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David S. Ware: El tercer oído. Hacia el descubrimiento de una poética musical

Estas líneas, escritas en otro momento y con otra finalidad, son hoy un homenaje para David S. Ware, quien falleció hace unos días, el 18 de octubre de este año.

  1. Explicación y antecedentes

En 1967, John Coltrane expresó: “Quiero ser una fuerza para servir al bien verdadero. En otras palabras, sé que existen fuerzas negativas, fuerzas que acarrean sufrimiento y miseria al mundo, pero quiero oponerme a ellas. Quiero ser la fuerza que sea verdaderamente para el bien”. Desconozco si David S. Ware leyó esta declaración de Coltrane, sin embargo, sus pronunciamientos sobre la música, dialogan con los de Coltrane, los continúan y amplían. Algunos elementos en el modo de entender la música, quizá no del todo en cuanto a la ejecución, coinciden entre los dos saxofonistas. Esto pude entenderlo así, a partir de una entrevista con Ware que puede verse en el sitio de la David Lynch Foundation Television. El video es un breve documental de trece minutos realizado en el 2011 por Amine Kouider. Por lo tanto, la película arroja información sobre lo que David S. Ware piensa al respecto de la música. La coincidencia entre Coltrane y Ware llamó mi atención, puesto que una tradición dentro del jazz, una línea que se desprendió de esta música durante los años sesenta y que se llamó free jazz o New Thing, para muchos había quedado diluida u oculta por otras experiencias musicales, quizá más notoriamente comerciales, pero menos interesantes desde la perspectiva del desarrollo de la creación de formas musicales nuevas que permitieran la transmisión de algunas inquietudes más personales.

  1. David S. Ware

David S. Ware nació 1949. Hace algunos años estuvo a punto de morir. Enfermo de un mal renal degenerativo, esperó durante largo tiempo un indispensable transplante de riñón que consiguió gracias a un entusiasta y generoso aficionado. Creció en los barrios de Scotch Plains en Nueva Jersey. Estudió música en el Berklee College of Music, y después se mudó a Nueva York dónde manejó un taxi durante catorce años hasta su regreso a Scotch Plains, momento en que decide dedicarse enteramente a la música. Hasta ahora lleva grabados como líder de proyecto veinticinco discos. Conoció siendo joven a Sonny Rollins convirtiéndose en una importante figura titular. Posteriormente también pudo asociarse al pianista y compositor de vanguardia Cecil Taylor y colaboró con él y con Andrew Cyrill, baterista de la Cecil Taylor Unit. Desde los años noventa fundó uno de los cuartetos más explosivos de la historia del jazz. Participaron en este proyecto reconocidos músicos como el pianista Mathew Shipp y el contrabajista William Parker. Bateristas que tocaron en el cuarteto de Ware hubo varios, entre ellos Susie Ibarra, Warren Smith o más recientemente Muhammad Ali, homólogo del famoso boxeador y colaborador de Albert Ayler, Frank Wright y Archie Shepp.

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Lo que caracteriza el sonido de Ware, además de su velocidad, es la fuerza y profundidad de su sonido. Escuchándolo he pensado a veces en bufidos salvajes de caballos. Sus solos son vigorosamente sostenidos —aún los más prolongados—, y a pesar del desgaste físico que esto supone, el rugido que sale de sus “cuernos” es franco y sólido como una escultura de Isamu Noguchi. Al escuchar, por ejemplo, Wisdom of Uncertainty (Aum Fidelity, 1996), el disco por el cual supe de Ware, el juego de notas que suben y bajan es tan poderoso que la consecuencia para quien escucha es la de caer en un trance, pero uno de armonía. Ware, como ya dije, retoma la música donde Coltrane la dejó en su último período, pero la modela de tal modo que la vuelve invariablemente suya. Coltrane demostró que la música podía volar y sostenerse en ese vuelo. Hizo del sonido del saxofón una voz, un canto, y sentó con ello las bases de una nueva expansión que puede reconocerse en músicos tan distintos como Archie Shepp, Peter Brötzmann o el mismo David S. Ware.

