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Dardo Dorronzoro: poesía para nunca desaparecer

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Parecería que los nuestros no son tiempos para hablar de desaparecidos fuera de México. Y quizá sea cierto. Del 2007 al 2014 se registraron 23 mil 272 casos de desapariciones en el país y durante los primeros dos años del gobierno del actual presidente Enrique Peña Nieto se contabilizaron trece desapariciones por día, es decir, entre una y dos personas fueron sustraídas cada dos horas.

No obstante, retomemos la acertada afirmación de John Donne “La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad”, y asumamos que las campanas todavía doblan por cada uno de nosotros. Aquí queremos honrar la memoria de quienes participaron en un lamentable momento de la historia: los 30 mil desaparecidos durante la dictadura Argentina. Para tal propósito, presentamos una selección de la poesía de Dardo Dorronzoro, poeta de Luján desaparecido en 1976.

No es solamente la luna ni el rocío ni la luz celeste de los pájaros, puede también ser una alpargata vieja, toda agujereada, toda casi muerta después de andar fábricas, andamios o duros y calientes caminos de noviembre. No, no necesariamente todo lo poético debe ser bello.
Yo he visto horribles chicos grises como la tierra comiendo tierra.
Yo los he visto ahí, con sus andrajos y su mugre, reptando, y los he tocado, acariciado su piel y convertido en ángeles, en mariposas, en viento de septiembre.
Porque todo antes de ser poesía debe pasar por mi corazón, darlo vuelta con el grito para arriba, colocarlo cara al alba, cara al cielo. Todo debe pasar por mi sangre, por mis huesos, por mi respiración, por el corazón de mi sangre.
Pues yo soy un poeta no un hacedor de versos bonitos.
Yo soy un poeta que ama a los que no tienen amor ni pan, a los que se van sin haber llegado, a los que a veces sonríen, a los que a veces sueñan, a los que a veces les crece un fusil en las manos y salen a morir por la vida.
En suma: yo he sido, soy y seré un poeta revolucionario.
Sobre mi tumba verán florecer un puño.

A sus 82 años el poeta Juan Gelman describió la poesía como una forma de resistencia por ser un enriquecimiento del ser. Si el género es por sí mismo una militancia, la literatura que combate al autoritarismo se convierte en un arma doble: poesía que resiste al mismo tiempo que apunta y ataca. Por este motivo Dardo Dorronzoro afrontó dos desapariciones forzadas. Luego de la segunda no se supo nada más de él.

Me declaro culpable, muy bien, pero
debo advertirles
que ya ustedes me mataron, me enterraron,
me borraron todas las arrugas y las lágrimas de mis hermanos, y me dijeron
que te diviertas con los gusanos, pero olvidaron
de borrar
las huellas
que mis pasos marcaron
en tantas calles y caminos del mundo.

Durante el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, dictadura de siete años con un saldo de torturas y desapariciones inextinguible, la casa de Dardo Dorronzoro, en Luján, fue cuna de una resistencia. Ahí se reunió un grupo de amigos y artistas para presentar ciclos de cine, compartir lecturas, escribir poemas y dialogar en torno las formas de preservar la vida en una ciudad amenazada por el poder del Estado. De este círculo sobrevivieron muy pocos. Aunque ⎯como menciona el mismo poeta⎯ se fueron para convertirse en arte, en lo bello y trascendente que la violencia quiso destruir.

Los amigos

Yo tenía un amigo
y otro amigo
y muchos amigos.

Alguno traía su guitarra,
otro su aventura
y otro su soledad y su tristeza.

Aquí, en esta mano, hay alguna lágrima, todavía,
de aquel tiempo;
algún recuerdo
que me llega a veces como un galope de caballos,
como un perfume
o como un dolor
buscando lugar en la sangre.

Yo tenía amigos
que se fueron a buscar la muerte.
Otros se convirtieron en maíz,
en guitarra, en canciones;
otros se convirtieron en ciudad,
en puerto, en mueble de oficina,
y algún otro, como yo,
se convirtió en poema.

