En días pasados murió Joseph Jarman, uno de los cuatro fundadores e integrantes del Art Ensemble of Chicago. Con su muerte deja como único continuador al destacadísimo multinstrumentalista Roscoe Mitchell.
The Art Ensemble of Chicago hoy quizá resulta un grupo singular. En su momento puede no haberlo sido tanto pues navegaba junto a otros proyectos parecidos, amplios, que buscaban incorporar a la música de jazz una dosis más importante de improvisación, pero también la integración de otras músicas, sobre todo de África, pero también de Asia, de Oriente medio y de una América más profunda.
Tanto Jarman como Mitchell, como Malachi Favors y Lester Bowie, eran músicos con formación profesional. Conocían perfectamente la tradición de la música occidental, lo que les permitió, asumiendo sus intereses como músicos negros, aceptar los avances de compositores contemporáneos como John Cage o Karlheinz Stockhausen. Al igual que compositores como Frank Denyer o Salvatore Sciarrino, buscaron extender las posibilidades de instrumentos como el saxofón o las percusiones.
The Art Ensemble of Chicago encarna en este sentido estas dos tendencias de la última música, la integración de otras músicas a la música occidental y las técnicas extendidas. Encarnan también el paso indiferente de la composición a la improvisación. Algo en realidad no tan nuevo si consideramos la observación del musicólogo Christopher Small en su libro Música. Sociedad. Educación., de que la tradición de la música occidental es en realidad muy breve, apenas unos cuantos siglos, si se le compara con la música de la India o de China.
El jazz, pero sobre todo el free jazz, es una música de carácter fuertemente político. Luego de que las grandes bandas de jazz desaparecieran, salvo la de Duke Ellington, se formaron tríos y cuartetos, pequeños combos que podían articular sonidos de modos más orgánicos. Fue entonces cuando Charlie Parker dijó que iba a tocar tan rápido que ningún músico blanco pudiera alcanzarlo. Y el pájaro, sabemos, lo logró.
Con el free jazz el movimiento negro encontró una voz. “Alabama” de Coltrane es una protesta tan sólida como un golpe de Muhammad Ali o un discurso de Martin Luther King o Malcom X. The Art Ensemble of Chicago prolongó esta tradición de un modo digno e innovador. En los años setenta, ochenta y noventa, la electrificación del rock ocultó el trabajo de experiencias musicales extraordinarias. Los grandes escenarios prefirieron las masas y el dinero derivado de éstas. Los festivales buscaron lo mismo, eso y el culto a la personalidad más que al talento y la experimentación. Salvo lugares excepcionales como el Knniting Factory de Nueva York o el Les Instants Chavirés de Paris, los músicos de free jazz e improvisación se quedaron sin espacios.
A todo eso sobrevivió The Art Ensemble of Chicago. Nos quedan sus múltiples grabaciones y su espíritu alocado y rudo, lúdico y mordaz, que como en el poema “Respiraciones mentales” de Allen Ginsberg, es el aire que ha recorrido la atmósfera terrestre, ha viajado por el Tíbet y las Rocallosas y sigue siendo el aire vital que respiramos.
Imagen por: Tom Copi, Dani Leinhard