En el marco de Gallery Weekend, Galería Ethra presentará una muestra individual de María José de la Macorra en la que se exhibirá la serie Calles. La inauguración será el 18 de septiembre. Aprovechamos esta ocasión para conversar con ella sobre su relación con el arte.
¿Cómo empezó tu relación con el mundo del arte, cómo llegaste a la escultura?
Llegué al mundo del arte de un modo accidental porque lo que quería estudiar era etología, comportamiento animal. Durante mi adolescencia, ya más o menos consciente de lo que es la vocación, me interesé por la ciencia. Tomé el área dos en la preparatoria e iba según yo a estudiar biología. Al terminar esos estudios hablando con amigos me di cuenta de lo difícil que podía ser entrar en eso. Entonces comencé a acercarme a las humanidades, a la danza contemporánea, hasta que terminé en una escuela de cerámica de Toluca que fue fundada por japoneses, dónde se enseña a trabajar del mismo modo que en Japón. Después, con todo y que la cerámica me gusta muchísimo, sentí que debía ampliar mis conocimientos técnicos porque quería decir otras cosas que no se limitaban a formas y texturas. Así me fui interesando y acercando por la fotografía y el dibujo, después de la escultura, al arte. No sabía que quería ser artista, me fue sucediendo.
¿Y cómo te decantaste hacia la escultura?
Mis experiencias con el mundo siempre han sido muy corpóreas, corporales. Siempre han estado relacionadas con el espacio, yo y el espacio, porque yo soy el centro. Es la idea de que me relaciono con el mundo a través de lo corpóreo. La danza ayudó mucho también a eso. Te vuelves más consciente de cómo te mueves en un espacio. Y también montar a caballo. La relación entre el tamaño del caballo y mi propio cuerpo, pequeño, me reforzó mucho la sensación, porque no es una idea, es algo muy vivido, de los cuerpos y los espacios.
¿Dentro del mundo de la escultura revisaste algo en especial que te haya servido como referencia?
Realmente no. La verdad es que me he ido aproximando a la historia del arte y al arte mismo a la par de mi trabajo, creciendo juntos, digamos. Nunca he dicho esto es lo que me interesa o quiero ser como Antony Gormley o Anish Kapoor, no es que quiera ser como ellos. He ido desarrollando cosas poco a poco, un lenguaje, que se va acercando a ciertas obras y entonces me las encuentro y me interesan. Entiendo porque se hacen de esa manera y así me acompaño de todo esto. Quizá ha habido alguna influencia más determinante, escultores de la escuela inglesa como Kapoor, Gormley, Richard Deacon o Terry Winters. Escultores de ese tipo que trabajan con materiales industriales pero que tienen una factura muy fina. No es una de las escuelas norteamericanas de escultura que es salvaje, las placas roladas, por ejemplo, que se nutre mucho del mundo industrial del que ellos participan.
El universo de la cerámica también ha sido importante para mí. Me formé como ceramista y ahí entendí que los procesos son relevantes. No me importa trabajar en algo que se va a usar el año que viene. En Japón, la porcelana, por mencionar algo, la preparan los abuelos para que la trabajen los nietos. Entonces, yo creo en estas “eras geológicas”, en donde el proceso es lento, hay sismos, luego se aplaca todo dentro del mundo del trabajo. La cerámica así, ha nutrido mi visión de los materiales. Eso es algo que caracteriza mi obra, el uso de materiales muy diversos, desde barro, porcelana, acero, paja, semillas germinadas, hielos, bordados. Lo único que no he hecho hasta ahora es pintar. He hecho además piezas de gráfica, fotografía, video, instalaciones.
Puede observarse en tu obra que a pesar de usar materiales industriales, como podría ser el alambre de acero, etc., las piezas remiten a formas naturales.
Sí.
Por lo mismo se crea un diálogo entre eso industrial y la naturaleza.
Por supuesto. Totalmente. Eso que señalas es un punto fundamental de mi trabajo. Siempre estoy entre el mundo industrial y lo orgánico. De hecho mis primeras piezas siempre eran, bueno no siempre, contenedores de metal con algo orgánico dentro: prismas de acero con paja y hielo, cajas de fierro con semillas germinando. La idea del contenedor industrial y el contenido orgánico. Y bueno, a lo largo de los años me ido desprendiendo de eso y ya no hay contenedor y se integran, como bien dices, en obras más recientes como la serie de las “Tilapias”, que son una plantas que crecen en los cables de los árboles, pero que están hechas de un material industrial. Están hechas de alambre recocido, que es un material pobre, como del “Arte Povera”, retorcido con la mano.
