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De serse en demasía y la pretensión de estarse en todas partes.

MulaBlanca40

Vidas Paralelas
José Miguel Barajas
Colección Tierra Adentro
México, 2015

 

En el día décimo tercero de la primera luna del año.

Entonces tomé el librito de la mano del ángel y lo comí. En mi boca era dulce como la miel, pero cuando lo hube comido amargó mi vientre. Me dijo: “Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes”.

Ap. 10; 10-11

el nombre de las marionetas es, realmente, lo menos importante en el drama/ el público ha llenado el lugar,, los actores están sobre el escenario y dicen o han dicho ya sus largos parlamentos/ falta sólo la revelación de un dios desde la máquina y la caída consecuente del telón.

La figura:

/¿qué es Vías paralelas?/ una serie de caminos que confluyen; un grupo de fantasmas que murmuran entre sí, se comunican sus obsesiones en forma de espejos, duplicaciones, resonancias: una trenza donde la vida, la reflexión y la literatura se funden y confunden hasta ya no quedar claros sus bordes, o bien, mejor dicho, hasta que esos bordes se demuestran falsos,, también, como sugiere la portada, cartografía de un vasto territotrio de ideas cuyas callejas, avenidas y vías forman un polígono dinámico, siempre cambiante:

la figura tiene varios puntos y aristas que la unen: la Ciudad de México, Xalapa, San Andrés Tuxtla, Coatepec, Nantes, Aguascalientes, San Luis Potosí, el Istmo de Tehuantepec, San Cristóbal de las Casas, La Realidad, Marruecos, París, Chapingo, son sólo algunos de los puntos geográficos que, bajo el tapiz de las letras o sobre él, tienden cordeles entre una punta y otra/

, los lugares son también temas, personas, personajes, máscaras, ideas peregrinas que saltan de un enunciador a otro, de un lugar en el mapa y en el calendario a otro:: en realidad, como le ocurre al narrador con El libro vacío, Vías paralelas es un volumen que se pretende grimorio:: acaso no sin excentricidad, una y otra vez, su autor repite el gesto de arrojar los dados y dar inicio a una comunicación con sus antepasados.:

el rito ha puesto a funcionar la maquinaria fantástica y las consecuencias todavía escapan a nuestra visión. Mejor lo dijo Borges: la primera letra del nombre ha sido articulada.

Disparatario ‘patafísico:

Cierto amigo, hace poco, al comentarle algunas ideas sobre este evento, me conminó: “no vayas a caer en eso de hablar del autor y de tu relación con él y olvidarte del libro, que es de lo que se trata”. Nunca he sido obediente. Estoy a punto de ceder a la incalculable fuerza gravitatoria del chisme, deidad secreta y verdadera de todos los que profesamos el culto a la palabra,, y tengo una justificación que juzgo idónea: Montaigne dijo, en nota tan breve como famosa, que el tema principal de sus ensayos era él mismo. “No es porque sea mi amigo”, se suele decir en estos casos, y acaso sea exacatmente porque es mi amigo, pero me parece que pocos ensayistas que haya conocido han conseguido con par éxito trasladar su personalidad a la voz que narra e hilvana:

En efecto, puede que ustedes lo duden, pero conversar con José García, quiero decir, Miguel Barajas, es navegar por una idea de Valéry y, medio segundo después, el útlimo gol de Messi; un meme que le pareció chistoso y, antes de que uno termine de darse cuenta, un verso de Homero. Si no fuera porque en nuestros tiempos los juramentos sólo sirven para levantar la sospecha, juraría que esto es verdad. El discurso del narrador de Vías paralelas es el mejor retrato de voz que José Miguel pudo hacer de sí. Esto no sólo le agrega al texto un valor autobiográfico, lo vuelve entrañable y cercano, y lo sitúa definitivamente del lado de lo vivencial, cosa no siempre hallable en otros ensayistas. Ahora, regodeándome de plano en mi abyección, prosigo mi caída hasta el terreno de la anécdota:

Estando juntos cierta noche, en cierto café que se llamó Barragán y se encontraba en la calle del mismo nombre, Miguel y yo habíamos llevado un cubilete y unos dados para lanzarnos amistosas puyas, el azar de por medio. Es necesario saber que ante todo, para Miguel, es necesario saber cuántas veces debemos abandonar nuestra novia para huir de sexo en sexo hasta el fin de la tierra. Dicho de otra forma, Miguel es un asiduo practicante de lo que Pitol y antes Bach llamaron “el arte de la fuga”: siempre está pensando a dónde salir volando desesperadamente. Asignamos, entonces, el valor de ciertas ciudades a los dados, que eran tres: Lyon; Burdeos y Estrasburgo. Cada una de ellas estaba asociada a un proyecto, una beca y una mujer. El resultado de este juego fue Lyon. Yo, con ánimo de molestar, dije “se me hace que no te lo estás tomando en serio; yo creo que en el fondo querías que saliera Estrasburgo pero te dio miedo”. Me miró y dijo, con una seguridad que hubiese envidiado Alejandro, el macedonio, “si hubiera querido que saliera Estrasburgo hubiera hecho esto” y levantando el cubilete, lo agitó con furia, lo azotó sobre la mesa y descubrió los dados que mostraban exactamente la combinación de Estrasburgo:: conviene recordar que Igitur, salvado de las llamas, y que Miguel Barajas tradujo al español, contiene el sino de su vida. Tal vez Mallarmé llegó a pensar que una tirada de dados jamás aboliría el azar, pero Vías paralelas es un resultado de ese tirar de dados primero, la magia domesticadora del azar puesta en discurso.