 

III. La entrevista

Del documental de Kouider, tomé solamente los comentarios de Ware y los traduje. A continuación, vienen estas intervenciones. Cuando me pareció pertinente, realicé alguna observación. En otros casos no me pareció necesario hacerlo pues dada la claridad de Ware, lo consideré redundante. La idea de revisar estos comentarios, es notar como hay un modo de entender y hacer música en donde todos estamos implicados. Este es el asunto que me parece fundamental de la música de David S. Ware, esa continuación, como he sugerido del proyecto de Coltrane. Creo que es importante mencionar que a pesar de las diferencias en cuanto a los contextos sociales y políticos de los años sesenta y de la actualidad, permanece una inconformidad general con respecto a algunos asuntos que siguen sin solución y que probablemente se han extendido aún con mayor arrastre. Las “fuerzas negativas” que “acarrean la miseria y el sufrimiento al mundo”, siguen operando, y la posición de Ware en este momento es, me parece, que la música, el free jazz, la improvisación, puede devolverle al hombre alguna libertad, y con ésta, una posibilidad de seguir creyendo en que es posible transformar el mundo, llevándolo hacia un estadio de bienestar.

Por otro lado no quiero dejar de subrayar que Ware entiende, como puede notarse en muchos de sus comentarios, que la música responde a una motivación “espiritual”. Este hecho no debe simplemente hacerse a un lado. Ware habla de ello y algo quiere decirnos. Es una dimensión que para él resulta fundamental.  

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No estoy interesado en las progresiones de acordes. No me hacen falta. Prefiero trabajar con conceptos. En ideas muy sutiles. Me interesa el sonido que obtienes del cuerno y como tocas, o en que el hecho de hacer música equivale a una realidad espiritual. Esta realidad existe en algún sitio entre esos mundos delicados. Es como buscar reconocer un mundo de sonido.

[Es bastante conocido que Coltrane desarrolló parte de su lenguaje aumentando las extensiones de los acordes y entremezclando progresiones de éstos. En este sentido Ware se separa de él, y como consecuencia el lenguaje de su música se modifica volviéndose más impredecible. Pienso que gracias a esta conceptualización, Ware, se acomoda a un dinamismo y a una sensibilidad más inmediata y fragmentada, algo más propio de nuestro tiempo.]

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Estoy recostado en mi cama, acabo de volver del ensayo, estoy en la cama de mi loft en Nueva York y, de pronto escucho esta música. Es como si alguien hubiera encendido la radio, y me hace saltar de la cama y me pregunto: ¿de dónde viene? Nunca había escuchado nada así. En la siguiente fracción de segundo descubro que viene de mi interior. Es como si toda la música sucediera al mismo tiempo, sin ninguna distinción: melodía, armonía, ritmo, y todo esto acompañado de colores. Imagínalo: toda la música que jamás existió, sonando al mismo tiempo: es un depósito, un depósito puro de sonido.

[Novalis, el poeta romántico escribió: “El hombre está solo con lo que ama”; pero eso que amamos primero tuvimos que hacerlo nuestro. Lo tomamos del mundo y de nuestras relaciones con éste y con los demás seres vivos. Somos un “depósito” dice Ware, que si poco a poco llenamos, después nos devolverá la música. Pablo Neruda lo dice mejor que nadie en las primeras líneas de “Alturas de Machu Pichu” de su Canto general: “Del aire al aire, como una red vacía / iba yo entre las calles y la atmósfera, llegando y despidiendo, / en el advenimiento del otoño la moneda extendida / de las hojas, y entre la primavera y las espigas, / lo que el más grande amor, como dentro de un guante / que cae, nos entrega como una larga luna…”.

