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Cien caballos en el mar

Cien caballos en el mar
Alfonso López Corral
Editorial Paraíso Perdido
Guadalajara, 2017

México es un país que si bien se sabe es muy diverso en cuanto a su cultura, tiende a ser un país tratado de modo general por los medios de comunicación. Hay una división importante en cuanto al territorio mexicano: el norte y el sur. El México que más se promociona turísticamente es el del sur por sus geniales artesanías, su comida variada, su arquitectura y sus colores. Pero ¿qué hay del México del norte? ¿Se reduce a ser una región árida llena de matorrales, pastizales y narcos? ¿O hay algo más?

Sí, hay algo más, y Alfonso López Corral lo muestra en las 105 páginas del libro que tituló Cien caballos en el mar, haciendo alusión al segundo de seis cuentos que integran el libro. La habilidad narrativa del autor hace que el lector o la lectora imaginen un escenario norteño como lo muestran las películas y series de televisión: el asfixiante calor, la tierra, los cerros, la playa y sí, también los narcos y la delincuencia:

“Mala suerte porque algunas veces el retén estaba libre y los guachos ni siquiera se acercaban a tu ventana a preguntar procedencia y destino.

Apagué el aire acondicionado a pesar de que afuera estábamos arriba de cuarenta y el sol, al poniente, comenzaba a meterse a la cabina.”

Pero, aunque la descripción es lo suficientemente buena para adornar los cuentos y ambientar a la persona que está leyendo, “la cereza del pastel” es la manera en la que se expresan las personas y la forma de pensar e interactuar con el entorno que los rodea. Alfonso López supo utilizar expresiones propias del lenguaje coloquial mexicano de una manera elegante dentro del lenguaje literario. Es cierto que las expresiones y los coloquialismos, así como el acento, varían según las regiones de cada país.

En el norte de México, y en este caso Sonora, la gente tiene una manera muy peculiar de hablar. Las palabras que el autor utiliza como “cabulear”, “chamaquear”, “enclenque”, “cabrón”, “plebes” o “parientes” son utilizadas con frecuencia por los norteños, pero son entendibles por la gran mayoría de mexicanos, dotando a cada cuento de gran autenticidad dentro del contexto del México contemporáneo.

Gran parte del éxito de los cuentos de Juan Rulfo fue la manera en que utilizó el lenguaje de los personajes de sus cuentos, la forma en la que logró que se expresaran hizo sentir a muchos mexicanos y mexicanas un aire reconfortante de pueblo, y por supuesto, de tradición. Así, Cien caballos en el mar también tiene ese aire norteño, a playa, desierto y cerro.

Navojoa se hace presente en los cuentos del escritor. Él describe muy acertadamente aquél sitio debido a que es su lugar de nacimiento, en cuentos como “Cien caballos en el mar” y “Karma por amor”. Otro lugar, como el cerro del Coralillo que también se encuentra en el estado de Sonora, tiene su aparición en el cuento “Karma por amor”:

“—¿Por qué se llama Coralillo? –preguntó Eleazar.

—Porque hay muchos chanates –respondí.

Soltó una risita nerviosa. No le agradó mi respuesta, pero le daba más miedo que el cerro hiciera honor a su nombre.”

El orden en el que están acomodados los cuentos es relevante. Empieza con una situación típica entre los estados del norte de la república mexicana: los retenes militares en las carreteras para pasar “al Norte” (Estados Unidos): Pero luego, mientras uno avanza en las páginas del libro, se logra ver a otros personajes en situaciones más específicas que no tienen que ver con ser mexicanos, sino con el mundo que les tocó vivir y cómo reaccionan a ello. Por ejemplo, en “Poliomelitis”, una joven afronta sus problemas estando incapacitada por la enfermedad, con una madre alcohólica y un vecino violento.

El norte de México va más allá de narcos y delincuencia, los cuentos de Alfonso López Corral, ganador del Premio Nacional de Cuento Joven Comala 2013, hablan de la superstición pero sobre todo de la esperanza y de los pequeños “granos de bondad” que hay en medio de la violencia que acecha a quien se deje tentar por ella: un hombre sabe que no debe hacer intercambios con un delincuente pero confía en su suerte, otro vende gatos y los ve como mercancía pero se asquea cuando se entera de unos crímenes contra la dignidad de los animales del pueblo, otro hombre sabe que puede derrotar a su enemigo y salir triunfador pero no lo hace y acepta las consecuencias, y la lista sigue y sigue con cada cuento mostrando un lado muy frágil de la humanidad, un lado que no sabe distinguir que está bien o mal pero sabe qué es “lo menos peor”. Cien caballos en el mar es, en conclusión, un pequeño libro con un gran contenido.

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