Decalaje:

Antes de proseguir quisiera llamar la atención sobre algunas hebras del tejido que fácilmente podrían pasar desapaercibidas en una primera lectura: la mención repetida de los barbomantes y de cierta Gran Orden de la Barbomancia; la colocación, al inicio, de las palabras de Gilgamesh; Antonio Mora, una faceta poco frecuentada de Pessoa; la presencia de Rumi; el hecho de que no se oculta lo que de suyo no puede mostrarse.

El hombre que fue muchos:

Juan Gelman, en una breve pero intensa confrontación con el texto que ahora nos ocupa, dijo de él, aproximadamente, que era más de lo que se presentaba a primera vista,, así, el nombrar ensayos a estos textos puede obstaculizar una comprensión más amplia de ellos. Quisiera reparar ahora en su cualidad dramática:: si se piensa que el ensayo trata de cierto personaje histórico llamado Paul Valéry, llamado Jorge Luis Borges o Fernando Pessoa, se es, todavía, muy ingenuo. Me parece que en ningún momento se trata tanto de reconstruir unas personas y unos hechos (bien que hayan existido y se nos mencionen, con fechas y otros “datos duros”) como de dar vida a la representación interna de esos personajes en la mente del narrador. Libro dirigido “a la inteligencia del lector”, pero que quiere, sin embargo, ser el corazón puesto al desnudo de quien hila frases, épocas, caracteres y textos impresos con el vasto texto del mundo, a través de un palimpsesto que es también una afirmación identitaria contra la pureza y a favor de la más salvaje hibridación. Texto, en este sentido, tramposo, que se presenta al lector como una obra del pensamiento, fruto de un arduo trabajo intelectual y de investigación acerca de varios autores consagrados de la historia de la literatura y que sin embargo es una discusión apasionada entre múltiples voces que residen en la mente de quien las piensa; una apropiación existencial porque de su equilibrio y proporción dependen las lecturas, el orden y las interpetaciones que pueda otorgar a los eventos de su vida y a su manera de estar vivo. No se trata entonces de un discurrir o un pensar la vida y la literatura; se trata de una serie de estrategias para juntar los pedazos que componen una vida en una imagen coherente y compleja, en un intento susceptible de existirse y comunicarse por asociación, por ritmo y por amor al lenguaje y a la vida anímica que es la vida toda de la que dispone el ser humano en su intento de “no ser nada ante lo Omnipotente y tener aparte en sí todos los sueños del mundo”.

No sé…, quizá ustedes han venido esta noche pensando que asistirían a la presentación de un libro. Y quizá escenografía y escenario, actores, máscaras, parlamentos, usos y costumbres contribuyan a tener en pie el engaño: he aquí un laberinto: no se trata de un libro sino del planteamiento de un misterio: ¿qué hay detrás de las glosas escritas por una sombra en el ejemplar del libro que se encuentra dentro del libro que se encuentra dentro de este texto que es parte de la presentación de un libro que se encuentra dentro del texto en que, en este momento, algo, al escribir, nos escribe?

Pero estas dudas, que podrían tomarse por burla de algún texto elizondiano, competen poco, me parece, al autor que así se ha retratado y proyectado en nuestro imaginario, y habrán de quedarse con sus eventuales y afortunados lectores. Él es barbomante, dice, y el barbomante no persigue: encuentra; no produce realidad: aguarda la confluencia y actúa según sus capacidades para leer lo que el universo exige de él, teniendo en poca cosa sus intereses o deseos personales. No vive: es vivido. Y deja constancia de la manera en la que ha sido vivido para que otros también se permitan ser traspasados por la creación.

el nombre de las marionetas es, realmente, lo menos importante en el drama/ la primera letra del nombre ha sido articulada y a la audicencia, en tanto mundo que existe y se transforma, no le queda sino esperar el lento pronunciarse del enigma y la caída consecuente del telón.

Aaron Siskind

 

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Interesado primero en la literatura inglesa, el fotógrafo norteamericano Aaron Siskind, nacido el 4 de diciembre de 1903, comenzó sus estudios en Literatura en la Universidad de Nueva York en 1926. Sus grandes inspiraciones en aquel momento fueron Vachel Lindsay, Louis Untermeyer, T.S. Eliot y Ezra Pound.

El también poeta, tuvo su primer acercamiento a una cámara fotográfica cuando recibió una como regalo de bodas. Así comenzó su relación y pasión con la imagen: Me dieron una pequeña cámara como regalo de boda de una amiga muy querida. Mis primeras fotos fueron tomadas en mi luna de miel. Tan pronto como me familiaricé con la cámara, estaba intrigado con las posibilidades de expresión que ofrecía. Fue como un descubrimiento para mí.

Durante la década de los años treinta, Siskind fue miembro de Liga de trabajadores de cine y fotografía de Nueva York. A través de la imagen buscaba: Alcanzar algo que fuera comparable a escribir poesía.

Siskind

Sobre su trabajo, considerado abstracto y expresionista, Siskind señaló en una entrevista: Tuve el interés pictórico y estaba viendo el mundo. Uno no planea. Sólo hay que ir a alguna parte y quedarse quieto. Y las cosas se unen para ti. Más tarde descubrí que esa era la forma en que algunos de los artistas expresionistas abstractos estaban trabajando . A ellos les gusta comenzar con nada. (Oral history interview with Aaron Siskind, 1982 Sept. 28-Oct. 2, Archives of American Art, Smithsonian Institution.)

