El 10 de noviembre de 1928 el periódico berlinés Voisschen Zeitung comenzó la publicación por entregas de Im Westen nichts Neues de Erich Maria Remarque. En 1929 la Propyläen Verlag de Berlín publicó por primera vez la novela como libro. Ese mismo año se tradujo a veintiséis idiomas, incluido el español. Para septiembre, Sin novedad en el frente, traducida del alemán por Eduardo Foertsch y Benjamín Jarnés, había ya alcanzado su tercera edición. En 1930 fue llevada al cine en Estados Unidos con el título All Quiet on the Western Front y el filme ganó dos premios Óscar al mejor director y a la mejor película. En Buenos Aires, el 24 de noviembre de 1929 Roberto Arlt publicó una de sus Aguafuertes en el diario El Mundo que llamó “El Teniente 1º interrumpe su lectura”, mientras que en París, el 11 de agosto del mismo año, César Vallejo escribió una crónica para El Comercial que tituló “Un libro sensacional sobre la guerra”.
Roberto Arlt dice haber leído Sin novedad en el frente en una traducción de Álvaro Yunque y Vallejo se refiere a su traducción al francés, titulada À l’Ouest rien de nouveau. Roberto Arlt escribe “Ustedes sabrán que el libro Sin novedad en el frente es la obra más revolucionaria, humanamente revolucionaria, que haya podido escribirse después de El fuego de Barbusse y El hombre es bueno de Leonard Franck.” César Vallejo, en cambio, concluye su comentario sosteniendo que:
Si Remarque hubiera atmosferizado su relato en un franco pensamiento revolucionario, su obra habría ganado inmensamente, definiéndose conforme a las exigencias modernas de este género de obras. La única forma de condenar la guerra y de trabajar por la paz, consiste en hacer la revolución. “Para ser sincero y realmente antiguerrero –dice Barbusse- hay que ser revolucionario. Utilicemos, al efecto, nuestro prestigio (habla de los antiguos combatientes) de testigos y actores de la gran guerra. El resto es literatura”, Remarque ha preferido neutralizarse y él mismo nos lo declara, diciéndonos, en el prefacio de su obra: “Este libro no es una acusación ni una profesión de fe. En él trato solamente de decir lo que ha sido una generación destruida por la guerra, aun si ella ha escapado a los obuses”.
Llamar revolucionaria o no a una obra y a partir de ahí apreciar su calidad literaria era moneda frecuente en los tiempos de Arlt y de Vallejo. Remarque, en efecto, afirma según la traducción española que su libro “Sólo intenta informar sobre una generación destruida por la guerra. Totalmente destruida, aunque se salvase de las granadas”. Dejando lo político, sobre lo estético Vallejo dice que “Remarque trascribe la tragedia del soldado, con una fidelidad y un sentido de reportero incomparable” y “Los que admiran a Remarque no deben indignarse si sostenemos que su mejor calidad está en su gran sensibilidad cinemática”. Roberto Arlt, por su parte, dice:
El libro de Remarque es, sobre todo, impresionante, porque desde el principio al fin, lo que vemos o escuchamos es el trabajo del cañón. El monstruoso cañón. De principio a fin. La gama de todas las explosiones, la macabra fantasía de todos los despedazados. Y como contraste maravilloso, en un pueblo lejos de las líneas del frente, algunos profesores alemanes conversando de lo heroico de la guerra. Y en la trinchera, cargada del fango, que escupe a cada segundo el rebote de la metralla, unos estudiantes de filosofía que se dicen:
Y todo lo que hemos estudiado, ¿para qué nos sirve? En la universidad se nos enseñaba la belleza de la guerra, de lo heroico, de las conquistas, la grandeza del militarismo, la filosofía de Kant, pero aquí todo eso ¿qué tiene que ver con la guerra? ¿Con la horrible guerra? ¿Con el hombre que durante cuarenta y ocho horas gime enterrado bajo cadáveres?
Noventa años después, el libro de Remarque todavía nos interroga, sin haber padecido nosotros las granadas ni el terror de las trincheras.