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Cámara oscura, una pieza de Jorge Juan Moyano

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Instalación de medidas variables

Materiales: espejo, fotografía impresa sobre trovicel, pintura acrílica y tinta indeleble sobre muro.

Sala Juan Cordero, Casa de la cultura, Puebla. Diciembre, 2012.

 

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Una trampa de noche para un tigre azul, el azul que en su estado de fluosforescencia y neón ha capturado con desfachatez la lente oblicua del deseo. ( máscaras excitadas de los aventureros nocturnos). De noche, bien dicen, todos los gatos son pardos y la luna es de plata. Y salir felinamente a ganarse la plata requiere la fosforescencia de “los juguetes que se iluminan en la oscuridad”.

Jorge-Juan-Moyano-Gomez

Entre más frenéticas sean las materias, las carnes y las luces dispuestas en el hotel Jorge Juan, mayor fosforescencia acumulará, pero, ¿qué lee el tigre en el contraste de esa señal nocturna? Y, ¿qué el visitante?, ¿cuál puede ser la equivocidad de esa imagen?: pasarla por alto, calificarla de ordinaria, reír de su “rascuachismo”, o ir más allá de lo evidente y demandarle a la moral una explicación obligatoria ante la violencia de la exaltación.

La tigresa, un animal fiero y en su confinamiento ¿raspa las paredes de su alma?, ¿la tiene?; vemos en ella la encarnación de una tierna tigre de cereal, nos parece que sabe lo que hace y que lo hace de modo inocente, o ¿es que la mano que ata la máscara detrás de su nuca, tiene vida propia? ¿A quién pertenece esa mano que no tiene guante como tiene máscara la cara?, ¿al tigre o a la mujer?, ¿cuál de ellos pretendería someterse o atreverse a encapuchar o desencapuchar su “cara-nombre-naturaleza-alma”?, Son los dos movimientos posibles que capturan en la imagen, y luego entonces, ¿quién es Yessi?

¿Cuál es pues, la trampa existente en ese cuarto?, ¿para quién? Un tigre es devorado si no sabe interpretar, nosotros, ¿no estamos siendo devorados al no poder decir qué enuncia furtivamente la fotografía?

La bio-química del deseo absorbida por el comercio: el azul neón y su inestabilidad de excitación, y bio-políticamente: una generación espontánea que pare ficciones y da la pauta para insistir que la realidad siempre las superará. Es una foto real, es decir, todo aquello que en este anuncio queda apresado en la clausura de la sociedad y que le rapta el criterio necesario para saber si se trata de una puesta en escena o de la degradación del arte.

La pieza Hotel Jorge Juan, muestra “kinkyanamente” la conciencia escópica. La puesta en escena enmarca a través del espejo el juego entre el hombre y el animal, entre la máscara y la persona, que compensados en la fantasía cobran desproporción en lo real. Vigilar y castigar, desear e imaginar que el punto ciego que nos lanza el espejo nos viene dado por la imposibilidad de restaurar la escena primera, el inicio de la imagen que nos es preciso relatar y que construye la perspectiva con la que vemos. Ahí pues que la conciencia evada su plenitud. Sin embargo la mirada, aquella que es capaz de reconciliar la anamorfosis del espejo, con la tangencialidad del ojo sabe que el espectador no puede dominar; que el hombre no es quien doma a la bestia.

La fascinación y repudio de esta pieza proviene de la reformulación en la que queremos insistir: ¿qué es lo que estamos viendo? Si algún día esta pregunta repone su peso las eventualidades con las que corrió la construcción del Hotel Jorge Juan serán simple muestras del poder ocular, del prefijo verse-viendo que nos engaña como lo hace la fosforescencia del azul.

Imagen por: Revista Replicante

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