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La muerte de un poeta

La semana pasada trascendió en distintos medios la noticia de la muerte de Juan Gelman (Buenos Aires, 1930, Cd. De México, 2014). Gelman padecía desde tiempo atrás una enfermedad de la médula ósea llamada mielodisplasia, causante de su deceso. Su muerte ocurrió el martes 14 de enero y sus cenizas, según sus deseos, fueron esparcidas en Nepantla, lugar de nacimiento de Sor Juana Inés de la Cruz.

La muerte de Gelman disparó un importante número de textos. Esto era de esperarse dado el carácter polémico de su figura pública. Gelman dedicó una buena parte de su vida a la militancia política desde distintos frentes. Primero en el partido comunista, después en la guerrilla urbana conocida como montoneros y siempre como periodista. Defendió muchas veces una revolución armada, algo contrastante con un hecho que marcaría también su vida pública: la desaparición de su hijo y de su nuera, y la incansable búsqueda de su nieta que trascendió durante años la prensa antes y después del feliz encuentro entre el abuelo y la niña.

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Desde cierta perspectiva estar con Gelman o no estar con él tenía serias implicaciones que casi siempre trascendían el hecho de que escribiera poemas. Su poesía, como la de pocos, se entremezclaba con el hombre y dificultaba cualquier comentario crítico o no. Para mí, los poemas de Gelman me resultan muchas veces monótonos y un tanto sentimentales. Es cierto que con cada libro nuevo se arriesgaba a inventar un sistema poético nuevo, pero la repetición de ciertos hallazgos terminaban desgastados ante la repetición. En distintas ocasiones sentí que su poesía exageraba ciertos tópicos, el dolor y la miseria, por ejemplo, que sentía como una queja y una facilidad y no como algo verdaderamente necesario. Me parecía más un acto publicitario que literatura.

La poesía, sea como sea, desborda todo dique. En el caso de Gelman, también ha sucedido así. En el tiempo de la larga duración del que hablaba el historiador Fernand Braudel, se desintegrará la paja y quedará la sustancia, es decir sus mejores poemas, que desde mi punto de vista pertenecen a su libro dibaxu, -así, con minúscula- probablemente el más breve de todos y donde se condensan muchos de los mejores recursos de Gelman: el uso de una voz coloquial y directa, los diminutivos precisos, un corte hábil de la línea, la recuperación y activación de un vocabulario tan antiguo como el español mismo. En 1996, en el número 24 de la revista Poesía y poética apareció un puñado de poemas antecedidos por la nota que comparto a continuación. De dicho texto me parece, emana el Gelman más poeta, el más celoso de la poesía y confiado de sus alcances y de su capacidad de expresión. Pero juzgue el lector.

*

“Escribí los poemas de dibaxu en sefardí, de 1983 a 1985. Soy de origen judío, pero no sefardí, y supongo que eso algo tuvo que ver con el asunto. Pienso, sin embargo, que estos poemas sobre todo son la culminación o más bien el desemboque de Citas y Comentarios, dos libros que compuse en pleno exilio, en 1978 y 1979, y cuyos textos dialogan con el castellano del siglo XVI. Como si buscar el sustrato de ese castellano, sustrato a su vez del nuestro, hubiera sido mi obsesión. Como si la soledad extrema del exilio me empujara a buscar raíces en la lengua, las más profundas y exiliadas de la lengua. Yo tampoco me lo explico.

El acceso a poemas como los de Clarisse Nikoïdski, novelista en francés y poeta en sefardí, desvelaron esa necesidad que en mí dormía, sorda, dispuesta a despertar. ¿Qué necesidad? ¿Por qué dormía? ¿Por qué sorda? En cambio, sé que la sintaxis sefardí me devolvió un candor perdido y sus diminutivos, una ternura de otros tiempos que está viva y, por eso, llena de consuelo. Quizás este libro apenas sea una reflexión sobre el lenguaje desde su lugar más calcinado, la poesía.

Acompaño los textos en castellano actual no por desconfianza en la inteligencia del lector. A quien ruego que los lea en voz alta en un castellano y en el otro para escuchar, tal vez, entre los sonidos, algo del tiempo que tiembla y que nos da pasado desde el Cid.”

*

Los poemas de dibaxu se numeraron, a continuación, un ejemplo:

VI

 

folyas curiladas y verdis/

folyas secas/folyas friscas

cayin di tu boz/

durmidas/

 

durmin dibaxu dil sol/

dibaxu di vos/

veyy cómu aspiran

qu’il spantu si amati/

 

il sol senti cayer

tus folyas/qui

timblan nila nochi qui

insiende il bosco/

 

VI

 

hojas coloradas y verdes /

hojas secas/hojas frescas/

caen de tu voz/

dormidas/

 

duermen debajo del sol/

debajo de tuyo/

mira cómo esperan

que el espanto se apague/

 

el sol oye caer

tus hojas/que

tiemblan en la noche

enciende el bosque/

 

Imagen por: Andina

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