Procesos
comment 1

Whiplash y el tratamiento visual de la música (primera parte)

Recientemente se estrenó en la Ciudad de México Whiplash (Damien Chazelle, 2014), y más que hacer un comentario general sobre la película me gustaría concentrarme en el tratamiento visual de la música proyectada en la pantalla.

La música incidental en el cine de Hollywood suele cumplir una función meramente ilustrativa. Subordinada a la historia narrada, debe dotar el tono emotivo, una ambientación que circunde el drama y por supuesto que dote de un ritmo a la acción. Es en el cine norteamericano de corte experimental donde se suele explorar las posibilidades formales del sonido en su encuentro con la imagen (ver el trabajo de Stan Brakhage, Michael Snow, Ken Jacobs, Lewis Klahr, entre tantos otros). Pero, ¿Qué sucede cuando la música es un elemento central de la historia? Donde se intenta narrar el proceso creativo del músico, algo así como un biopic del momento en que surge la idea musical. La historia entonces, discurre por los meandros de la vida frecuentemente atormentada del artista, suelen confrontarle antagonistas al modo que sólo sirven para incrementar su talento debidamente puesto a prueba, el resultado final es casi siempre una canción, una pieza que reconocida por todos merece la confirmación de su genialidad y su lugar dentro de la historia del cine.

MCDWHIP EC005

Este caso no es distinto, narra la historia de un joven baterista(Miles Teller), estudiante de Jazz en una escuela reconocida de la ciudad de Nueva York que se enfrenta a su profesor (J.K Simmons) y a su técnica de enseñanza terriblemente autoritaria pero aparentemente intachable en sus resultados. La historia resulta predecible por el conflicto previamente anunciado: el alumno superará al maestro, no sólo rebelándose sino acatando también todas y cada una de las reglas del odiado profesor. La historia dota de una serie de momentos musicales donde el proceso creativo del músico es reducido a su visualidad más llana, bajo un despliegue de recursos limitadísimos, los actores repiten hasta el cansancio el mismo gesto pretendidamente creativo. Chazelle reduce sus recursos a un empobrecido juego visual lleno de efectos desbocados: recurre una y otra vez a la gestualidad exagerada del actor, la sudoración, la muñeca en tensión, el brazo expectante, la postura distorsionada del cuerpo contrahecho siempre a punto de producir el momento sustancial de la creación musical. El gesto que funda al sonido es repetido en una serie fragmentada de imágenes todas ellas deudoras de la MTV clásica de la década de los ochenta del siglo pasado. La génesis del acto creativo es lo mas difícil de representar por su carácter elusivo. En apariencia producto de una batalla interna que sólo surge al exterior como algo presuntamente acabado, este proceso resulta invisible a la mirada del cine en Hollywood.

Después de todo, la mera descripción del sonido jamás ha logrado capturar el sentido del evento mismo, la descripción visual se mantiene en el ámbito tautológico de la repetición en el tiempo de un evento que, claramente ya sucedió. Es decir, la música se desprende de la imagen y avanza vertiginosa más allá – y más acá- de la imagen. Para lograr desbrozar el sentido del sonido posiblemente encontrado en la imagen hay que hacer una labor de cacería de instantes dado que la escucha del evento sónico no pasa solamente por la visión de su representación literal.

Es por esto que vemos fracasar constantemente a la mayoría de los vidios musicales, precisamente porque se limitan a mostrar lo evidente de la interacción artista – público, la representación literal de la letra, la canción reducida a un formato de historia narrada visualmente. Sin embargo, la imagen permanece muda e impasible mientras la música se fuga irremediable en el tiempo. ¿Dónde se encuentra la musicalidad de la imagen? ¿Cuándo es que logramos escuchar el resonar del elemento musical de la imagen? En su sentido adquirido por el roce común, sin duda.

Con el transcurrir de Whiplash, la imagen es invadida por las figuraciones del músico en acción. Pero la música se muestra ausente, fugándose en otra dirección. Mientras el actor suda tratando de convencernos de la realidad de su imagen, nosotros vemos la música desprenderse y adquirir una velocidad sonora que deja atrás la escena reseñada.

La imagen no logra anticiparse al sonido así que afanosamente lo persigue durante todo el evento y por momentos, el sonido se dispara hasta hacernos ver la disparidad del tiempo de la imagen y la inmediatez o mejor dicho, la velocidad inmediata de la música.

El director fracasa ante el reto de enunciar el proceso creativo del músico, para Chazelle todo se reduce al símil militar de la formación de músicos mediante la humillación, los gritos y la violencia que pretende pasar por genialidad incomprendida. Al final pareciera que no hay relación alguna entre la música que escuchamos y la imagen resultante. La reflexión del cineasta simplemente no pudo dar cuenta del proceso creativo musical por medio de la imagen puesta en movimiento. Es un asunto que concierne a ese roce común donde la música y el sonido detonan imágenes y estas a su vez dotan de velocidad y precisión a la comprensión de la escucha del ojo del espectador, cuya presencia es apenas visible desde la oscuridad de las butacas.

Imagen por: Daniel McFadden

1 Comment

  1. Pingback: Whiplash y el tratamiento visual de la música | ZonaAcústica.com

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *