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Conversación con Christian Díaz Pardo

¿Cómo empezó tu relación con el cine?

El cine fue parte importante de mi vida desde pequeño. Tal vez porque de niño nunca fui muy deportista ni popular en el barrio. Siempre fui de pocos amigos. Por lo mismo me pasaba los días leyendo y viendo la tele. El cine empieza muchas veces en la infancia como una puerta de escape, una ventana para ver otras cosas. Me acuerdo que de muy chico, era la época de la dictadura en Chile, las películas que pasaban en la televisión eran muy inocuas, películas demasiado livianas, muy de Hollywood. De pronto por la tarde se colaba una joya, los western de John Ford, El puente sobre el río Kwai, Lawrence de Arabia y el Doctor Zhivago de David Lean. También en la infancia me tocó vivir un reencuentro con mi padre al cual no veía durante seis años porque tuvo que salir de Chile por razones políticas. Yo tenía 6 o 7 años y él tampoco sabía bien de qué hablar conmigo o cómo acercarse a mí. Lo que se le ocurrió fue invitarme al cine. Entonces, claro, el recuerdo para mí de ese encuentro fue la película que vi con mi papá, ni siquiera conversamos de la vida, simplemente compartimos ver una película en la pantalla.

¿Qué películas se veían en este momento?

La película que vi con mi papá fue Robin Hood, la versión de Disney. También disfrute mucho de E.T. y de toda la saga de La guerra de las galaxias. Fue hasta mi pre-adolescencia que comencé a darme cuenta que el cine no era sólo entretenimiento, que también era una oportunidad para hablar de otro tipo de cosas. Me relacioné con películas que me sorprendieron y eso tuvo que ver con la edad, con el proceso hormonal y el calendario por el que uno pasa… Alan Parker fue una gran revelación en esa época, las películas de Jodorowsky, el cine chileno de la época, películas donde se hablaba de la dictadura o de las secuelas de ésta, como La Frontera de Ricardo Larraín. Recuerdo, tenía 13 ó 14, que me impactó especialmente: JFK de Oliver Stone. Fue una película de la que recuerdo salí impactado, con una visión del mundo modificada. Por primera vez para mí, se planteaba que la CIA o el gobierno estadounidense había planeado el asesinato de su presidente. Fue revelador en esa época de mi vida, un suceso cinematográfico, político y emocional. De ahí en adelante comencé a clavarme en conocer directores, me di cuenta que si me gustaba una película y después veía otra hecha por el mismo director, había una conexión entre ellas, me hice seguidor de directores como Scorsese, Coppola, Brian de Palma y Stanley Kubrick.

¿Se veía en Chile cine de otras latitudes, de otras partes del mundo, además de Estados Unidos?

Era muy difícil en ese tiempo. Había una censura feroz. Recuerdo claramente que no tenía la edad para verla y, aunque la hubiera tenido, no hubiera podido hacerlo porque en Chile estaba prohibidísima La última tentación de Cristo de Scorsese. Chile es un país muy conservador, donde la iglesia católica tiene una influencia enorme en la opinión pública y en las grandes tomas de decisiones del país. Era difícil ver películas que no fueran de Hollywood. Se colaba una que otra película de arte entre comillas, alguna de Almodovar, Stephen Frears o Fellini,  El cine de arte de esa época, te estoy hablando de los ochentas, proyectaba a Charles Chaplin, lo que es maravilloso, pues permite ver como el cine logra, de alguna forma, burlar la censura. Proyectar los ciclos de Charles Chaplin para los militares era algo inofensivo, lo que por supuesto no es así. Era complicado ver otro cine en esa época, no era como hoy que existe internet. Pasaba un poco como con la música, te prestaban un VHS copiado con La batalla de Chile, lo veías en una calidad pésima y con un sonido horrible, pero era así que a veces lograbas verlo en la clandestinidad. Como decía, podían colarse algunas cosas, pero el mainstream era Hollywood, el cine norteamericano.

¿Había alguna gravitación del cine de Raúl Ruiz, por ejemplo?

