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Crónicas de albañilería: Agustín Calcagno

Editorial Milena Caserola
Buenos Aires, Argentina, 2013.

 

El escritor Agustín Calcagno nacido en Buenos Aires en 1979, aprendiz de albañilería, guía al lector en un viaje alucinante, que borra la línea entre la realidad y la ficción y nos adentra en las “materias más primarias”.

A manera de diario o crónica, Calcagno nos narra su aventura de 32 días alrededor de este oficio y de personajes complejos que llegan a distintas obras en las que colaboran. Desde el primer capítulo el escritor advierte: “La albañilería no es para todos aunque todos crean que pueden hacerlo. La albañilería es para un puñado de personas que se llaman albañiles y que han construido no sólo el espacio que contiene casi todo tus actos sino también el de todos tus antepasados…” y continúa: “La albañilería es literalmente la piedra angular de todo lo que hacemos colectivamente, es el fundamento último, es la primera letra…”

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Con un lenguaje sencillo y reflexiones casi poéticas, Calcagno plasma en el papel el día a día, el avance en las obras, los contratiempos, los personajes que se van sumando, sus amoríos. El oficio se convierte para él en una forma de terapia que le permite desfogar todo lo que atormenta su mente. Con cada golpe de mazo desentraña los fundamentos de los edificios, pero también de sí mismo con el objetivo de entender, aprender y resanar todo aquello que necesite ser remodelado, cambiado o desechado. El proceso de transformación no es sencillo, pero sí necesario: “El primer día es el peor porque todavía no opera la metamorfosis del cuerpo. El oficio te disciplina las manos, los músculos y, más que nada, la sangre.”

Desde los días aburridos hasta los más pesados, el enamoramiento, el compañero polaco, los desencuentros, las pláticas, la camaradería, cada día es una aventura para este personaje que, todas las noches, a pesar de las largas jornadas, del mal ánimo, de la depresión o el enojo, se obliga a recapitular los detalles más importantes y plasmarlos en palabras. Deja de importar si es real todo lo que escribe o si es producto de su imaginación, al final, Calcagno comprende este mundo y se apropia de él, no como un antropólogo, sino que realmente lo vive, él es un albañil más, lleno de ampollas y callos en las manos, polvo alojado en sus pulmones que le provoca tos y brazos que dejan ver una mayor musculatura por el extenuante trabajo diario.

“Recién volvía de la obra pensando que esta sería la última crónica de Balvanera Sur y me acordaba de Diana, de la indistinguible distancia entre la realidad y la ficción que ya no me importa. Pensaba que el amor de alguna forma nos contiene, nos restringe, nos cuida las espaldas y, […] nos señala con el dedo […] esto me gusta, esto no, si hacés eso te amo, si no, no, si me hacés esto te necesito, si no, no, cuidate! yo te cuido porque me importás, pero si no te cuidas no me importás más, no te quiero porque no te querés, tenés que quererte como yo a vos…”.

La necesidad de sobrevivir, de sanar el dolor y las heridas, de confrontarse con uno mismo, llevan a este personaje a fijarse el reto de convertirse en un albañil y dominar con destreza y agilidad cada actividad, en un esfuerzo por conocerse a sí mismo, sin testigos y siempre cobijado por el anonimato. Numerosas voces de quienes lo rodean le ayudan a darse cuenta de que no importa el nivel de sufrimiento o experiencias dolorosas, siempre hay forma de sanar. “Apretamos porque hay un impulso adentro que nos dice que tenemos que hacerlo. Son motivos insondables los que nos llevan a tratar de superar el dolor corrosivo, el vértigo, el miedo al sufrimiento que nos provoca el color ladrillo cuando aflora desde adentro de nuestro cuerpo…”

Reflexiona Calcagno: “somos los que hacemos que las cosas del mundo existan. Somos el primero y el último eslabón de la cadena alimenticia. Sin nosotros no hay enchufes, ni camas, ni nenas desnudas que te rompan el corazón, ni sanguches de milanesa, ni patas limpias. Sin nosotros no hay nada.”

Imagen por: Crónicas de albañilería

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