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El declive

¿Qué es la poesía? Sin duda es una pregunta que excede una nota como ésta. Sin embargo, vale la pena volver a preguntárselo cada tanto. Los poemas no promueven una transformación inmediata. Pero son algo fundamental en el mundo. Decirse un haikú cada tanto, que gracias a su brevedad es fácil recordarlos, ayuda a vivir: “Atardecer de otoño / también hay dicha / en la soledad”. Y recordando eso cada tanto, uno sabe que otros han pasado por las mismas cosas que nos suceden y que es posible continuar.

Ahí hay una certeza de la poesía, de su no inutilidad. Es una compañía y nos ayuda a vivir. ¿Acaso eso es poco? Un teléfono celular nos distrae, leer unas líneas bien escritas nos ayuda a concentrarnos. Hay ahí también otra certeza. Las palabras permiten revisar nuestra vida. Los poemas son formas de revisar la vida. “Un no sé qué que quedan balbuciendo” escribió Juan de Yepes o el otro Juan, Rulfo: “Qué es qué, pues eso.” Y eso que parece torpe dice a través de los siglos más que muchos discursos políticos. Salvo excepciones como siempre, como los de Martin Luther King.

Ilana Schmueli escribió un libro: Fragmentos de una época, una carta. Ahí relata su relación con Paul Celan. Fue una relación amorosa de juventud. Luego de muchos años volvieron a verse en Jerusalén: “Pienso en tu vida, en tu desgarramiento, en el alba tardía que he despertado en ti…”. El amor nunca se acaba. Como la materia, sólo se transforma. Y como escribió Kavafis sobre los jóvenes que salen del hotel después de haberse amado, no saben lo que ese encuentro significará para el poeta.

Celan decidió suicidarse en 1970. Pero desde joven, como abona Schmueli, estaba determinado a ser el poeta que fue. Desde que me acerqué a la poesía me sorprendió que todo mundo lo leyera como si fuera algo muy difícil y hasta incomprensible. A mí en cambio me decía cosas claras y sinceras. Ciertamente la poesía del siglo XX agregó complejidad. La historia estaba ahí, aunque no se expusiera abiertamente. También el deseo de decir de otro modo complicó las cosas. Las formas cambian conforme la humanidad cambia. Los temas son más o menos siempre los mismos. Pero decir: “De los álamos vengo madre / de ver cómo los menea el aire”, no es lo mismo que decir “vengo de los álamos madre a ver cómo el aire los menea”. 

La poesía es sentido en todos los sentidos. El sonido carga de emoción, al igual que una idea o una imagen. Ezra Pound lo describió muy bien. 

Empecé a leer a Celan por curiosidad. Todo mundo hablaba de él como un gran poeta. Había incluso muchos textos que buscaban hablar inteligentemente sobre su poesía. Se decía que era hermético al igual que Vallejo. Pero: “Fue domingo en las claras orejas de mi burro, / de mi burro peruano en el Perú (perdonen la tristeza)…”. No es hermetismo. Es un choque eléctrico. Con Celan pasa lo mismo.

Michael Hamburger, un poeta alemán que se afincó en Estados Unidos, escribió un libro muy interesante sobre la poesía contemporánea. En La verdad de la poesía describe muchas de las resoluciones que poetas del siglo XX optaron para encarar su oficio. La utilización del “yo”, por ejemplo, no fue la misma para Pessoa que para Celan. El poeta portugués prefirió atomizarse en muchos autores. Celan permaneció firme al uso del yo tradicional en la lírica. 

El mundo hoy es tan incierto como siempre. Pero el desconcierto nos amenaza de modo puntual. En algún momento de su vida Celan escribió lo siguiente: Junto a mí vive tú, igual que yo: / como una piedra / en la mejilla hundida de la noche // oh este declive amada, / donde rodamos sin cesar”. El poema sigue. Pero ¿qué hermetismo hay ahí? ¿Cuál es la dificultad de entender lo que se lee? Quizá lo que sucede simplemente es que no somos capaces de abandonarnos a la llaneza. Ilana Shmueli se enamoró joven de otro joven. Ahí no había otra pretensión que celebrar la vida, algo que la poesía ha hecho y esperemos siga haciéndolo por el bien de todos.    

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