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Drone, globish y la importancia de la conversación intelectual local

 

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Hace un par de años participé en la presentación de un libro traducido al español de un autor muy peculiar. Se trataba de Haytham El-Wardany, egipcio radicado en Berlín. El libro es una suerte de reflexión sobre la escucha en tiempos de insurrección y revueltas, el espacio urbano donde éstas tienen lugar y una reflexión sobre la división social del ruido. La primera parte la constituye una suerte de manual donde se recomiendan sutiles ejercicios para agudizar la escucha del ritmo colectivo en tiempos convulsos.

La traducción de este breve texto constituyó todo un malabar viajero. Escrito originalmente en árabe, su traducción al español provino sin embargo de la versión al inglés publicada previamente y que se puede consultar en la red.

Esta versión logra trasmitir el sentido, reposado y contenido del autor. Si bien resulta molesto constatar cierta deuda con la sintaxis anglosajona, a fin de cuentas no impide la lectura ni una cabal comprensión del texto.

La presentación se dio en las instalaciones del centro de estudios Alumnos 47. El público estaba formado básicamente por los artistas extranjeros participantes del festival que daba marco al programa y unos cuantos hispanoparlantes. Como parte de mi argumento,  le hice notar al traductor la decisión de dejar la palabra drone sin traducir en el cuerpo del texto. Dicha pifia me parecía realmente grave. Me explico, pienso que la labor de traducir conceptos como el drone cuya práctica y experiencia es compartida en el mundo, exige una labor del pensamiento que implica razonar su uso y modalidad peculiar entre nosotros. Por lo tanto, su traducción efectiva, implica un esfuerzo del pensamiento en español al hacer comprender una experiencia compartida y común trasladada a nuestro universo lingüístico.

¿Qué es un drone? Para aquellos que conocen algo de los subgéneros de la música experimental actual, sabrán reconocer en el drone a una subespecie de la música ambient. El drone es un sonido compuesto armónicamente complejo. Constituido por una serie de sonidos sostenidos que van evolucionando a lo largo del tiempo, su correspondencia con el ruido al final es un asunto de volumen. Todo ambient es a fin de cuentas, una reflexión sonora sobre el ruido ambiental en nuestro presente mundo electrificado.

¿Cómo podríamos traducir drone? La primera palabra que nos viene a la mente es zumbido, zumbar, pero ésta corresponde inequívocamente a To buzz o Buzzing. Hay otra más que encontré en un diccionario sumamente ingenioso y que quisiera compartir con ustedes, escuchen esto: runrunear ¿no es una maravilla? Esa sería una traducción que surge a partir de su existencia sonora. Quizás para pensar en una traducción más justa, tal vez deberíamos considerar la noción de rumor más que murmullo. El rumor es aquel sonido persistente en el tiempo que puede variar de lo quedó a lo estruendoso, tal y como es tocado el drone en los conciertos en vivo.

El rumor referido lo podemos encontrar en el vibrar de la electricidad, en el sonar de los dispositivos electrónicos encendidos. Pero también corresponde al ruido encontrado en las grandes cascadas, en el ambiente de la naturaleza, signo de su persistente vida. De ahí que ¾repito¾, el drone sea considerado como parte de la estética concebida en el ambient.

¿Por qué no usar la palabra rumor o zumbido para traducir drone? Su sola enunciación en español nos remitiría a experiencias previas con dicho evento sonoro, volviendo comunicable un elemento esencial del texto discutido. Sin embargo, el traductor decidió no hacerlo, perdiendo la oportunidad de reflexionar en español sobre esta experiencia común a nuestro día a día.

Lo que siguió a continuación me parece más bien hilarante. El argumento fue desechado por “utópico” y se aducía al espacio global en que tiene lugar la práctica del arte sonoro, y por lo tanto defender los usos de la reflexión local no tenía mucho sentido.

