“En las migraciones de los claveles rojos donde revientan cantos de aves picudas / y se pudren las manzanas antes del desastre…” Estos son los primeros versos con los que abre el poema Migraciones, un poema cuya última entrega fue en el 2016 y que, en mayo de 2019, ganó el premio Iberoamericano de poesía “Pablo Neruda”.
El poema de largo aliento en la tradición de lengua española es una composición donde las ideas colaboran al mismo tiempo que la música de las palabras en una arquitectura compleja y el edificio de la ignorancia se va desenrollando poco a poco para llegar, por ejemplo, a ese gran hallazgo con el que cierra Primero Sueño de Sor Juana: “el mundo iluminado y yo despierta”. El proceso de Migraciones es esa iluminación del mundo interior donde muchas voces se confunden entre sí hasta llegar a la total aniquilación del yo poético y abren paso a intuiciones que tienen que ver con ese viaje interminable hacia adentro de sí mismo.
En el siglo XIV un místico inglés, cuyo nombre desconocemos, escribió un tratado que llamó “La Nube del no Saber”. En él, habla de cómo la única manera de conocer a Dios se logra al abandonar el reconocimiento de sus atributos particulares y tener la valentía de rendir la mente y el ego al desconocimiento y, en ese momento, dice el escritor, uno comienza a vislumbrar la naturaleza de Dios. De la misma manera, el poema Migraciones es más la averiguación del desconocimiento, la meta del no decir, de buscar la genuina ignorancia como método compositivo.
En el poema se nota la influencia de escritores como San Juan de la Cruz, como una poética quizá no tan secundaria para Gervitz, en donde lo que menos importa es la creación de sentido, y más bien se accede a una experiencia humana que rebasa a las palabras, con el eco que Dios dejó atrás de sí, o con la ausencia de Dios.
“y te hablaba a ti / y tú eras yo / y tan oscura el agua / como quien entrega el alma / y no hay quien”
Hay un juego con todas las personas del verbo y se confunden las múltiples voces que habitan el poema, pero todas parecen estar contenidas en una interioridad abisal y profunda, como los buzos que descienden a zonas ignoradas e inhóspitas del mar para encontrarse con animales extraños que ya no necesitan ni siquiera ojos para poder ver, porque todo su ambiente, desde millones y millones de años, ha sido la oscuridad total y en esa oscuridad, estos peces han logrado no solo sobrevivir, sino tener un hábitat perfecto. De alguna manera, ese hábitat es el que quiere conquistar una poeta como Gloria Gervitz.
La salida a la superficie después de una inmersión tan profunda lo único que generaría sería un grave problema de presión atmosférica, es decir, salir de esa superficie con velocidad desenfrenada implicaría un desenlace fatal de quien busca la superficie. Quizá por eso es que el conjunto de voces es paulatino y el poema va en una espiral de los puntos que se tocan lentamente.
Gervitz indaga en silencios y vacíos que rodean la palabra, la palabra que no ha fundado un lugar; en sentido estricto, es una palabra utópica porque es la negación del lugar. Los fragmentos en el poema son breves y poseen una unidad de resonancia muy particular. Es una poesía que quiere tender hacia el silencio o, en términos de Paul Celan, hacia una tendencia a enmudecer. Si el acto de escribir es una vocación muy interior, en Migraciones toda palabra parece gestarse en el limbo de las entrañas, como si se trataran de palabras formuladas antes de que lleguen al mundo, se carguen de un sentido colectivo y puedan ser entendidas y manifestadas por todos en comunidad. Aquí quizá exista también un guiño a la poética de José Ángel Valente.
“en la amplitud del silencio / se desploma / dócil en su infinita contradicción / en su misericordia / y el corazón se cierra / y el corazón se abre / deslumbrándose”
“y el corazón se cierra / y el corazón se abre”, es la sístole y la diástole; son versos que generan una imagen verbal entrañable.
“Tú estás tan llena de mí / yo estoy tan lleno de ti / en mí / para ti”. Esa confusión proviene del llamado de la antigua poesía mística, donde la voz de Dios se confunde con aquel de quien la escucha y la repite en sus poemas, o como en el Canto Espiritual de San Juan de la Cruz donde hay una fusión y una confusión de nombres y de presencias: amada en el amado transformada; es decir, ya no hay ni sentido ni forma de dividir al esposo (dios) de la amada (alma) y en el poema se eclipsan las presencias.
“un despertar al otro lado / y yo quería saber / pero sólo me fue dado preguntar […] las palabras / brevísimas húmedas / rozan la superficie como una serpiente / y la voz sabe que no sabe”
Parece que Gervitz impidiera que esas palabras salieran totalmente a la superficie del entendimiento para que la luz de la razón no las hiera, y entonces se queden agazapadas esperando la epifanía en el lector. Hay que rastrear el sentido que hay detrás de estas palabras para entender el significado que las rodea. Es muy sobrecogedor ver cómo, después de una lista de reclamos, afirmaciones, negaciones y comparaciones, en una sola página en blanco aparece el siguiente verso: “¿me oyes todavía?” Como si fuera un fragmento a la deriva, una pregunta que busca el eco en sí misma. En Migraciones hay voces que generan tal confusión que no se sabe si esa voz habla desde sí misma para sí, desde la interioridad de la palabra, si ese tú es una mezcla de la primera persona con dios o con el ser amado, o si los pronombres son los únicos apelativos que son posibles. Parece que no hay propiedad.
“y la palabra / rompe vuélcase / ahí / en su tajo / celda tú en mí / sin mí / y ahora ¿qué me vas a decir? / ¿qué más me vas a decir?”
Es un reclamo a la palabra. Es el reclamo que se hace cuando se pasa por momentos de no saber cómo decir algo que quiero decir. ¿Qué me va a decir esa palabra cuya interioridad está en mí? parece reclamarle Gervitz a la palabra. Migraciones es una obra maestra que nos invita a entender la poesía desde la ausencia y el silencio. Es casi una videncia hecha desde un contexto cerrado, oscuro, impenetrable, que revela la belleza de alguien que busca, a ciegas, su lugar en el mundo. Gloria Gervitz no se deja absorber por la tradición, sino que la mira de reojo y la replantea; sus palabras abren universos plurales en donde la palabra se vuelve una fuente de evocación más que de significación. La expiración es la manera en que ejecutamos aquello que observamos y pasa por un delicado proceso sensitivo e intelectual que la misma inspiración desconoce. En Migraciones, el poema desconoce su sentido, su propósito y termina encontrando su experiencia y su inspiración hasta el final, quizá como sucede con las experiencias más radicales de la vida.