Graciliano Ramos
Traducción del portugués: Florencia Garramuño
Corregidor
Buenos Aires, 2008
Desde hace ya algún tiempo la editorial Corregidor lanzó una excelente colección de literatura brasileña. En esta se han incluido autores (poetas, narradores y ensayistas) fundamentales de esa literatura en magníficas traducciones. Aparecieron, por ejemplo, una amplia antología de Paulo Leminski, Carlito Azevedo o Armando Freitas Filho, así como algunas narraciones de Clarice Lispector y el fundamental Escritos antropófagos de Oswald de Andrade.
Graciliano Ramos es un autor que bajo la sombra de escritores como Machado de Assis, Guimarães Rosa o Clarice Lispector, resulta menos conocido en nuestra lengua pero no por ello menos importante. Vidas secas es probablemente su libro más relevante. En este, una familia sumida en la pobreza, y amenazada por la sequía, emprende un viaje que se convierte en una precaria lucha por la sobrevivencia. La narración, breve, alcanza en sus pocas páginas un clima enrarecido que no abandona el realismo y que permite a Ramos hacer una crítica política, pero además una reflexión del escritor y su rol en cuanto a los problemas y las miserias humanas, como puede apreciarse en el siguiente fragmento.
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El molungo del abrevadero se cubría de bandadas de pájaros. Mala señal, probablemente el sertón iba a incendiarse. Venían en bandadas, se posaban sobre los árboles de la orilla del río, descansaban, bebían y, como en los alrededores no había comida, seguían viaje hacia el sur. La pareja angustiada soñaba desgracias. El sol chupaba los pozos, y aquellas excomulgadas se llevaban el resto del agua, querían matar al ganado.
Así habló doña Vitória, pero Fabiano rezongó, frunció el ceño, considerando la frase extravagante ¡Aves matar cabras y vacas, qué ocurrencia! Miró a la mujer, desconfiado, pensó que estaba desvariando. Fue a sentarse en el banco de la galería, examinó el cielo limpio, lleno de claridades de mal agüero, que la sombra de las aves cortaba. ¡Un animal de plumas matar el ganado! Probablemente doña Vitória no estaba en su juicio.
Imagen por: Sebihno Cult