Es atendible también, el reconocimiento de que la música posee “colores”. La sinestesia es un fenómeno más conciente en los artistas desde el romanticismo, y por lo mismo, para algunos, es una fuente y un recurso constructivo más].

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Estoy intentando dominar este instrumento llamado saxofón. En tanto que se convierte en una extensión tuya —de tu ser—, debes dominarlo para expresar todo eso a través suyo. Porque tu alma es algo muy muy delicado, es una cosa espiritual.

[En una ocasión, Robert Creeley cuenta que en una entrevista filmada, le preguntaban a Miles Davis cuanto le “gustaba” su instrumento. La pregunta lo desconcertó. Luego el entrevistador insistió y Davis finalmente lanzó su respuesta: “¡Es mi voz, muchacho! ¡Ya lo creo!”]

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Hay una voz hablando desde el interior de la música. Por lo que aprendes a escuchar la música con una especie de tercer oído. La mayoría no escucha con este tercer oído sino de forma superficial y dice cosas como “esta música es violenta, es una locura, es caótica”. Pero no es nada de eso. Algo más sucede que debes ser capaz de escuchar, es algo muy sutil, está dentro de la música. Es una voz que te habla. Son seres superiores .

Empecé con la música hace cincuenta años, en 1959. Estaba en quinto de primaria, y hubo una demostración de instrumentos en mi escuela. Cuando volví a casa le dije a mi padre que me gustaría tocar la batería, y me dijo: “por qué no pruebas con el saxofón”; y lo hice, sin cuestionarlo. Mi padre amaba el saxofón intensamente. Luego escuché una gran cantidad de jazz por mi cuenta en casa. Mi padre tenía todos esos discos sonando una y otra vez, música de saxofón. Así que, para mí, el expresarme a través de éste fue algo muy natural.

Para mí, desde el comienzo, tocar música siempre fue un camino paralelo a la espiritualidad. Tuve grandes ejemplos en Sonny Rollins y Coltrane. Así que asumí ese camino de la espiritualidad que va en paralelo con hacer música.

Tocar música es lo que hacemos, pero la espiritualidad es lo que somos. Por un lado está lo que uno es, y por el otro, la música, que es lo que uno hace. Ambas situaciones siempre deben ir juntas en la vida para alcanzar la plenitud.

[En este comentario Ware se extiende un poco más. Agrega como elemento nuevo, el concepto del “tercer oído”. Algo que interpreto como un modo de escuchar más atento y concentrado, también apoyado en el depósito interior que cada uno haya hecho de sí mismo. Otro asunto a considerar es el de la defensa de Ware contra la acusación de algunas personas con respecto del free jazz como una música “caótica” o “agresiva”. Como con casi todo, si uno coopera disponiendo su mente en un estado de apertura —los sonidos penetrantes, las variaciones de timbres y volúmenes, la melodía quebrada, el ritmo variable, las armonías superpuestas—, dejan de ser un problema y es posible tener entonces acceso a la música. Este “tercer oído” es un concepto interesante, pues supone, como ya dije, una disposición mental de apertura. No hay diálogo posible que no surja de esto. El lenguaje del free jazz y la música de improvisación, pueden ser abruptos, sin duda nos sacuden y nos sacan de zonas de comodidad, subvierten procedimientos de otras músicas a las que hemos estado más expuestos y a las cuales nos hemos acostumbrado. En algún momento leí que el pintor Franz Kline le respondía a alguien: si pintara lo que ya conoces te aburrirías. Si pintara lo que ya conozco, sería yo quien me aburriría. Pinto lo que no sé… Lo mismo sucede con la música de David S. Ware].

