Al final de su reseña sobre Aura en el número de julio de 1962 de la Revista de la Universidad, Carlos Valdés pregunta si “¿no basta un idioma para expresar cualquier clase de emociones?” El cuestionamiento de Valdés puede ser retórico. Así, “basta un idioma para expresar cualquier clase de emociones”, y el uso del francés de algunos personajes resultaría forzado. Por mi parte, considero que las intervenciones en francés no son impostadas ni tampoco un alarde que interrumpa el desarrollo de la trama. Antes me resulta consecuente que por exigencias mismas de la historia el conocimiento de la lengua francesa de Felipe Montero sea puesto a prueba y que las memorias del general Llorente, escritas en francés, sean leídas en francés por el lector de la nouvelle. El recurso me parece mesurado y dota de un dinamismo a la narración cuando el relato así lo exige.
Ahora bien, el efecto conseguido con cualquier otra lengua se pierde en francés, ya que por contraste es exótico ante otro idioma pero opuesto a sí mismo se vuelve familiar. Éste límite va más allá de cualquier virtud o pericia de la competencia traductora. A esta dificultad se enfrentó Jean-Claude Andro, traductor al francés de Aura, quien sólo pudo dejar los pasajes originales en francés con una pequeña nota “En français dans le texte. (N. D. T.)” en todos los casos.
Hay, sin embargo, una labor que Andro sí llevó a cabo: identificó los errores en francés en el texto original y los enmendó en su traducción. Retomo aquí otra pregunta que se desprende de la reseña de Valdés: ¿está bien o mal escrito el francés de los personajes de Aura? Primero hay que decir que de los tres personajes quien tiene intervenciones más extensas es el general Llorente. El francés que leemos de la señora Consuelo y el de Felipe Montero es hablado, y se reduce a un pequeño intercambio de frases y al llamado que hace la señora Consuelo a su coneja Saga. También es necesario precisar que en la misma narración el propio Felipe Montero cuestiona la calidad del manejo del idioma que encuentra en las memorias. Así lo deja ver cuando dice “El francés del general Llorente no goza de las excelencias que su mujer le habrá atribuido. Te dices que tú puedes mejorar considerablemente el estilo, apretar esa narración difusa de los hechos pasados…” (30). Si bien nunca se menciona la ortografía, sí se habla del “estilo” que puede ser mejorado “considerablemente”. Con esto quiero decir que no se puede clausurar la posibilidad de que los errores que hay en el texto de Aura no correspondan al autor sino al personaje de quien se pone en duda el manejo del idioma.
En la traducción de Andro en ningún momento se dice algo acerca de los errores; simplemente son corregidos sin mayor aclaración. Estas faltas pueden ser atribuidas al personaje y no al autor. También pueden ser errores de dedo o bien sí pueden ser faltas del autor que, sin embargo, no fueron corregidas desde la primera hasta la edición más reciente. Cotejé la primera edición con la 56ª reimpresión de 2011 y esta última, ya sin viñetas, mantiene exactamente el mismo texto y la misma distribución en la página. Escuché un audio de la lectura de Aura en voz de Carlos Fuentes y donde está escrito “moi qu’aimais tellement les jolies bêtes…” él lee “moi qui aimais…”, lo mismo ocurre con “si innocent” que es leído “si innocente”, lo cual prueba que, por lo menos en francés oral, el autor se apegó a la norma. Este detalle hace que me decante por tomar los errores como una característica de la escritura del general Llorente. El hecho de que Felipe Montero abra el capítulo III con esta observación y que al final del mismo capítulo haya hasta cuatro errores, podría ser la prueba que confirma lo dicho por Montero. En todo caso, para el lector de lengua francesa los errores son evidentes y es por ello que Jean-Claude Andro –o quien hizo las pruebas del texto– enmendó esas “minucias”. De otro modo, pasan desapercibidas.