Aunque nos frecuentábamos poco, no pasaban más de dos o tres meses para que tuviéramos algún encuentro. Nos veíamos para comer o para tomar un café, nos llamábamos de vez en cuando y más raras veces nos juntábamos para cenar en su casa con algunos otros amigos. A veces la conversación y el vino nos ponían a bailar, y más de una vez salí de su casa al amanecer cansado pero contento y cargado con la electricidad suficiente para seguir con la vida.
A Javier Barreiro lo conocí hace más de quince años. Algunos compañeros de la universidad lo invitaron a unas jornadas de literatura y no recuerdo bien con quien más sostuvo una conversación. Mis compañeros invitaron a Barreiro por intermediación de Hugo Gola, quien era en ese entonces nuestro maestro de poesía latinoamericana. Con Gola, Barreiro mantenía una amistad sostenida sobre todo por el amor a la poesía. En Poesía y poética, la revista que Gola editaba en la Universidad Iberoamericana, Barreiro colaboró con traducciones de Ingeborg Bachmann, Ernst Meister, Pier Paolo Pasolini y Giuseppe Conte. Además en el número 33 apareció su conmovedor poema “Bajo una lluvia invisible”, que formaría parte de su libro Animal sin manada (Umbral, 2000). Sus líneas iniciales son inolvidables y transparentes, algo inusual luego de que alguien nos ha roto el corazón: “Recién te fuiste pero seguís / rondando en el centro impalpable de mí…”.
Más adelante coincidimos otra vez gracias a Gola, ahora en su revista El poeta y su trabajo. En ésta, me encargaba junto con Juan Álcantara del trabajo de edición. Por lo mismo me tocó recibir durante diez años las cuidadas traducciones de Barreiro y ordenarlas dentro del proyecto de cada número. Para El poeta y su trabajo Barreiro entregó “Rap y poesía”, un ensayo acompañado de unos poemas de Edoardo Sanguneti, poemas de Roberto Musapi, Milo de Angelis, Amelia Rosselli, además de un trabajo de Pasolini sobre el plano secuencia, un texto de Mario Gamba sobre el compositor Giacinto Scelsi, otro más de Alessandro Cassin sobre la artista norteamericana Morgan O’Hara, y una entrevista que el mismo Barreiro le hizo al escultor Jorge Yazpik. En El poeta y su trabajo Barreiro también publicó un extraño poema propio, “Braille D’Amour”. Sus poemas bordearon siempre aquello que sucede durante y después de la experiencia amorosa. Son poemas sutiles que no evaden lo cursi pero que tampoco caen en los lugares comunes. Sobra decir que esto es una virtud, y que como propuesta amplía la zonas de registro de la poesía en nuestra lengua.
En el 2009 publiqué Las máquinas simples, un libro misceláneo con poemas de varios años. Para presentarlo pensé en tres amigos inteligentes y con capacidad crítica. No me interesaba el elogio sino el comentario verdadero. En esa ocasión estuvieron acompañándome Juan Carlos Cano, Enrique Flores y Javier Barreiro. Me dio gusto que estuvieran ahí. Hoy me da mucha bronca que el diálogo se interrumpa por un cáncer, por suerte fulminante. Javier Barreiro Cavestany trabajó mucho editando libros y revistas. Viajó por todo el mundo y logró hacer suyas muchas lenguas con las cuáles tuvo acceso a lo mejor de la literatura mundial. Disfrutó del teatro, de la danza, de la música, del arte en general. Escribió sobre arquitectura y urbanismo de forma sutil y razonada. Gustaba del cine y fue realizador de un documental. Tenía una sonrisa contagiosa, un carácter generoso, acumuló sin presunción conocimientos precisos sobre sus interese y no tengo la menor duda de que el núcleo duro de su existencia era la poesía que desde su interior, emanaba hacia todo lo que emprendía.
no voy a dejar que me quieras
así como así en el límite
de lo imposible acariciándome el pelo
no voy a dejarte
aunque me sienta el más desdichado de los perros
ya me arranqué de la correa
precipitado hacia un abismo mudo
otro amor atenazado no me deja
ser el mismo que te busca
en el límite de lo imposible
estoy fuera de tu órbita
así como así lo he decidido
con toda la rabia chorreándome el hocico
husmeo en los rincones apartados huesos
roídos hasta el hartazgo
como una droga del olvido
no voy a dejar que me quieras
en la entrada de tu guarida
hay cuerpos desparramados un imán
con metales oxidados que dan frío
yo chapoteo en mi barro troto
sin rumbo por calles vacías
combato no sé bien qué
pero combato contra mi orgullo
de bestia herida te regalo la única
flor en el jardín abandonado
toda una identidad que se desploma
en el páramo de voces acechándome
no voy a dejar que me quieras así
por lo que más quiero
y no me quiero
y no me callo
y te prohíbo que me entiendas
(De Animal sin manada)
Imagen por: Pablo Lazo