Claro, pobre, pero trabajado de modo fino, delicado, sutil.
Sí, es así.
Te planteas una pieza y luego inicias el trabajo o como es tu proceso de trabajo.
Mira. Trabajo casi siempre por temas. Elijo un tema que es en general algo amplio. Por ejemplo, uno de los primeros proyectos que realicé empezó en el año 2000 y terminó en 2006. Fue uno que titulé “Nubes y lluvia / Torres de agua”. Es un proyecto que tiene que ver con las proveedoras de agua del planeta. Esa fue mi frase, de ahí partí. Lo que realmente me interesaba era hablar de las montañas y del agua, de sus ciclos. Pienso que los ciclos son en verdad importantes en mi trabajo. Pero me desvío. Para este proyecto realicé piezas que hablaban de la lluvia, otras de montañas como proveedoras de agua, otras que hablaban de olas y, por decir algo, tomé prestada la ola de Hokusai para hablar de las olas, de las montañas, de las partículas de agua. Cuando algo empieza a interesarme como que la percepción se abre y detecto cosas. Uno viene eso sí con una predisposición a materiales o colores o texturas. En mi caso una de mis predisposiciones a lo largo del trabajo, un continuum, ha sido el interés por la estructura. En todo hay estructura. En la gran ola del magnífico grabador japonés Hokusai, él no usó esferitas, pero para mí, el agua es esferitas y mi pieza está hecha de pequeñas esferas. En mi próxima exposición en la Galería Ethra de la Ciudad de México*, este asunto de la estructura se nota mucho. Tiene mucho que ver con módulos o estructuras que forman un gran flujo o fluido. Como una pieza que habla de la lluvia y que está hecha también con esferas. Esos elementos se repiten constantemente en mi trabajo. Como puede verse poco a poco voy interesándome en temas. Actualmente trabajo en un tema que engloba a muchos otros. Se llama “Las veinte perlas” y consiste en veinte lugares que forman parte de un collar, digamos, metafórico, de sitios con los que me siento conectada. La exposición de “Calles” que se presentará en breve, es una de esas perlas. Hay otra perla que empecé en 2006 y en la que sigo trabajando que es un “río” que está expuesto en la ciudad de Querétaro y que involucra distintos medios: fotografía, gráfica, escultura, video.
La exposición que vas a inaugurar entonces se titula “Calles”. ¿En qué consiste?
Son piezas que partieron de un mapa. Hace 10 años compré un mapa en el INEGI de una zona de la Ciudad de México donde vivía. Tracé entonces líneas aleatorias con tinta y pincel de algunas calles que aparecían ahí. Me di cuenta entonces que había ahí líneas hermosísimas. Las dejé descansar un rato pero hice unos dibujos muy astringentes, negro sobre blanco, de módulos con distintos trazos que tomé del mapa. Luego hice un bordado que parece una grafía aunque no significa nada. Seguí trabajando lo de “Calles” pero sin la idea de exponerlo. Era un trabajo tangencial a lo que hacía. Pero ante la posibilidad de exhibirlo, amplié el trabajo e hice bordados, forjas, hasta que se generó un buen cuerpo de obra que resultó bastante grande. Siento que el trabajo ha sido una obra muy orgánica que se fue desviando de un lado a otro hasta terminar incluyendo dibujos, por ejemplo, de tres metros de altura con plumón sobre un papel japonés. La exposición entonces, habla de la línea, de la forma, de cómo la forma puede decir tantas cosas, y aunque el material podría parecer muy abstracto o muy formal, la línea puede ser cuadrada, curva, de colores, sin color, continua, rígida. Algunas de las piezas están todavía próximas al mapa del INEGI y pueden adivinarse un poco las cuadras, una ciudad vista desde arriba. Sin embargo, algunos bordados se desvían hacia formas orgánicas, parecen plantas, parvadas o cardúmenes, y así con la línea se hacen una cantidad de cosas, pero es una línea específica, no es cualquier línea, es algo que surgió de un lugar, de una referencia concreta.
* “Agradecemos al Fondo Nacional para la Cultura y las Artes el apoyo proporcionado para la realización de estas obras”.