Sí, pero también era un cine de poco alcance, de pocos espectadores, había un acceso limitado a sus películas… Una película que todo Chile vio, fue Palomita Blanca. La película quedó inconclusa, se estuvo filmando en los primeros años del gobierno de Allende (1970-1972) y es un retrato increíble del Chile de esos años, llegó el golpe de estado (1973) y no hubo estreno, hasta que terminó la dictadura en 1990, casi dieciocho años después. El cine de Raúl Ruiz era conocido, pero por otro lado, su lejanía en Europa no ayudaba. Las películas que hizo después no llegaron como uno hubiera querido, por lo menos en la época que a mí me tocó vivir allá. Claro, sabíamos quién era Raúl Ruiz, sabíamos donde estaba, que hacía cine, pero no teníamos oportunidad de verlo… Personalmente crecí con otros directores chilenos. Vi mucho más a Silvio Caiozzi, Miguel Littín, a Jodorowsky. Estaba también el cine de Gonzalo Justiniano y Ricardo Larraín a finales de los ochenta y principios de los noventa. Hay que entender que la producción chilena de ese momento era un desierto, que se lograba hacer una película cada dos o tres años. Prácticamente no había nada. Cada tanto salía una película chilena con intensiones comerciales y punto. El panorama, en el fondo, era de resistencia.

¿Tú hasta cuando estuviste en Chile?, porque en realidad hiciste tus estudios de cine en México.

Terminé la prepa en Chile y después estudié fotografía fija ya sabiendo que quería hacer cine. Pero en ese tiempo me sentía joven e inexperto. Sentía que no tenía nada que contar o no con la madurez suficiente. Estudié foto fija cuatro años para aprender el cine desde su raíz y luego vine a México. Era el año 2001. Tenía clarísimo que quería estudiar cine y también tenía claro que en Chile no iba a poder. Igualmente sabía que podía no estudiar cine y aún así dedicarme al cine, pero sentí que eso a mí no me iba a funcionar. Necesitaba una escuela más formal, había crecido en un país donde hubo una dictadura, donde todo mundo te dice qué hacer.

En Chile era difícil estudiar cine y cualquier otra cosa y sigue siéndolo, pues Pinochet acabó con la educación pública y la privatizó totalmente. Existía la Escuela de Cine de Chile, que era una institución buena en teoría, pero privada y cara, y con una infraestructura muy pobre en equipo. Por lo que además de pagar por estudiar, había que financiar lo que fuera para realizar cualquier fase del proceso de un proyecto. Existían también otras escuelas aparte, como de comunicación audiovisual, pero las realizaciones de los alumnos que lograban circular no me gustaban. Eran muy básicas, de poca hondura y poca técnica, influenciadas predominantemente por la televisión. Por lo mismo no vi eso como una alternativa para mí.

Consideré entonces que irme a Europa implicaba entrar en una realidad muy lejana para un chileno. Pensé igual sobre los Estados Unidos, así que me decidí por Latinoamérica. Pensé en países como Argentina, Brasil, Cuba y México con una tradición no sólo de producción de cine, sino también de la enseñanza sobre éste. Yo ya conocía México y siempre lo sentí más cercano a Chile que otros países latinoamericanos. Empecé a investigar sobre las escuelas de cine que a pesar de ser relativamente jóvenes, tenían muy buenos resultados. Ya a finales de los noventas era bastante reconocido lo que se llamó “Nuevo Cine Mexicano”. Me inscribí para hacer el examen en el CUEC y en el CCC, pero en esta última se me pasó la fecha por andar de fiesta. Entonces hice solamente el examen del CUEC y quedé descalificado en la primera etapa. Todo eso fue devastador para mí. Después pasé por un período de depresión y me replanteé si realmente iba a aguantar un año completo antes de volver a hacer el examen. Pero al año siguiente estuve más concentrado y me inscribí a los exámenes de las dos escuelas y en el CCC logré finalmente ser aceptado.

