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El Instituto de Marina Abramovic

Considerado como un arte alternativo, el performance hoy forma parte de colecciones de muchos de los museos más grandes del mundo. Forma parte también, de instituciones que buscan no sólo presentarlo, sino además preservarlo para que futuras generaciones puedan entenderlo y valorarlo. En los años setenta muchos artistas consideraban que el performance no podía venderse ni presentarse más de una vez. Sin embargo, en el 2005, en el museo Guggenheim de Nueva York, Marina Abramovic borró esa concepción y abrió un espacio para reelaborar piezas que otros artistas presentaron alguna vez en el pasado.

Marina Abramovic The Past, The Present,The Future of Performance Art

Hoy, museos como el MOMA, el Guggenheim y el Whitney, coleccionan, documentan y presentan estas nuevas versiones al público. Este trabajo no ha sido fácil, pues la naturaleza efímera de esta forma del arte, obliga a reflexionar sobre las posibilidades de volver a presentar y preservar estas obras. Abramovic, en este sentido, ha jugado un papel indispensable, pues gracias a su obra podemos profundizar en nuestra comprensión del arte en general, sobre sus audiencias y también sobre sus instituciones.

Marina Abramovic nació en Belgrado en la antigua Yugoslavia, el 30 de noviembre de 1946. A principios de 1970, Abramovic comenzó a utilizar su cuerpo como medio de trabajo artístico. Desde entonces, con el fin de transformarse, ha experimentado con los límites físicos y mentales del ser humano. Las obras de Abramovic incluyen situaciones como cortarse con cuchillos, tallar su abdomen con una navaja, sentarse frente a una audiencia y tomar drogas psicoactivas, gritar hasta perder la voz, bailar desnuda hasta derrumbarse, permanecer inmóvil mientras personas le apuntan con una pistola, o quedarse sentada y en silencio durante 736 horas y 30 minutos sin interrupción.

En su trabajo, Abramovic propone una circunstancia, un tiempo y un contexto determinado para que tanto el artista como su audiencia, experimenten “algo” juntos. Y a pesar de que la artista pone sobre la mesa una propuesta, nada es predecible, cuestión que otorga a las obras un carácter de experimentación constante.

El performance es un arte “en vivo”, y a diferencia de otras formas artísticas, lo que sucede, ocurre en tiempo real. No hay nada ilusorio en el arte del performance, ha dicho Marina Abramovic alguna vez. En la pintura quien observa puede apreciar el resultado sin la presencia del autor, algo distinto de lo que ocurre en un performance donde el artista y la audiencia son parte de un mismo proceso. El performance intenta no mediatizar la relación entre el artista y la audiencia. Algo interesante al respecto del performance es que se borran las fronteras entre arte, artista y público. La audiencia se vuelve de un modo co-creador, y el artista un elemento del arte.

El trabajo de Abramovic con los años se ha ido centrando en experiencias de larga duración. Esto es así debido a un asunto obvio, que las acciones que ocurren en sus performances se prolongan o repiten por mucho más tiempo. Con ello la artista busca tener junto con su audiencia una experiencia física y mental más intensa y también más comprometida y consciente.

Hoy, a sus sesenta y siete años, Abramovic trabaja para realizar uno de los proyectos más ambiciosos de su trabajo. La intención es modificar la apreciación del performance como algo efímero y establecer que es posible practicarlo como una experiencia de larga duración, como algo permanente. Dentro del Instituto Marina Abramovic, un espacio de más de 3,000 metros cuadrados ubicado en Hudson, cerca de la ciudad de Nueva York, los asistentes tendrán que ejercitar su mente y su cuerpo por seis horas.

El proyecto se encuentra ahora en la etapa de recaudación de fondos, pero la idea es que la audiencia tendrá que comprometerse mediante un contrato a permanecer en el espacio y recorrerlo durante el tiempo establecido abandonando su reloj, su teléfono celular y su cámara. Al entrar al Instituto, cada persona recibirá un par de audífonos contra el ruido y una bata de laboratorio. Después, caminarán y tomarán agua lenta y conscientemente, intercambiarán miradas con otras personas, y recorrerán el espacio sembrado de artefactos que buscarán producir muy distintas experiencias que se renovaran con cada nuevo visitante.

Imagen por: Arina SK

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