Siskind falleció a los 87 años el 8 de febrero de 1991, en Providence Rhode Island.

What Happened, Miss Simone?

Nina Simone, 1969.

Nina Simone, 1969.

En un tiempo en que la intolerancia y la indiferencia no distan del actual, vivió una niña que con su piano, voz y genialidad, sacudió los escenarios del mundo entero con sus ideas. Nina Simone logró enfrentar sus miedos y alcanzar la libertad a través del arte. Con el sueño de convertirse en la primer pianista clásica de raza negra de los Estados Unidos, la artista rompió moldes y estructuras, mostrándose como una mujer fuerte, comprometida y brillante en un tiempo en que ser mujer, y de origen afroamericano, representaba una enorme desventaja social. Denominada The High Priestess of Soul, Nina Simone levantó la voz para señalar la enfermedad del orden social que reinaba en su época.

¿Con qué motivo una persona decide incursionar en el mundo de la creación si no es para generar un discurso, expresar una idea, o hacer crítica de los paradigmas que imperan entre la sociedad? ¿Por qué ser artista, si no es para involucrarse y ejercer un cambio positivo? Nina Simone gritó en 1963 Mississippi Goddam!, como reacción contra la bomba arrojada a la iglesia de Birmingham, Alabama, que dejó cuatro niñas afroamericanas fallecidas a manos de supremacistas blancos. Interpretó canciones como To Be Young, Gifted and Black para promover el orgullo de su identidad, así como la curiosidad por descubrir la esencia y el poder de los afroamericanos, en un país construido con esclavos y la opresión de minorías. Sólo ella consiguió a través de Ain’t Got No, I Got Life, lanzar un himno de aceptación y amor por uno mismo, en una sociedad que le faltaba algo más importante que la consolidación capitalista, el respeto.

Nina Simone atendió una necesidad urgente, la de redefinir su sociedad. Para ello se entregó a una lucha que buscaba ampliar la mente de quienes la escuchaban y así borrar prejuicios. Una lucha que por desgracia no termina y que sigue requiriendo de artistas comprometidos, pero que cada día son menos.

Con una voz única que puede acompañarte, consolarte, pero también sacudirte y destrozar sin piedad, Nina Simone entregó completamente su ser a la música para transmitir mensajes emocionales, que transportan lo que llevaba dentro, bueno o malo. La directora del documental What Happened, Miss Simone?, realizado en conjunto con Netflix, Liz Garbus, decide iniciar su película con la participación de la cantante en 1976, dentro del marco del Festival de Jazz de Montreux, Suiza. Tras años de retiro de los festivales y grandes escenarios, Nina Simone abre el concierto con la frase: We will start from the beginning, which is about a little girl, and her name was Blue. Con los primeros acordes de piano, Garbus nos introduce a la vida de la cantante en una narrativa documental bastante convencional y cronológica que deja ver los momentos y obstáculos que considera más relevantes en la vida de la artista, para mostrarnos a un personaje complejo, no sólo atormentado, sino con una historia y sucesos que a lo largo de su vida influyeron en su forma de pensar y actuar.

Nacida bajo el nombre de Eunice Kathleen Waymon y con tan sólo 4 años de edad, se acercó a un piano en una iglesia local de Tryon, Estados Unidos. Al cumplir siete años su vida dio un giro. Una profesora de piano de tez blanca, la escuchó un día y convencida de su talento, comenzó a impartirle clases. La pequeña niña se sentía intimidada por la blancura de esa mujer, una blancura que le resultaba extraña porque nunca había estado tan cerca de una persona así. Nina Simone inició de este modo lecciones de música clásica, que más tarde le darían la disciplina y la habilidad para experimentar con el jazz, el blues y la música soul.

La cantante afroamericana conocía su entorno a la perfección y ese saber le dio la libertad de utilizarlo a su favor para romper los límites y experimentar fuera de ellos. Con el objetivo de convertirse en la primer pianista clásica de raza negra de Estados Unidos, Nina Simone estudió un año y medio en la prestigiosa escuela Juilliard de Nueva York y, en 1951, aplicó para una beca en el Instituto de Música Curtis, en Filadelfia, que le fue cancelada por ser una mujer de color.

Al terminarse el dinero que durante su infancia había recabado mediante presentaciones y recitales organizados por su profesora, Eunice Waymon encontró trabajo en un bar de Atlantic City. Para evitar ser descubierta por su familia, decidió ocultarse bajo el nombre artístico de “Nina Simone”, evocando con éste la palabra “niña”, por un antiguo novio que la llamaba así. El apellido “Simone” se debió a su admiración por la actriz francesa Simone Signoret. La carrera musical de Nina Simone comenzó cuando una noche, tocando en aquel bar, el dueño le advirtió que debía cantar para mantener el empleo.

Con una narrativa sencilla que apela al clásico documental biográfico, Garbus aprovecha material de archivo con entrevistas realizadas a la cantante, presentaciones y conciertos, además de mostrar también la visión de quienes convivieron con ella: su hija Lisa Simone Kelly (una de las productoras ejecutivas del documental), su ex esposo Andrew Stroud, su amigo, guitarrista y director musical Al Shackman, Ilyasah Shabazz y Attallah Shabazz, hijas de Malcolm X y Betty Shabazz, su amigo Gerrit De Bruin, entre otros. A través de este material, Garbus trata de construir un retrato más profundo de Nina Simone, como artista, defensora de los derechos civiles de los afroamericanos, creadora, luchadora, madre, pero también una mujer presa de la violencia familiar y del trastorno bipolar que padecía y que, hacia el final de su carrera, la llevó tomar el medicamento trilafon, que afectó dramáticamente su habilidad para tocar el piano.

