Resulta sorprendente que a estas alturas del partido haya tanta controversia en torno a una cantante como Rosalía. Su presentación en la entrega 33 de los premios Goya desató una polémica que no tiene sentido. Qué más da que ella sea catalana y no gitana. Qué importancia tiene si se transgrede un género musical, en este caso el flamenco. ¿No es justamente eso lo que mantiene vivas las cosas? ¿No preferimos el agua fresca, la que corre, a la estancada? ¿No hizo eso mismo Isamu Noguchi con la escultura y el diseño?
La diversidad es absolutamente necesaria y hay que defenderla. La pureza es un concepto que resulta cuando menos cuestionable. Gracias a la defensa de la pureza han habido genocidios por decir sólo un ejemplo de su poder destructor. Por otro lado, la diversidad enriquece al mundo. Juan Rulfo le dice a Clara, su mujer, en una carta, que “es en la diferencia donde reside el gusto por las cosas”. Y esto es aplastantemente cierto.
Por otro lado la diversidad supone transformaciones positivas. Se ve hasta en la biología. Las razas finas de perros sufren deterioros genéticos, enfermedades de todo tipo. Los perros mestizos refuerzan con cada generación su especie. La “pura mezcla” dice Oliverio Girondo en su famoso poema de Enlamasmédula. Y es que eso también puede observarse en lo mejor de la literatura. ¿La Celestina a qué genero pertenece?
Edward Sapir en su libro El lenguaje explica y describe que cuando la escritura se aproxima e incorpora el habla siempre cambiante surgen obras como la de Shakespeare. La mezcla es absolutamente necesaria. Es pulsión de vida y Rosalía y Pablo Díaz-Reixa Díaz, El Guincho, productor y autor de algunas letras de la canciones del exitoso polémico disco El mal querer, consiguieron una obra singular, excepcional. La fusión de flamenco y trap, no es sólo afortunada, es potente. La voz de Rosalía es intensa y sutil cuando debe serlo.
Frases como “mucho más a mí me duele de lo que a ti te está doliendo”, demuestran inmediatez y verdad porque surgen de lo que todos renovamos cuando hablamos. Y si observamos con cuidado, en esta oración hay palabras muy cortas, monosílabos que reproducen el dolor, la imposibilidad de articular nada, y sin embargo esas palabras expresan, describen.
Y decir que la mezcla es exclusivamente entre el flamenco y el trap es en realidad demeritarlo. Hay siglos de música que atraviesan esas canciones. En “De aquí no sales”, la cuarta canción del disco (y esto es relevante porque el disco cuenta una historia de una pieza a otra) se suman, sí, flamenco, pero además música medieval y ruidos de la calle. Y esa música del medievo es a su vez la suma del mundo árabe y la tradición de la música occidental.
Los videos de las canciones que pueden verse en YouTube poseen mucho magnetismo y son también elaboradísimos, una síntesis de muchas cosas. Las coreografías repiten algunos lugares comunes, pero lo que las vuelve atrayentes es su energía, algo que no siempre se logra. Los videos son en general visualmente complejos. Juegan con colores muy contrastantes, ediciones vertiginosas que intercalan detalles y movimientos en cámara lenta que acompañan de modo inseparable la intensa y amplia voz de Rosalía y la música de ella y El Guincho.
El disco dialoga con el Roman de Flamenca, una novela del siglo XIII que se escribió en occitano, la lengua de los trovadores, según nos cuenta Jorge Carrión, escritor español, en un artículo publicado en Ñ, suplemento del diario Clarín. La novela es sobre un marido celoso que maltrata a Flamenca. Algo, por supuesto, de hoy. El machismo ha existido y continúa. En el horizonte del arte contemporáneo, digámoslo sin más, hay mucha charlatanería. El mal querer no es eso, por el contrario es una obra que viene de un lugar inesperado. Si es o no un producto del capitalismo tampoco importa, hoy todo se encuentra atravesado por el dinero.
El mal querer produce preguntas para todos y, por su belleza, genera y generará goce, algo que muchas veces nos negamos.
Imagen por: AFP