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Mi vida se centra en la meditación. Mi vida se centra en la espiritualidad. Así que para mí eso da un mayor significado. Llegué a la meditación trascendental a finales de los sesenta y principios de los setenta. Tenía 23 años, vivía en Nueva York. Recuerdo que después de mi iniciación despertaba sintiendo una gran felicidad y me decía, “ahora si estoy meditando”. Eso me daba otra razón para estar vivo. Y recuerdo, que después de ese momento, atravesé un período creativo muy importante. Por lo que para mí, primero está la meditación, y después la música.

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Sin duda el jazz es uno de los grandes tesoros del mundo. Es el más grande tesoro de la cultura norteamericana. El jazz consiste en ser creativo y mantenerse así, significa no ser cuadrados. El jazz busca sentir y cuestionar los marcos de referencia convencionales. Ser único, expresarse uno mismo, tener una voz y un estilo personales. Cuando te enfrentas a la música te enfrentas con el infinito. No hay principio ni final. Es un viaje sin fin. Es un océano que nunca terminarás de cruzar.

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Me gustaría pensar que mi música, le da a los demás, la habilidad de pensar más profundamente. Espero que la música lleve a la gente en una dirección más espiritual. Para que lo material no los destruya.    

[Para Ware, como se ve, una de las posibilidades de la música, es la de darle a otros herramientas para mantener afilados los sentidos, la mente, para fijar la atención. Esto no es un asunto menor, pues implica una responsabilidad trascendente con respecto al quehacer musical].

 

  1. Finalmente…

Finalmente quiero referir algo más que me parece resume de algún modo todo lo anterior, y que puede servir como una conclusión. En un disco publicado por AUM Fidelity en el año 2009 —Saturnian, una antología de solos en vivo y primer disco de un proyecto de otros del mismo tipo—, Ware toca tres improvisaciones con instrumentos poco comunes de aliento como el saxello o el strictch, además del saxofón tenor. La nota a continuación, acompaña la música densa y abierta de ese hombre solo, en la resonante explosión de su cuerpo: “Tocar solos de saxofón es lo que siempre he hecho. Ha sido el modo en que he practicado todos estos años, como si estuviera únicamente interpretando un solo. Es tan gratificante como hacerlo en cualquier otro contexto. La libertad te permite ser testigo y materializar lo que ocurre. Hay una voz dentro de cada saxofón, expresando distintos órdenes de Ser. Cuando escuches, trata de hacerlo con tu tercer oído. Atiende la voz dentro de la música. Eso expandirá a quien crees que eres”.

Ware con estas pocas palabras llama la atención nuevamente sobre asuntos complejos: sobre la concentración y ejecución del músico, sobre la audición, pero además expone un modo de entender la música en el cual ésta cumple una función y revela una poética. Dice: “expandirá a quien crees que eres”. Lo que significa que la música para Ware, es un vehículo de transformación humana que otorga nuevas posibilidades de ser y de estar en el mundo, tanto para quien la ejecuta como para quien la escucha. Una música concebida así, no puede quedar de ningún modo en el desconocimiento, pues es un esfuerzo de alguien para todos, y habrá que compartirla escuchándola. Y recordemos nuevamente a Coltrane. Para su disco Expression, el último grabado en un estudio antes de su muerte, el saxofonista norteamericano pidió no incluir ninguna nota de explicación o descripción en éste. Nat Hentoff, reconocido crítico musical, cuenta que Coltrane fue muy claro con él y con Bob Thiele, el productor de ese disco, al respecto: “…absolutamente sin notas. Sólo los títulos de las piezas y el personal. Habiendo llegado a este punto no sé que más puede decirse con palabras acerca de lo que estoy haciendo. Dejemos que la música hable por sí misma”. Por lo que sugiero, siguiendo este deseo de Coltrane, que para terminar con estas anotaciones escuchemos a David S. Ware. En varios momentos de sus últimas grabaciones Ware, luego de tocar intensamente durante un tiempo considerable, proyecta largas notas que en su rotundidad parecen decirnos: miren, se puede, vengan conmigo; y ése es ahora su legado.

Imagen por: Matthew Shipp

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