Sin embargo, los mejores momentos del documental son cuando vemos a Nina Simone en la pantalla, arriba del escenario, en algún concierto o en entrevistas expresando con fuerza las creencias que la acompañaron durante su vida. La artista que definía la libertad como una capacidad para vencer los miedos y entonces ser y existir, usó siempre los escenarios para convertir la experiencia musical en un ritual que llevara tanto a ella como a su público a un nivel más elevado de conciencia.

Nina Simone tomaba su tiempo y espacio y convertía cada presentación en una oportunidad para expresar su libertad e impulsar una transformación social. Consideraba que el arte era la vía para sacudir su entorno. Pero eso lo pagó a un precio muy alto: el de la soledad que le pesó a lo largo de la vida, el exilio, abandonar a su marido y su familia, para perseguir un sueño de libertad en Liberia, que más bien la llevó a empobrecerse y finalmente trasladarse derrotada a Suiza, Francia y Holanda.

Dejando atrás la convulsiva década de los años sesenta, Nina Simone apoyada por amigos como Gerrit De Bruin, tuvo una segunda oportunidad. Gracias al director de cine Ridley Scott, en los ochenta, su canción My Baby Just Cares for Me se popularizó mundialmente en un comercial del perfume Chanel No. 5. Esto le abrió las puertas para realizar una importante gira y así volver a los escenarios, haciendo a un lado la reputación de “revoltosa” que la había perseguido en el pasado.

En el 2015, sucesos como el de Birmingham en Alabama en los años sesenta, no se diferencian de hechos como el de los nueve miembros de una iglesia de la comunidad negra de Charleston en Carolina del Sur, muertos a manos de un joven blanco, de 21 años, que atacó una Iglesia Metodista en el mes de junio. En 1963, la muerte de cuatro niñas enfureció a Nina Simone. Esta horrible situación modificó el objetivo de su carrera y le dio un sentido. Su participación dentro del movimiento por los Derechos Civiles, transformó su vida y su carrera profesional. Hoy en día, voces como la suya siguen siendo urgentes.

El ejercicio documental de Garbus y Lisa Simone, si bien logra hacer eco del talento que caracterizó a la artista entre generaciones que poco saben de ella, a través de una plataforma como Netflix, se queda lejos de lograr el impacto que han tenido películas similares como Searching for Sugar Man (2012) del fallecido director Malik Bendjelloul, o el reciente trabajo del documentalista Asif Kapadia sobre la vida de la cantante Amy Winehouse.

Para finalizar, vale la pena destacar las palabras de Attallah Shabazz, quien describe en la película a Nina Simone como una mujer de otra época: “Cuando alguien baila a su propio ritmo, fluye con su propio espíritu. Si viviéramos en un entorno que nos permitiera ser como somos, viviríamos en comunión con nuestro ser. El desafío consiste en encajar con el mundo que nos rodea, pero, ¿tenemos permiso para ser exactamente como somos? ¿Acaso a Nina Simone se le permitió ser exactamente como era? Ser frágil, y fuerte a la vez, ser vulnerable y dinámica a la vez, ser una reina africana. Casi nadie se atreve a vivir tan honestamente como vivió ella.”

La pregunta entonces, es esa, si nos atrevemos a vivir honestamente. La clave consiste quizá en la definición de libertad que alguna vez expresará la enorme artista que fue Nina Simone: I will tell you what Freedom is: No Fear… I mean seriously, No Fear.

 

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Ángel Ortuño

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Ángel Ortuño
Práctica Mortal-Conaculta
2013
 

Poco a poco, la obra de Ángel Ortuño (Guadalajara, 1969) ha venido creciendo saludablemente y entre sus últimos libros pueden mencionarse Boa, Mecanismos discretos y Perlesía. Sus poemas son por lo general breves, pero actúan como granadas. Son ajustadas máquinas cargadas de una buena dosis de humor negro e ironía. En muchas ocasiones articulan delgadas narraciones con múltiples referencias que atomizan el sentido. En cada uno de ellos se establecen extrañas relaciones, coincidencias misteriosas, raras evocaciones que desembocan en emociones impredecibles. Por lo general suelen producir un efecto de extravío en quien se acerca a leerlos. Son también delicados y por lo mismo crueles.

En “El tigre en la peluquería”, por ejemplo, aparece la siguiente línea: “En la jungla no hay buenos modales”. Una línea que bien podría pertenecer a Nicanor Parra. Sin embargo la tradición de Ortuño no proviene, solamente, del poeta chileno. Sus orígenes pueden rastrearse en Marcial y Catulo y quizá hasta en algunos líricos griegos. La obra de Ortuño abreva además de la poesía española. Se nota un cuidado conocimiento de la métrica de la poesía de nuestra lengua. De la literatura mexicana arrastra poco. Por lo mismo los poemas de Ortuño son aves raras, pues carecen del clasicismo anquilosado de alguna poesía mexicana, y también se desmarcan de la pirotecnia pseudo-vanguardista de una parte del mapa poético de nuestro país. Son bichos los suficientemente originales como para vivir por su cuenta y dejar una huella hoy ya indeleble.