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Después de este proceso de formación, finalmente lograste terminar una película que ahora se estrenará próximamente, que ha ganado ya algunos premios, ¿Cómo fue el proceso de hacer González? ¿Cómo empezó el proyecto, el guión? ¿Cómo trabajaste?

Cuando terminé la escuela, sentí la urgencia y la necesidad de hacer algo lo más pronto posible, pero la mismo tiempo, tenía la sensación de que quería hacer algo distinto en el sentido de que durante la vida académica realicé varios ejercicios de ficción y otros documentales de los que quería alejarme. En la escuela no tienes tiempo de perfeccionar, haces las cosas y si te equivocaste, a lo que sigue. En cuanto a los temas que había abordado, por ejemplo en los cortometrajes que hice de ficción, eran historias de niños, de pre-adolescentes. Siempre algo autobiográfico, auto-referencial, y quería descansar de eso. Me dieron ganas, para González, de hacer algo diferente, una historia más de adultos, para adultos, donde tuviera oportunidad de hablar de temas o cosas que me interesan ahora. Tenía dos o tres ideas de lo que quería hacer. Al final me decidí por esta historia. Todo partió de una anécdota de cuando estaba en la escuela. Teníamos que hacer un ejercicio de documental y una compañera me dijo que iba a ir a una iglesia cerca de su casa con gente bien interesante y ella fue y se presentó de una manera muy ingenua.

Pero ¿qué tipo de iglesia?

De estas iglesias neo-evangelistas, muy relacionadas con la televisión, tienen su programa a la hora de los infomerciales y sus programas son también como un infomercial, y generalmente tienen sus pastores o predicadores que vienen de Brasil, hay muchas iglesias similares. Es algo muy reconocible para la gente, sobre todo porque están en la televisión abierta y tienen una presencia como fantasmagórica en la cabeza de las personas. Bueno, esta chica fue y se presentó muy ingenuamente como estudiante de cine y le dijeron de inmediato que no podía grabar nada. Se fue caminando hacia su casa y se dio cuenta que la siguieron durante varias cuadras. Entonces su idea de documental se convirtió en un thriller en la vida real, un thriller de suspenso y eso justamente, esa anécdota, se me quedó dando vueltas en la cabeza y por mucho tiempo fantaseé con la idea de hacer un documental al respecto.

Pensé largamente cómo hacerlo, cómo entrar y grabar, con una cámara escondida o de botón. A lo mejor hubiera sido interesante, pero no se por qué en algún punto de esta reflexión, se me ocurrió que estaba mucho más divertido hacer un guión de ficción en donde pudiera crear personajes y situaciones. Eso me iba a dar la oportunidad de hacer un comentario o alguna reflexión más precisa de otros asuntos y presentarlos de una mejor manera. Comencé a escribir, primero solamente un argumento de la historia y después un primer guión. Obtuvimos un pequeño apoyo del CCC para el proyecto, se integró Fernando del Razo como co-escritor del guión y empezamos a trabajar de un modo más fino, construyendo los personajes, las situaciones, preocupándonos del ritmo, la resolución dramática, la atmósfera, etc.

¿Cómo fue el proceso de filmación? ¿A quién convocaste como actores? ¿Cómo fue sucediendo todo?

Por un lado fue un proceso que yo lo viví largo pero a lo mejor no lo fue si lo comparas con otros proyectos que toman más tiempo en concretarse. Desde que estoy escribiendo el guión tenía en la cabeza a Harold Torres porque lo había visto en otras películas y me llamó mucho la atención su capacidad de hacer personajes completamente diferentes de una película a otra. Decidí mandarle el guión y ver qué opinaba y le encantó y se emocionó mucho con el proyecto. Se unió, grabamos un teaser para gestionar el dinero, para hacer la película, pero eso no ocurrió, aunque a mucha gente le pareció interesante y nos ayudó a conseguir un apoyo para el desarrollo del proyecto. Con ese dinero filmamos por segunda ocasión un teaser, ahora si con mayores recursos y con un despliegue de producción más importante. Harold propuso a Olga Segura para el rol de Betzabé y grabamos el teaser con ella. Lo hizo fantástico y se sumó al proyecto. Harold me propuso también a Carlos Bardem pues había trabajado con él en Días de Gracia, le enseñó el trailer y aceptó el papel del Pastor Elías.

