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Isamu Noguchi y Martha Graham, el espacio como punto de convergencia entre danza y escultura.

Isamu Noguchi nace el 17 de noviembre de 1904 en Los Ángeles. Hijo del poeta japonés Yone Noguchi y de la escritora norteamericana Léonie Gilmour, pasó su infancia en Japón, donde seguramente desarrolló una gran sensibilidad por el mundo del arte.

Una vez de vuelta en Estados Unidos, empezó sus estudios de medicina en la Universidad de Columbia a la par que tomaba cursos de escultura. Pronto descubrió que su pasión iba más encaminada a lo artístico que a la medicina y amplió sus estudios en la escuela Leonardo Da Vinci Art School de Nueva York. Fue ahí que, siendo un joven escultor, se interesó por el arte y la danza.

Se está hablando de los años veinte y treinta, una época en la que los intelectuales europeos y estadounidenses pasaban sus días creando y conversando, aprovechando el éxtasis y la abundancia después de la Primera Guerra Mundial y envueltos por el entusiasmo de la corriente artística del momento: el modernismo.

La modernidad artística fue un movimiento de experimentación creativa que tuvo un periodo de cien años aproximadamente (1870 a 1970). Comenzó en Francia con el impresionismo. Pero pronto el movimiento se fue propagando por toda Europa hasta llegar a Estados Unidos por la gran cantidad de extranjeros que tuvieron que emigrar a causa de las guerras.

A pesar de los distintos estilos y de las distintas vanguardias, la modernidad trató de romper viejos esquemas y proponer nuevas formas de ver lo estético. Y, por supuesto, hablar de un movimiento artístico involucra todas las formas del arte. La danza, el teatro, la pintura, la escultura, la arquitectura, la literatura y la música lograron un avance significativo gracias al modernismo en el arte.

Una de las grandes expositoras de la danza en el modernismo fue la increíble mujer Martha Graham, nombre con el cual dio a conocer el tipo de danza que inventó. El destino cruzó el camino de Noguchi con el de Graham para crear un intercambio artístico que fascinó por su proceso creativo y originalidad.

La bailarina y el escultor tenían un interés en común: el uso del espacio y la materia. La pintura tiene que ver con el uso de la superficie plana (el lienzo), la fotografía con el uso de la luz, pero la escultura y la danza utilizan la materia (artificial o corporal) dentro de un espacio delimitado que puede ser desde un escenario a una galería.

Noguchi ya había participado en proyectos conjuntos con personas de las artes escénicas. A los 22 años hizo las máscaras de papel maché para la coreografía de Michio Ito en la obra At the Hawk’s Well. Para ese entonces, este joven escultor ya relacionaba la conexión que hay entre el teatro, el ritual y la escultura: “El teatro es ceremonial; el performance es un rito.  La escultura en la vida cotidiana debe o puede ser así. Mientras tanto, el teatro me da su poética…”

A partir de ahí, Isamu Noguchi siguió trabajando cerca de coreógrafos, coreógrafas y danzantes. “El espacio se convirtió en volumen” como dijo Noguchi cuando completó su primer diseño de vestuario en 1935 para el ahora clásico Frontier de Martha Graham.

El escultor observó en Graham una danza “escultural”, así lo llamó él en una interesante entrevista con Robert Tracy. Martha se movía en un espacio escultural, es decir, emocionalmente cargado. La forma en la que ésta bailarina trataba su arte era asimilándolo con la realidad misma, como la escultura.

El espacio es el punto de convergencia ideal entre danza y escultura. En Frontier, Noguchi usó una cuerda para el escenario, nada más. La cuerda funcionó como escultura porque fue “moldeada” por el espacio del escenario, al contrario de una pintura que es plana y que se utiliza como fondo, la escultura es tridimensional y permite tener una perspectiva de la espacialidad del escenario. Luego Graham sigue “esculpiendo” mientras baila, porque usa el espacio como un concepto para la creación de sus movimientos. De ese modo, danza y escultura convergen armoniosamente en un solo espacio.

Otra colaboración entre el escultor y la bailarina fue para la obra Dark Meadow, donde, más que habitar un espacio físico, usaron el espacio mental para la interpretación. El tiempo primordial de la mente fue lo que Graham utilizó para lidiar con los espacios mentales, no había libreto, todo era abstracción. “La realidad de la mente” fue como Isamu describió a Dark Meadow. Cabe resaltar la dirección personal que Noguchi le dio a su obra, la mítica imaginación de los antiguos griegos, el inconsciente colectivo de Jung y el peso emocional.

Martha Graham e Isamu Noguchi colaboraron hasta 1988, juntos esculpieron el espacio, él con la materia y ella con el cuerpo. Ella inventaba los movimientos y usaba con creatividad cualquier objeto que él le proporcionara. Él visibilizaba ideas y dividía el espacio, extendía el escenario y lo convertía en un espacio escultural, un espacio donde el universo ocurría. Ambos eran una pareja artística constructiva, individuos que se transformaron en dúo. Noguchi y Graham dialogaron con la audiencia y el espacio, fueron modernos en todo su esplendor, rompieron las estructuras convencionales de sus disciplinas y colaboraron para experimentar a través del arte.

 

 

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