Las amenazas que recayeron sobre aquel núcleo de artistas partieron del Comando Nacionalista Jordán Bruno Genta, grupo militar que, bajo la consigna  “Viva Cristo Rey, Dios, Patria y Hogar”, se dedicó a identificar, torturar y desaparecer a cualquier persona que se proclamara en contra del régimen. Además de atacar también a sus familiares y amigos. En este ambiente Luján se volvió un espacio de hostilidades y temores sembrados por la imposición del poder.

No comprendo

No comprendo.

Son las mismas calles.
Son los mismos hombres.
Son los mismos gritos.
Son las mismas sangres.

No comprendo.

–Otras manos– no las mías– cavan trincheras.
Otras manos preparan el pan,
aguzan el hierro.
Otras manos
destruyen
los últimos restos de la noche.

No comprendo.

Viene aquí mi padre, sonriendo,
frente al antiguo rostro de la muerte.
No comprendo.
Están todos, sin embargo. Nadie falta.

No comprendo.

Alguien pregunta: ¿ya llega el alba?

No comprendo.

Pese a las trágicas condiciones que enfrenta, Dardo Dorronzoro supo preservar en su poesía un guiño de inocencia. Su obra apuesta por la bondad y la profundidad que existe en una vida sencilla por encima de la malicia bruta del poder. Algunas figuras recurrentes en su trabajo son un pájaro, un hombre libre, un jardín y la compañía de los seres queridos, elementos suficientes para llevar una existencia plena.

Mientras me matan

Comenzaron a matarme de a uno hace muchos siglos,
después de a setenta, después de a quinientos,
hay que ver cómo me matan ahora de a miles en cada esquina,
en cada feriado,
cómo fabrican sueldos y galones con los huesos que me quedan,
cómo fabrican calabozos para poner algún rincón de mis pantalones,
y cómo se turnan entre gordo y gordo para
ver de qué ojo muero primero,
pero resulta
que cada vez soy más uno de los otros,
uno de los que nacen y renacen y vuelven a nacer entre los fuegos,
que cada vez tengo más luz, más pájaros, más flores en la puntería,
que cada vez
me soporto más elegantemente entre los fierros y los veranos,
y hay veces que me pregunto –me digo para mí– si ellos
no harían mejor en cambiar de uñas y de cuentas,
de andar de peldaño en peldaño hacia abajo de las luces,
o en comprarse una sangre nueva, una sangre más limpia
para usar en feriados y domingos.

Porque eso de matarme tanto con papeles no terminará nunca,
y ya se sabe que la primavera avanza
sobre los huesos y los aullidos del invierno.

Dardo Dorronzoro fue secuestrado en su propio hogar, donde se encontraba con Nelly Dorronzoro, su esposa y compañera de lucha. Durante más de 20 años ella se dedicó a buscarlo y fue víctima de torturas psicológicas que el gobierno ejerció sobre su vida. Así, por ejemplo, le decían dónde encontrar a su esposo vivo, seguido por engañosas señales de su muerte. Este agotador vaivén quedó registrado en cartas que envió a los amigos de Dardo que seguían con vida. Aquí un fragmento de una carta escrita por Nelly Dorronzoro, seguido por otro poema del poeta desparecido.

“No tengo coraje para la despedida; poco a poco he ido perdiendo todo lo que quería, todo lo que en un tiempo era la vida de esta casa, ¡pobre casa! Ahora sólo hay silencio, soledad y una infinita pena. Estoy muy destrozada y trato de juntar los pedazos de mi vida y seguir adelante. A pesar de todo lo que me digan, a pesar de que mi psiquiatra desde el primer día me dijo que debía partir de cero, que no tengo que esperar la vuelta de Dardo, siempre, siempre me quedaba un chiquito de ilusión, acaso prefabricada por mí para seguir viviendo, acaso como una instintiva defensa. Pero el otro día, cuando vos me dijiste: sé fuerte, Dardo no va a volver, no sigas esperando, sentí, Osvaldo, que todo se derrumbaba dentro de mí. Recién entonces tuve la exacta dimensión de la realidad, de mi realidad y no puedo soportarla, no puedo. No sé qué hacer con mi vida, ando a la deriva, esperando, esperando, esperando, no sé qué. Esperando contra toda esperanza, hundiéndome cada vez más en mi dolor y sólo sé llorar. El día que te vi hice el viaje de vuelta llorando hasta llegar a casa y cuando abrí la puerta sentí que, como un monstruo, se arrojaba sobre mí la soledad. [1979]”.

