como algo inevitable. Nada como una sencilla historia de éxito. Sin duda, las memorias del género del pop carecen de los remilgos metodológicos del historiador.

La literatura del rock no ha cambiado gran cosa desde que, a finales de los años sesenta, Nik Cohn sacó a la luz su libro clásico sobre el rocanrol en su tránsito al pop. En él se capturan desde una distancia crítica todos los tropos que determinarán al género: la aproximación hagiográfica al artista, la secuencia interminable de sexo drogas y rocanrol y, por último, la pedantería como pretexto para neutralizar la potencia estética que podría contener cada canción. Poco después llegarían los autores clásicos de la literatura de este género musical: Nick Toshes, Greil Marcus y Richard Meltzer.

El advenimiento de la cultura pop hizo posible en términos editoriales el que se publicaran biografías inicuas de personajes que aán no pasaban la barrera de los cuarenta años. Las aventuras de manera inevitable, quedaban truncas y sin una resolución vital para  los biografiados. Para resolver este inconveniente se permitió una suerte de inflación artificial de las gestas de los personajes, dotándoles de una clausura la mayoría de las veces arbitraria y por tanto, equivoca.

Carrie Brownstein ha escrito unas memorias cuya medianía resulta a la altura de los tiempos que vivimos. El tono general es marcado por una depresión cuyo origen permanece incomprensible para este lector. Simplemente no logro conectar con aquello que Brownstein comienza narrando  y no termina sino 226 páginas después. A pesar de ser una persona cuya experiencia marca nuestro interés tras su paso por, antes que nada, Sleater keaney, pero también como parte de la escena de Olympia Washington que precede al surgimiento de las riot girls o la escena indie norteamericana en general.

El libro no deja de ser una historia predecible donde la soledad y la incomprensión forja artistas y amistades cuya relevancia se escribe como quien ya sabe el final de la historia. El relato e ilustración de personajes claves como Calvin Johnson se desvanece tras unas cuantas pinceladas y así podríamos mencionar el caso de tantos personajes que entran y salen de la narración sin modificar gran cosa el tono menor del relato. Resultan menos fatigosa la rememoración  de personajes femeninos ahora olvidados de la escena de Seattle como Selene Vigil de 7 Year Bitch y otras mujeres mucho más interesantes pero que, de nuevo no merecen un tratamiento más allá de su mera mención. Abundan eso sí, los lugares comunes que aún persisten sobre esa época y esa escena: la fluidez del deseo que transita entre los cuerpos indiferente a su condición de género, la tan mentada comunidad indie, los circuitos por los que deambulan los músicos amateurs y un público que permanece atrapado en una curiosa teoría sobre el disfrute y el valor de la música para los escuchas.

No se confundan, Carrie Brownstein no posee la vacua pedantería de Kim Gordon, pero su libro es tan modesto y tiene tan poco que contar que uno se pregunta por sus razones para publicar su rumiar sobre el pasado de una banda cuyas referencias (Television, por ejemplo) al pasado prometen una idea más interesante de una generación de músicos que se agotó mucho tiempo antes de que el nuevo siglo comenzara.

El resultado es pues, una discurrir indulgente sobre un pasado semi idealizado cuyo sentido último sigue siendo intrascendente, se trata de una autora cuya depresión crónica se ha llevado lo mejor de ella y nos ha dejado un tímido recuento de hechos y gestas que, de tan insignificantes se olvidan nada mas al cerrar el libro.

 

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