Decidí no continuar dado que el tiempo de discusión era reducido y aún faltaba de participar el traductor. Pero antes de que pudiésemos retomar el hilo de la presentación, alguien más pidió que “por respeto” a la mayoría de los asistentes que no hablaban ni pisca de español (y por lo tanto que tampoco lo entendían) que la presentación se diera a partir de ese instante en inglés. La petición no podía ser más divertida: se trataba ahora ya no sólo de defender los usos del pensamiento fijado en un lenguaje local sino además de que la discusión se diera en una lengua completamente ajena a nuestra forma de razonar.

Dado que en la sala había suecos, iraníes, ingleses, gringos y unos cuantos mexicanos, al final todos discutíamos en un inglés macarrónico…so sad. Nuestro inglés era pobre y limitado, restringido por nuestra capacidad de hablarlo y comprenderlo.

Nuestro aprendizaje muchas de las veces es producto de nuestra relación cotidiana con su música, cine o televisión, pero rara vez introducidos a través de la literatura, donde el lenguaje se destila de forma más fina. No había manera de ver la situación salvo de modo hilarante, algo divertido, ligeramente ridículo.

Parecía un mal chiste racista sobre el bárbaro que balbucea la lengua colonial sin lograr expresar lo más sofisticado de su pensamiento, gracias a su pobre comprensión del inglés. Y en cierta manera esa era nuestra circunstancia. No me extraña que nadie haya reparado en lo cómico de nuestra situación mientras discutíamos.

Lo que me gustaría recuperar de aquella presentación fue la discusión que se dio a raíz de un comentario mío alrededor de lo que considero fue la única pifia grave del traductor. Es común en nuestros días incorporar al habla algunas voces provenientes del inglés, de alguna manera se pretende con ello dotar de cierta sofisticación al usuario y dotarlo del crédito y reconocimiento de sus pretendidos iguales, como una suerte de ingenuo cosmopolitismo.

Si antaño el uso del spanglish connotaba el regreso del migrante trayendo de contrabando los usos contraídos en el país vecino, con el tiempo se convirtió en un insidioso criterio de pretensión y uso de las clases medias: lo que antaño era el uso cotidiano del spanglish en la frontera, ahora se corresponde más bien a las economías de prestigio utilizadas por las clases medias mexicanas.

De ahí que la ideología lingüística de la cultura fronteriza surgida en el norte, ahora se recorriera hacia el sur, siendo plenamente recibida por aquellos usuarios de internet que  no pueden distinguir las fronteras lingüísticas de nuestro estado nación. Esto como consecuencias de que su acceso actual a la información es precedido por el aprendizaje y uso del Globish, es decir, el inglés global producido en internet.

El termino de Globish lo acuña la filosofa francesa Barbara Cassin para denominar el proceso de homogenización en los usos de los lenguajes nativos producto de su relación con el buscador Google[1]. Dada la peculiaridad del algoritmo que se encarga de completar y traducir las órdenes de los usuarios en sus búsquedas, el lenguaje producido por Google es insuficiente y limitado. Adecuándose a los usos lingüísticos de una población “media” absolutamente ficticia. El buscador termina por ofrecer una lengua más acorde a un traductor automático universal que omite y deja de lado por incomprensibles o (nunca mejor dicho) intraducibles los usos de la lengua local.

Reparar en los intraducibles es prestar atención  a lo singular de nuestra experiencia local. La forma tan propia en que se organiza nuestro pensamiento o la manera tan singular de desarticular al pensamiento colonial. El proceso de traducción debería de atender esto, saber que buscar la palabra justa no siempre es la palabra más exacta. Se trata de hacer correspondencia con el mundo haciendo justicia a lo mas ingobernable de nuestra experiencia lingüística: el habla que surge de nuestra cotidianidad, insospechada para los otros, ingobernable para el centro, incomprensible para el resto, intraducible.

[1] Ver Googleame. (2008).  Cassin, Barbara. FCE. México.

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