Las imágenes que atraviesan la obra de Ortuño tienen mucho de la locura que circula en nuestro mundo. Y así como llueven ejotes pueden llover conejos sin que nadie dé cuenta, salvo el poema, de que esto sucede frente a nuestras narices. Y parodiando al mismo Ortuño, quien se aproxime a estos poemas, será mordido.

Wim Wenders

Wim_wenders

Al ingresar a la universidad, el alemán Wim Wenders (Düsseldorf, Alemania, 14 de agosto de 1945) comenzó sus estudios en física y filosofía y en algún momento pensó en convertirse en pintor. No fue sino hasta 1967 que fue aceptado en la Universidad de Cine y Televisión de Múnich que comenzó como crítico de cine y realizó su primer largometraje Summer in the City (1970).

Para su segundo filme, El miedo del portero ante el penalti (1972), colaboró con el escritor y guionista austríaco Peter Handke, con el que trabajaría en sus siguientes proyectos cinematográficos.

Para  su cortometraje Alabama: 2000 Light Years from Home, Wim Wenders se basó en la composición Alabama, escrita por John Coltrane.

Durante los años setenta fue considerado uno de los directores de la nueva ola alemana en el cine, al lado de Rainer Werner Fassbinder y Werner Herzog. Wim Wenders ha destacado tanto en el género de ficción como documental. Entre sus filmes más destacados se encuentran Lightning Over Water (1980), documental que registra los últimos días del director Nicholas Ray, antes de fallecer debido al cáncer que padecía, Tokio-Ga (1985), documental que rinde homenaje al cine de Yasujirô Ozu, El cielo sobre Berlín o también conocida como Wings of Desire (1987), Hasta el fin del mundo (1991), Buena Vista Social Club (1999), Pina, documental sobre su amiga, la coreógrafa alemana Pina Bausch y su primer filme en 3D(2011), y La sal de la tierra (2014), documental que dirigió con Juliano Ribeiro Salgado sobre la vida y trayectoria profesional del fotógrafo brasileño Sebastião Salgado.

A continuación les compartimos una entrevista hecha por Marc-Christoph Wagner.

 

 

 

 

Lee Harwood (1939-2015) – Tres poemas

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Lee Harwood (1939-2015). Fue conductor de autobuses, empleado del servicio postal y gerente de una librería en Brighton, donde radicaba desde 1967. Su trabajo refleja una preocupación constante por la percepción de la realidad y la tensión entre la intimidad y el distanciamiento. El Writers Forum de Bob Cobbing editó su primer libro title illegible en 1965 y desde entonces Harwood construyó una sólida obra lírica que incluye más de veinte volúmenes de poesía y prosa, así como traducciones de Tristan Tzara.

 

La casa

La lluvia en las colinas —los matices de gris y de azul
en las nubes del horizonte mientras la noche se acerca—
La casa está en las afueras del pueblo;
y la vista es algo desconocido en la capital
y estos colores en las nubes allá no tienen sentido.
Es diferente —un horizonte moldeado por
una línea de verdes colinas y una torre solitaria.
Como un antiguo paisaje en la galería de la ciudad.
Y esta discusión en torno a la pintura y la vista
y cuál de ellas es más real es fascinante—
no logro explicarlo. Pero más allá de las colinas
están los páramos.
El verde y café de las colinas prueba
que allá arriba hay un bosque.
Esto se pone misterioso, y sin duda
la torre no está libre de un embrujo seductor.
La lluvia es deliciosa y pronto caerá la noche.
Las nubes casi se han ido del todo y el cielo
adquiere un tono rosáceo.
Es como si el tiempo realmente se hubiera detenido, y
yo sólo tuviera que mirar a ese pájaro
que espanté junto al río mientras se pierde entre
los árboles. En el río hay muchos remolinos
y puedo quedarme en la represa fascinado
durante horas —pero debo volver
a la casa con su vista a las colinas.
El tiempo realmente se ha detenido y
el sencillo mecanismo del revólver se ha atascado.

 

Calas

Calas y acantilados, la playa desierta—
importan tan poco
Estás ahí y eso es todo
La torpeza de mi actos
Nos queremos uno al otro y al amor.
El mar está quieto y las calles
en el pequeño puerto tan angostas,
pero logramos pasar.
No es más que fé —¿qué más
pueden hacer las palabras? “Amor.”
Esto no es una parábola —los objetos
son suficientemente reales, tienen poderes.
Las alegorías son cosa del pasado —ahora
no tenemos ese lujo, ese tiempo.
Esto suena brusco —¿a qué suena
nuestro amor? Las palabras colapsan de nuevo.
Estuvo flojo, ¿verdad?

Ahora mismo no puedo sacar mis pinturas.
No es el momento. Ya sabes —
ambos colapsamos, pero de algún modo resulta
tan superficial como las olas
y el resto del paisaje.
Aquí estamos y de aquí no nos movemos.
Es nuestra jugada; pintamos lo que nos gusta
y hacemos lo que queremos,
y todas las palabras como “de alguna manera” y los
objetos y los “poderes” resultan tan triviales.
Hablar del avión ahora
sería de mala suerte —simplemente está ahí,
y la pista tan linda con sus manchas de aceite
y el cono de viento naranja junto al hangar blanco.
“Sí, eso suena bien, ¿no?”
Me gustan las manchas de aceite, pero te amo.

