En septiembre murió Washington Benavides, poeta y letrista de gran valor para la literatura latinoamericana. Escribió más de 1,000 canciones, algunas muy reconocidas al ser interpretadas por músicos de la talla de David Viglietti, Alfredo Zitarrosa, Eduardo Darnauchans o Héctor Numa Moraes.
Su obra poética es igualmente extensa y abarca más de veinte títulos, entre ellos Hokusai, publicado en 1975 en Montevideo, pues para ese momento Benavides había dejado ya su natal Tacuarembó. Esa primera edición, razón por la cual tuve conocimiento de su obra, la compré cerca del metro Mixcoac en la Ciudad de México. ¿Cómo llegó hasta ahí?
Imposible saberlo, lo cierto es que el volumen flaco me llamó la atención desde su tapa azul y austera. Luego vi que se trataba de un poeta uruguayo, y me dije, no puede ser tan malo. Siempre me ha sorprendido como ese pequeño país al sur del continente ha producido una literatura tan vigorosa y vigente con autores tan distintos como Juan Carlos Onetti, Armonía Sommers, Idea Vilariño, Mario Levrero, Ida Vitale o Eduardo Milán, tan buenos todos y tan propositivos ya sea como poetas o como narradores.
Y lo mismo podría decirse de la pintura y la escultura uruguaya. Sin duda Joaquín Torres García y su “Universalismo constructivo” algo tuvo que ver con todo esto, pues impuso un matiz reflexivo
Transcribo entonces uno de los poemas de Benavides sobre Hokusai, no sin antes decir que estas líneas buscan ser un brevísimo y retrasado homenaje para tan enorme poeta.
Los trabajos de Katsushika Hokusai