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Que se halla por ventura | Carlos Gutiérrez Alfonzo

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Que se halla por ventura
Carlos Gutiérrez Alfonzo
Biblioteca Chiapas. Colección La verde Espiga
México, 2015

La poesía salta como la libre, indistintamente. Al igual que Jorge Leónidas Escudero muerto hace muy poco en su país, Argentina, en la lejana provincia de San Juan donde vivió prácticamente toda su vida, Carlos Gutiérrez Alfonzo escribe desde la periferia, en su caso, desde Chiapas, más específicamente desde San Cristóbal de las Casas, donde además fotografía cielos con obsesión.

En los últimos años la poesía mexicana y su crítica ha estado demasiado ocupada en descubrir talentos jóvenes o en continuar ensalzando a figuras francamente desgastadas. Hay mucha dispersión, demasiada confusión. Ser joven o viejo es una arbitrariedad que nada tiene que ver con escribir buenos poemas. Las editoriales de poesía en México dan muchos tumbos y como bien anticipó Enrique Santos Discépolo en su famoso tango “Cambalache”, convive la Biblia junto al calefón.

Que se halla por ventura de Carlos Gutiérrez Alfonzo es un libro limpio y maduro, escrito sin prisas ni ambiciones superfluas. Posee una naturalidad infrecuente derivada de la utilización de un vocabulario cercano al habla coloquial de una comunidad precisa, incluso familiar. En este sentido su título es una poética doble. Por un lado indica el deseo de encontrar en el poema, en la poesía, un hallazgo fortuito; por otro, continuar una tradición, que tiene en la “Glosa a lo divino” de San Juan de la Cruz, una piedra de toque, algo que entiendo como la combinación de ciertos elementos como el habla cotidiana, la claridad y el asombro, como un modo de hacer explotar una expresión.

Gutiérrez Alfonzo entonces escribe desde la periferia pero al mismo tiempo desde la exploración. San Juan de la Cruz fue un experimentador. Gutiérrez Alfonzo también lo es. Práctica a lo largo de su libro el poema largo y el poema fugaz, en los dos, ocurre la chispa. Las palabras en ambos casos dibujan partituras. Cuando el aliento se extiende las palabras tienden a atomizarse sobre la página. Cuando el poema se repliega, lo que no significa que pierda intensidad, se aprieta en un rincón.

Que se halla por ventura se estira y se contrae, es materia flexible, es como aquella mancha amarilla con que William Carlos Williams describía el amor en un poema, algo que se expande y lo va tiñendo todo como el ámbar de la miel. Poemas breves y largos, poemas de una página o series de varias páginas conviven sin imponerse unos a otros, crean un equilibrio. Lo dulce y lo amargo son igualmente una misma cosa, son una invitación anticipada:

 

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Como puede observarse un sonido ni abierto ni cerrado, una “e” que se prolonga, establece una armonía, un sentido amplio lejos del concepto, sonido solamente, un equilibrio, un tono llano que cuestiona la vida, la celebra, la acepta buenamente con sus idas y vueltas, en fin, Gutiérrez Alfonzo tendría que leerse porque “el viento / da al hombre la palabra[…]”.

 

 

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