Él y yo

Nos encontramos todas las mañanas. Él va en su bicicleta y yo en mis zapatillas. Los dos a ganarnos el pan. No sé si él se llama Juan o Felipe, y él no sabe si yo me llamo Luis o Pancho. Haga frío o calor, llueva o caigan piedras, siempre nos encontramos.

⎯Chau.
⎯Chau.

Algún día no nos encontraremos. Ni nos encontraremos al día siguiente, ni al otro. Desde ese momento, yo sabré que él ha muerto. O él sabrá que yo he muerto.
Qué triste estará el mundo, entonces, para el que quede vivo.

Con el paso del tiempo el estremecimiento de las emociones disminuye y éstas pueden volverse un simple recuerdo; entonces el interés por preservar la memoria pierde intensidad. Por eso, Primo Levi pedía con cierta desesperación en Si esto es un hombre que repitiéramos a nuestros hijos los daños provocados en Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial. Por eso también, queremos trazar un vínculo entre el pasado y los acontecimientos del presente. Recordar mediante el arte que el poder no es capaz de acallar todas las voces, y que los testimonios de quienes han resistido la imposición resuenan en el tiempo como un poema que nunca podrá desaparecer.

Para leer la antología más reciente de los poemas de Dardo Dorronzoro, junto con un registro de las cartas que Nelly Dorronzoro escribió al buscarlo, descarga de manera gratuita el libro Viernes 25. Poemas y fragmentos de una búsqueda en este enlace.

Para hacer un poema

Si tienes una sartén en casa, una sartén muy vieja, por su puesto, si tienes el retrato de una muchacha que te mira desde 1945, o desde después, o desde antes, y si tienes también una calle por donde pasan chicos sucios, vagabundos melancólicos y por donde pasa siempre un lechero silbando, estás en condiciones de hacer un poema, si quieres, no quizá el más hermoso que se haya escrito, pero podrás decir, por ejemplo:

Cuando se colgaban a nuestros muertos de los lunes,
cuando crecían caballos, estatuas y gendarmes,
cuando se agrietaban granujas de calle y barrio en las esquinas de los trenes,
cuando los hijos de perra nos mataban al Che y al Inti Peredo,
cuando nadie, amor, te dijo
volverás a encontrarlo en el secreto de los pájaros,
ya estábamos cruzando lobos, inventando panes y colmenas,
inventando revoluciones, levantando
fosos y flores de tus pasos,
volviendo de un amanecer hacia la noche,
volviendo de la noche hacia una sangre.

Y si además tienes puños, manos, sangre, pellejo
y testículos propios, no hipotecados, no vendidos,
no regalados, puedes decir:

Y luego crecieron incendios y estallaron ciudades,
nacieron hombres a la luz de América y cantaron su grito,
nacieron hombres y se ensuciaron de banderas sucias y soldados,
nacieron hombres y murieron de una muerte americana,
y volvieron a nacer y a morir y a nacer otra vez,
de a uno,
de a cien,
de a quinientos,
y seguirán naciendo, siempre, y muriendo y volviendo a nacer
hasta que florezcan todas las sangres y las muertes,todas las hambres,
todos los harapos,
todos los pobres,
todos los puños y los pechos americanos.

No es gran cosa, ya ves; no obstante, después podrás salir a la noche, mirar de frente a los espíritus maléficos, que siempre rondan por ahí, y comerte todas las estrellas, una a una, silenciosamente, bajo la sonrisa aprobadora de tus perros, que son también comedores de estrellas.

 

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