 

La pintura final

La nube blanca pasó sobre la tierra
siempre hay mar rodeando la tierra
el cielo es siempre azul sobre la nube
la nube en el azul continúa en movimiento
—nada está acotado por el marco o lienzo—
la nube blanca puede ser dibujada como cualquier
otra nube o como un puño de lana
o una rosa de blanco pelaje
La nube blanca hace pasar una sombra sobre
el paisaje y de este modo pasa algo grisáceo
El gris y el blanco envuelven
al espectador hasta que él también queda trazado en el dibujo
Todo es un viaje desde un cuarto a través de una puerta
bajando la escalera hasta llegar a la calle
La nube podría poseer la casa
Los espectadores comparten una mutua confianza
con la hilera de nubes blancas que se acerca
Lo que articulan en silencio hacia el cielo
está más allá de las palabras
No hubo misterio alguno en esto —sólo el firme
contorno de gente con abrigos en una ladera
y la hilera de nubes sobre ellos
El cielo es azul La nube blanca con pinceladas
de gris —el resto—el paisaje allá abajo—
puede dejarse a la imaginación
La pintura entera se disolvió en silencio
en las nubes circundantes

 

Renacimiento de la poesía inglesa
Antología poética
Mangos de Hacha
México, 2014

La fotografía como encuadre de la modernidad y escudo que esconde la verdad

©The Robert Mapplethorpe Foundation Inc.

El siglo XIX abre paso a la modernidad al establecer una nueva forma de mirar. La fotografía se convirtió en un mecanismo que permitió dar cuenta de la “verdad”, para registrarla, captarla y con ello, ofrecer un testimonio disfrazado de objetividad. El trauma de la Segunda Guerra Mundial abrió paso para que el hombre buscara dar evidencia del mal. Se pensó que la cámara podría ser un aparato que se transformaría en la ventana más fidedigna al mundo, que no habría forma de engañarnos con ella. Sin embargo, con todo lo bueno que trajo, le fue imposible evadir las fuerzas de poder.

La fotografía hay que pensarla, no sólo desde el sujeto que intenta revelar, sino también desde los mecanismos de administración y distribución que norman lo que ve la sociedad. Las imágenes, como producciones culturales, son controladas finalmente, por los sistemas de poder. Pienso por ejemplo, en aquel caso muy sonado en los medios de comunicación, donde al iniciada la guerra de Afganistán, Bill Gates decidió comprar los derechos de todas las imágenes que había producido este conflicto, con el fin de guardarlas en un cofre bajo la consigna de no ser abiertas, sino hasta dentro de cuatrocientos años. Hablamos de un hecho que, más que ser absurdo, resulta perverso, y tan sólo evidencia la capacidad de control sobre lo que el hombre debe tener acceso.

La utopía de la fotografía fue pensar que sería capaz de llenar vacíos, al presenciar aquello a lo que no todos los hombres tenían acceso. Qué maravilloso fue pensar la posibilidad de congelar el mundo en un instante que perdurara y resultara fiel a la realidad. Sin embargo, nos damos cuenta de la falacia, porque las imágenes también ocultan y engañan, así que su función de verdad queda cuestionada debido al poder que la manipula. Intentamos llenar al mundo con esta nueva forma de representación, pero lo único que logramos fue dar cuenta de la incapacidad para mostrar lo real a través de este mecanismo.

©The Robert Mapplethorpe Foundation Inc.

La fotografía, en vez de abrir la mirada al mundo, cierra toda posibilidad a un encuadre estipulado por alguien. Bajo esta afirmación, ¿podemos pensar a la fotografía como una forma que realmente escape de estas fuerzas de poder? El artista defendería su propia autonomía, como libre capacidad de acción y producción sobre su obra. Y es cierto, que no toda imagen debemos pensarla como una producción perversa, existen quienes realmente buscan cumplir con esa función de denuncia o de simple expresión de belleza y técnica artística. La intención es sólo hacer presente el mecanismo detrás de la creación fotográfica.

Slavoj Zizek reflexiona la fotografía desde la concepción de que, se trata de una representación insuficiente, que se ve sobrepasada y excedida por la realidad. Además reafirma al mundo como un entramado de fantasías que nos da esa construcción ficcional en la que hemos envuelto nuestra percepción. En palabras de Baudrillard, estaríamos rodeados de simulaciones, de construcciones, de imágenes que intentan evocar lo que llamamos realidad, pero que resulta imposible encerrar su sustancia o esencia.

Finalmente, considero que con la fotografía, nos enfrentamos a este doble juego donde tratamos de sobrellevar la decepción de un mundo donde puede haber bellos paisajes que no deseamos que queden en el olvido. Pero también vivimos guerras, muerte, destrucción, experiencias que más que buscar retratarlas, son situaciones que no debemos enterrar bajo tierra. La fotografía se puede convertir en cómplice, pero también en testigo de todo aquello a lo que se enfrenta el hombre. Dice Jesús Carrillo en su ensayo Frente a lo real, “asumir la transparencia de la representación significa estar ciegos a los mecanismos de poder que generan la ilusión de referencialidad”.

Conversaciones en Giverny

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Claude Monet y François Thiébault-Sisson
Editorial Confluencias
España, 2014

Más dignidad y menos miedo. Más trabajo y menos ruido. Con esto podría resumirse la poética y la vida de Claude Monet. Siendo muy joven, con tan sólo 13 años sale de casa de sus padres defendiendo su deseo de pintar. Algunos años más tarde, los mismos convencidos por la testarudez de su hijo, deciden apoyarlo. Entonces es remitido a Eugène Boudin. Con el viejo pintor descubre que es posible pintar la naturaleza de un modo nuevo, registrando los matices más sutiles de la luz. Entonces empieza a reconocer que ningún hombre puede capturar con certeza más allá de unos minutos sin que la luz se modifique.

