Entropía
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Cuatro poemas de Sebastián Arias

No tiene nombre

Cerca del fin del ciclo,
la gente en el frío
        se mira,
               se acerca,
                          se roza.

¿Sabrán que estamos muertos?

La conciencia
nace
sufre
cambia
y muere
en el yo indisoluble.

Pero eso no detiene las campanas

El yo que se calle y espere las 12,
El yo que se aturugue las uvas,
El yo que nos de banda y obedezca

                             dócil
                                     y     
                                          grácil.
2022

Agosto dos mil veintidós
Día de la Restauración
Seis treinta y ocho de la tarde:

Colapsa el elevado de la veintisiete

Había un sólo tapón
desde la bolita del mundo
hasta el puente flotante.
Bajo su sombra sufría todo lo que pensé que odiaba,
a los treinta segundos del primer crujido.

Los rayos de sol traslucían
en el aire espeso del carrito.
El hombro, la pierna, el otro hombro,
el desrizado de la morena del frente
limitaban mi cuerpo contorsionado.

Fue entonces
cuando se oyó
el primer crackity crack
del cielo gris prefabricado.

El chofer,
chilling en su infierno,
sale a chequear el motor
en medio de la humedad de una lluvia
que hace dos horas
dejó la ciudad hecha una lepra
de charcos sin fin.

Cayó el primer trozo de concreto
en la guagua del semáforo,

             la angustia
                      el pánico personal
             la supervivencia
                      lo odiado  
             el cráneo del chofer
                      sobre el cristal.

Segundos después,
la epilepsia deforma el espacio
en el grito degradado
de las cosas dejando de ser.

Yo,
pronto,
muero
bajo los huesos astillados
del Atlas del subdesarrollo
que cedió,
por fin,
al peso de los atardeceres
del trabajo humano.
No tiene nombre

La noche se desliza en espejos.
Sin descanso,
el reflejo de las gotas.

(Nadie me espera)

Mi sombra niega
la forma que la nombra

Agravo en la libre lluvia
que me apaga a pedazos

                   Vuelvo
                              volviendo
                                               a ser

                   Otro
                           trazo
                                    olvidado.
No tiene nombre

Corroo
el cuerpo pálido del tiempo.
Hacia el fondo de todas las caras,
hay un vaso vacío.

En esta logia,
quien no se  
des
               in
                            te
                                           gra
no grita,
no moja,
no mama.

Mientras tanto,
me sublimo al fragmento
y espero

Una forma que me devuelva la ilusión,
el sentido,
una sábana empapada de sudor.

Poemas inéditos cedidos por el autor


Sebastián Arias (Santo Domingo, 1995) Caerse de una yegua a temprana edad forjó su sonrisa. Estudia Comunicación Social mientras planea levantamientos populares y sociedades utópicas en su cabeza. Si pudiese abrazar a Dostoyevski, lo besaría.

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