Con ese trabajo de dos minutos también fuimos al Festival de Guadalajara en donde le dieron un premio al proyecto y más tarde aplicamos a los fondos para producción de cine en donde afortunadamente salimos ganadores. Para llegar al punto de tener el dinero y realizar la película hubo todo un camino un poco escabroso. Pasaban semanas de total incertidumbre. Una vez confirmados los recursos pasamos a otra etapa, también muy compleja, de planificar la logística para conseguir que lo que está escrito en papel, se transfiera bien la pantalla, con buenos actores, buenas locaciones, un buen diseño de producción, sonido, música, fotografía… y para lograr eso necesitas rodearte de gente talentosa y trabajadora. Juan Pablo Ramírez hizo una fotografía increíble, Alisarine Ducolomb se encargó de la dirección de Arte, increíble también. El vestuario de Julio Marín fue acertadísimo, el maquillaje a cargo de Itzel Peña grandioso, el sonido de Axel Muñoz junto al diseño sonoro de José Miguel Enriquez y Pablo Fernández es impactante, la música de Galo Durán por momentos delirante. Jonathan Hernández fue mi asistente de dirección y estuvo soberbio, así como todo el resto del equipo humano que participó en la filmación. Y la edición con León Felipe González fue clave para el resultado final de la película. Cada período tiene su complejidad y su dinámica.

Al margen de toda esta situación, ¿cuál dirías que es tú manera de ver el cine después de haber hecho esta película? Me refiero a que si tienes una poética o no, tu película es una película de autor y al mismo tiempo es accesible para mucha gente, no es una realización excluyente, al contrario, me parece que hay un intento por hacer un tipo de cine de mucha calidad pero compatible con un público muy amplio. ¿Tú lo buscaste así?

Creo que para llegar a definir eso, es algo que debe hacerse desde el principio del proyecto, desde la raíz original. Es una decisión que debes tomar en el comienzo y no al final del proceso. Al final del proyecto es difícil ser juez, uno puede declarar intenciones o voluntades, pero es muy soberbio, al final, decir, “esto es lo que hice”. La idea original era, justo un poco lo que dices en el sentido de que no quería renunciar a un cine accesible, si se pudiera decir, masivo, pero también quería tener elementos de un cine más contemporáneo, de un cine más complejo. Hay concepciones que terminan siendo poco precisas o injustas, es como decir que “todas las películas de Hollywood son malas”. Hay una serie de calificativos hacia las películas comerciales o clasificaciones, que no siempre son precisas. Desde mi percepción como espectador de cine, siempre me han gustado las películas que te enganchan y que de alguna manera logran esa magia de transportarte y no perder tu atención e introducirte en un mundo. Sin embargo, creo que hay como subcategorías, creo que hay películas de Hollywood que pueden ser interesantes o pueden ser de autores y otras películas también de Hollywood que están hechas para que las personas no piensen.

Que no les digan lo que ya saben…

Exacto, o películas que son cerradas, en el sentido de lo que tú debes percibir o entender y todos los datos que debes obtener de la película tienen que estar dados por la película misma. Si yo quiero que te pongas triste, voy a poner una canción triste para que te sientas así. A mí me interesaba hacer una película que fuera más abierta, que no fuera didáctica, es decir, que el espectador de alguna manera tuviera que completar o imaginar, donde realmente se produjera esta cosa mágica, una asociación de imágenes y la conexión entre ellas. Entonces esa era un poco la idea, hacer una película que tuviera los elementos de ambos mundos, que fuera una película “masivo-contemplativa” y claro, era algo un poco ambicioso, es difícil por no decir imposible, dejar contento a todo el mundo, finalmente una película como González, como cualquier otra, toma un riesgo en ese sentido.

Imagen por: En Filme

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