Entonces Monet empieza a ser Monet, el mismo que terminará su vida en Giverny, entre estampas japoneses y cuadros de Renoir, Pissarro y Cezáne, compañeros de viaje, pintando minuciosamente sus inolvidables y asombrosos nenúfares: “Los planté por placer, los cultivé sin soñar con pintarlos… Un paisaje no te conquista en un día… Y después, de golpe, tuve la revelación de las hadas de mi estanque. Cogí mi paleta… Desde ese momento, apenas he tenido otro modelo.”

Y con esa sencillez se expresa el pintor francés en sus Conversaciones en Giverny con François Thiébault-Sisson, aparecidas en el diario Les Temps en 1900 y hoy recopiladas en un pequeño libro que se acompaña además de dos textos de apoyo, un ensayo de crítico de arte norteamericano Walter Pach, además de unos breves apuntes biográficos de la pintora, también norteamericana, Lilla Cabot Perry, a quien Monet alguna vez le refirió tras deshacerse de más de 30 pinturas, ya al final de su vida: “Debo velar por mi reputación artística —dijo—. Cuando haya muerto nadie volverá a destruir ninguna de mis pinturas, por mala que sea.”

De donde podemos inferir su enorme capacidad crítica, su ironía, la verdad con que un hombre ha decidido encarar un objetivo, centrarse en éste, para así llevar las cosas hasta sus últimas consecuencias.

Conversaciones en Giverny contiene además algunas reproducciones a color de piezas de Monet, y fotografías del pintor, su entorno y su familia.

Hugo Gola (1927-2015) – Tres poemas

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NO MÁS ACOPIOS
                        inútiles
ni enseres
ni baratijas
ni repisas
    sólo paredes blancas
un pantalón
una camisa
una campera de cuero
un pan para cada día
una mínima cuota de carne
poca verdura
alguna fruta
    qué más?
tardes vacías
para subir al cielo solitario

Recién ahora empieza
    la gimnasia

 

EL MOMENTO final
será el del fin?
te aferras a este
pedacito de luz
a esta hora repleta
de objetos libros lámparas
o vacío si miras mejor
uno viene de qué sombra
y a qué sombra inútil va
va viene va?
poco   poco   se sabe
por qué tanto entonces
una nada —menos
que una nada—
perderla qué te da
o no es la pérdida
de aquello que no es?
qué es entonces
propongo pasar sin
prisa la línea
cruzarla como se cruza
un puente
por última vez
y llegar liviano
a la otra orilla
tal vez silbando
y nada más

 

NI AL FINAL
    ni al comienzo
      ni antes
        ni después
    cuando todavía
          no estabas
        o cuando
          ya no estés

paraíso
          perdido
        antes del
            tiempo
        o ganado
  cuando
        el tiempo
            ya no
              exista

aquí
    en esta fruta
          el paraíso
            en este
              cielo
    alto y vacío
          en esta tarde
            de pasos
              inciertos
          de fresnos
            y olmos
              despojados

 

            aquí
              aquí
        “dejemos hablar
              al viento”
        lo dijo Pound
              “ese es el paraíso”.

            ese viento
                que pasa
                  a tu costado
                ese pájaro
                  que vuela
                    allá arriba
            esa hoja
                    que gira
                        y cae
sobre la tierra
          lisa
      ese vino
            fragante
          ofrecido
            ahora
      este tiempo
            fugaz
          que se deshace

paraíso   paraíso
      paraíso

 

Valse con Kaurismäki

Kaurismaki_MulaBlanca

La película Le Havre de Aki Kaurismäki, se encuentra entre los tesoros cinematográficos del siglo XXI, que, no puedo dejar de repetirlo, han sido tan escasos. Casi inexistentes.

La obra toda de Kaurismäki, es una permanente construcción de la nostalgia y el recuerdo. Por su cine desfilan, ataviados en ropas proletarias, los hombres de la derrota en un solo escenario que es la miseria. La luz que toca a sus filmes es una luz de días pasados, verde, azul, llena de sombras y contrastes rojos, amarillos, una luz deslavada y a la vez deslumbrante. Cada plano parece huir del presente, cada cuadro está construido con la mirada sensible de un genio, donde un objeto, por más irrelevante que parezca, nos cuenta algo: una mesa, un florero, un teléfono público, una chaqueta, una botella, son versos que van sumándose para volver poema al plano completo.

Los personajes están rodeados de un misticismo que les da un lenguaje concreto a cada uno; sus miradas fijas pero distantes, frías pero a la vez expresivas (este par de figuras oxímoron pueden justificarse gracias al cine de Bresson, uno de los cineastas favoritos de Kaurismäki), sus rostros pálidos, heridos por lo extraño, su inquietante silencio que parece estar a punto de explotar; uno aprende a leer sus gestos y no hay necesidad de que hablen, con el simple hecho de existir en el cuadro, de que la cámara los muestre, nos dicen mucho, son como la mesa o el florero, se les halla en algún cuarto o en una cantina y parece que siempre han estado ahí. Mujeres absurdas, con rostros casi deformes, hombres de ropas y peinados cómicos, personajes grotescos, llenos de una fealdad que es bella; mineros desempleados, ladrones, pintores, empleados, soldadores con el pasado molido a golpes, rancios que viven en las calles frías, hijas sumisas que atacan sus días con largas jornadas contando cerillos, soñando meterse un vestido barato y una cerveza helada como es Finlandia, escuchando un rock and roll a lo Dick Rivers, mendigando miradas, amor, sexo; ahí entre ellos, Idrissa se mueve y parece ser el único niño que existiera sí en Le Havre, pero también en todo el cine de Kaurismäki.

