En 1933, el mismo día que hoy, 19 de febrero, nació Eunice Kathleen Waymon quien se convertiría artísticamente en Nina Simone. Una niña de condiciones familiares y económicas precarias descubre la música en la iglesia. Esa niña no sólo se reconforta con escuchar, siente el impulso de tocar. Observa y atiende con cuidado cada gesto del pianista local. Un día se acerca al piano, tiene apenas tres años y se prueba así misma que algún sonido puede organizar. A los 12 años realiza su primer concierto. Asistentes blancos obligan a sus padres a moverse de lugar. Nina Simone retira sus manos del piano. Sus padres vuelven a sus asientos y el concierto sucede.
Más tarde y por impulso de una de sus maestras de música logra asistir a la prestigiosa Julliard School of Music de Nueva York. Pronto se da cuenta que su lugar está en otro lado. Se mueve a Filadelfia con su familia y empieza a investigar el blues y el jazz. Toca en algunos lugares en Atlantic City y finalmente con “I love you Porgy” de Gershwin, logra un Top 40 en Estados Unidos.
Los años sesenta son tiempos difíciles y hostiles. Nina Simone tiene el doble problema de ser negra y mujer. Participa en movimientos de Derechos Civiles, hasta que en 1970, decide salir de su país. Esto le sucedió desafortunadamente a muchas mujeres talentosas como por ejemplo, la extraordinaria pintora Joan Mitchell. La primera vez que vi una pintura de Mitchell de algún modo la relacioné con Nina Simone. En esos colores festivos y desgarrados al mismo tiempo, en esa gracia y esa violencia, las dos coinciden profundamente.
Esa niña sentada frente al piano ya no es ahora una niña. Es una mujer que ha sufrido de modo terrible. Ha tenido problemas de impuestos, impuestos que se ha resistido a pagar como protesta a la guerra de Vietnam. Ha vivido en la Isla de Barbados, en Liberia, en Inglaterra. Al final logra instalarse en Francia, en Aix-en-Provence, en 1992.
A partir de entonces la vida cambia poco a poco y su música y sus canciones agregan su belleza y densidad a la experiencia humana. Nina Simone no sólo fue una extraordinaria pianista. Era una magnífica y versátil cantante. Igual que aquello que se decía así mismo Mohamed Ali, logró “volar como una mariposa y arremeter como una abeja”. La lista de canciones de Nina Simones es muy grande, cada uno tendrá su favorita. Quienes ya la admiran, lo seguirán haciendo, porque los seres humanos nos acompañamos de la música que nos toca. Los que no la conocen y tengan el placer de encontrarse con ella por primera vez, quizá se deslumbren, o no, tampoco importa. Esa música está ya en el aire que respiramos y seguiremos respirando hasta el final de todo cuanto venga.
¡Felices 85 Nina!