Marcel Marx un escritor mal logrado, de vida bohemia, desertor de los círculos del París de su juventud donde nada se logró, convertido ahora en un simple (pero nunca vulgar) limpiabotas, vive en Le Havre, ciudad gris y hecha polvo por las bombas de la segunda guerra mundial, con su esposa Arletty y su perra Laika. Nada puede ocurrir en ese puerto y desde hace años, nada puede ocurrirle a Marcel. Un par de clientes acaso, una merienda frente al mar, un aperitivo en un bar mientras espera a que su esposa prepare la cena, son los eventos que llenan los días de Marcel. De repente dos sucesos: La enfermedad de Arletty que la obliga a permanecer en el hospital, y la llegada de un inmigrante africano: el niño Idrissa. Marcel decide ocultar al niño para que no sea deportado, pero hay alguien que ya sospecha y les sigue el rastro: El comisario Monet, nombre que recuerda al detective de Crimen y Castigo (libro que Kaurismäki volvió su primer filme, al enterarse que Hitchcock había declarado que la obra de Dostoyevski, era un libro imposible de ser llevado al cine).

Pero no sólo esto es Le Havre. La mirada del autor es un pincel que llena la imagen de un color traído de la misma paleta de Jean Hélion y sus elegantes y mal hechos clochards, o de los primeros cuadros de Mark Rothko, aquellos seres delgadísimos que deambulan por los pasillos del metro con sus rostros batidos. Pocos son los casos en el cine donde los personajes están hechos con esa estética: podría mencionar a Roy Andersson y Fassbinder entre esos directores con su mirada-pincel, u otros dos grandes ejemplos como son el caso de Fellini y Pasolini. Kaurismäki sabe mostrar el humor irremediable que hay en la fatalidad.

La historia. Es una y no hay más; un corte en la vida de uno, dos, tres personajes, un relato que parte de un momento donde hay un pasado que no se menciona, que no tiene que explicarse porque ya está de manera implícita explicado en cada escena siguiendo a los personajes, colocándolos donde están ahora, en su aquí con su futuro tan incierto, tan inexistente. Un detalle que no deja de conmoverme es el fantasma que Aki hace vivir en los filmes posteriores a la muerte de su amigo, el actor Matti Pellonpää, quien actúa desde ese retrato que aparece en algunos planos, un fantasma callado, triste y solemne, sonriendo desde su muerte.

Los diálogos no esconden metáforas, son directos, mecánicos, de una frialdad agresiva, que llega a herir; son la amalgama entre Carver y Hemingway, entre lo que se dice y lo que creemos que se quiso decir o lo esperábamos que se dijera. Son bellos y justos. Porque Kaurismäki coloca en la boca de los personajes las palabras precisas, los lenguajes de las miradas y los silencios, siempre los que más dicen. Diálogos que sólo pueden surgir de una comunión entre la pérdida y la esperanza. Una actuación más de encuadres, más de colocar la cámara en cierto sitio y lograr que ese impulso helado se vuelva a su vez, cosa irónica (otra herramienta del autor, la ironía), un aire cálido. Y está la música. Un personaje más, uno fundamental en la obra de Kaurismäki. Un tango en Le Havre, una balada de rockabilly de los sesenta en Mies vailla menneisyyttä; el fatigado Je bois… de Boris Vian en La vie de Bohème, Aki Kaurisäki reivindica la música del siglo XX dándole la relevancia y seriedad muchas veces ignorada o mal lograda en otros filmes. Los temas seleccionados no son utilizados para vestir una imagen carente de fondo o distraer un rato, los temas seleccionados son una extensión de la imagen, ambos se alimentan entre sí. Un folk escapando de una vieja radio, un grupo de rock con acordes de guitarra que suenan a Buddy Holly en Helsinki, Little Bob, Leningrad Cowboys, Mozart, y una larga lista que se confunde entre paisajes, idiomas, costumbres distintas, porque si hay algo capaz de unir, es la música. El cine. Y es el arte donde el cine encuentra su patria. Ahí tienen su hogar dichos filmes, en esa geografía peculiar, una geografía que se nos hace tan familiar pero que extrañamente sólo existe en las películas de Aki Kaurismäki. Ese hombre que fuera albañil en sus años de juventud, quien dice no hacer películas sino cine, nos entrega un arte que convive con el arte de los grandes.

En medio de todas las porquerías que se están haciendo, de las grandes tecnologías, la tercera y la cuarta dimensión, la secuela de la secuela de la secuela, la adaptación de un libro de moda escrito por un escriba también de moda; la explosión que llena la pantalla y despide olor a petróleo, la camarita que se pasea por las curvas de una actriz que también canta, modela, diseña y sale en las revistas (todos, logros conseguidos por esas curvas que también sabe pasear en la alfombra roja); en medio de la contaminación de las industrias y del público que quiere que le cuenten una historia bonita, hay todavía un cine tan desconcertante, tan real, lleno de genio y tan vivo como el de Aki Kaurismäki.